ALEXANDER:
No sabía cómo procesar todo lo había escuchado de Niki. Esa historia, ese pasado tan oscuro que llevaba, me había dejado impactado. No podía imaginarme lo que significaba soportar algo así y, aun así, levantarse cada día con esa sonrisa. Mientras conducía hacia casa, mi mente era un torbellino. Tenía que encontrar una manera de ayudarla, de hacerla sentir segura. Pero ese idiota, ese desgraciado que la había lastimado… agradecía que estuviera en otro país, porque si lo tuviera enfrente, no dudaría en romperle la cara.
Al llegar a casa, me encontré con una escena que no esperaba. Mis padres y Antony estaban sentados en la sal, esperándome. Sobre la mesa de centro estaban los documentos de la carrera que había estado ocultando. Me asusté.
― ¿Puedes explicar esto? ―preguntó mi padre, con su tono grave y directo, mientras señalaba los papeles.
Tragué saliva y me obligué a mantener la calma. Este momento tenía que llegar tarde o temprano.
― Es lo que estoy estudiando ―dije con firmeza. Psicología era mi pasión y no pensaba esconderlo más.
Mi madre frunció el ceño, con una mezcla de incredulidad y tristeza en el rostro.
― Alexander, mentiste. ¿Por qué lo hiciste? ―preguntó con una voz dolida, que me hizo sentir como si hubiera fallado en algo más profundo que un simple engaño.
Suspiré.
― Sabía que no me iban a dejar estudiar lo que quería, así que… fue la única opción que encontré.
Antony, que estaba sentado a un lado, cruzó los brazos. Su mirada era neutral, pero conocía a mi hermano lo suficiente para saber que me apoyaba. Sin embargo, esta no era su batalla.
Mi madre sacudió la cabeza, dejando escapar un suspiro largo.
― Hijo, ¿cómo puedes pensar eso? Si nos hubieras hablado desde el principio, te habríamos apoyado―
La incredulidad en su voz me dejó descolocado. Había vivido años asumiendo que debía cargar con las expectativas de todos, especialmente como el mayor. Pero ahora… ¿me habrían apoyado desde el principio? ¿Había malinterpretado sus intenciones?
Mi padre intervino entonces, su tono más calmado, pero con la firmeza que lo caracterizaba.
― Alex, sé que siempre te hemos dicho que, como el mayor, recaería sobre ti ciertas responsabilidades. Pero si Antony disfruta la carrera que tiene que ver con la empresa, ten por seguro que eres libre de seguir tu propio camino. Nuestro enojo no tiene que ver con tu elección, sino con la falta de confianza. Eso es lo que duele.
“Joder” pensé. Había juzgado mal a mis padres, a quienes siempre había considerado estrictos pero justos. Mi mente había tejido una idea equivocada basada en suposiciones, y ahora me sentía profundamente avergonzado.
Bajé la mirada y murmuré:
― Lo siento… Debería haber sido honesto desde el principio.
Mi madre, conmovida, me ofreció una sonrisa cálida, esa que solía darme de niño y me metía en problemas menores.
― Nos alegra que lo entiendas. Ahora, siéntate y cuéntanos cómo te va en la carrera.
El alivio me inundó. Me senté junto a ellos y les hablé de mis clases, mis notas y lo mucho que amaba lo que estaba estudiando. Por primera vez en meses, sentí que podía respirar sin el peso de la culpa. Al terminar, mi madre me felicitó y mi padre asintió con aprobación.
Entonces, mi teléfono sonó. Salí de la sala de estar para contestar la llamada. Al ver el nombre de Alejandro en la pantalla, no pued evitar sonreír.
― Buenas noches ―saludé en tono bromista.
― ¿Cuándo nos volvimos tan formales? ―respondió, riendo. Su risa era contagiosa, como siempre.
La conversación fluyó con naturalidad, como solía pasar con mi mejor amigo. Me contó emocionado que finalmente había conseguido la beca en mi universidad y que pronto estaría aquí con su novia. Aunque una parte de mí se sintió un poco inquieta por la idea de su pareja, no podía negar la emoción de tenerlo de vuelta.
― Pronto estaremos juntos, hermano. Londres no sabe lo que se viene.
Cuando colgamos, me quedé reflexionando. Todo parecía ir bien: Niki estaba empezando a confiar en mí; mis padres aceptaban mi carrera, y Alejandro regresaría pronto. Es anoche, mientras me acostaba, Niki paso de nuevo por mi mente. Pensé en cómo seguir ganando su confianza, en cómo derribar esas barreras que le habían impuesto los fantasmas del pasado. No quería apurarla, pero necesitaba amarla libremente, y para ello, le pediría ser su novio al finalizar el nuevo semestre.
+++
La mañana siguiente comenzó como cualquiera otra. Desayuné con mi familia, mientras la conversación giraba alrededor de los exámenes y las vacaciones. Antony estaba emocionado por involucrarse más en la empresa, y aunque mis padres lo alentaban, no dejaban de preguntarme por mis propios planes. Respondí con tranquilidad, aunque mi mente ya estaba en mi bonita.
Cuando llegué a la universidad, la vi bajarse del auto de su hermano. Me acerqué de inmediato, incapaz de resistir la sonrisa que se dibujaba en mi rostro.
― Hola bonita.
Ella dio un pequeño brinco, llevándose la mano al pecho.
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Editado: 09.01.2025