Bajo el mismo cielo

CAPÍTULO 17

NICOLE

El murmullo constante de los pasillos se mezcla con el eco de los pasos apresurados de los estudiantes. El aire huele a café recién hecho y a libros usados. A veces pienso que la universidad tiene su ritmo propio: un vaivén de voces, risas y sueños. Entro al aula con la mochila colgando de un hombro. Leonora ya está sentada junto a la ventada, con la mirada fija en su cuaderno, aunque sé que no está prestando atención. Desde la llamada de ayer me di cuenta de que empezó a actuar diferente. Me acerco y dejo mis cosas sobre el escritorio.

— ¿Estás bien? —pregunto con tono suave—.

Ella levanta la mirada, como si hubiera salido de un trance, y sonríe apenas.

— Sí, solo…cansada

— ¿Cansada? —repito, arqueando una ceja—. ¿De qué? Ayer me dijiste que un ratón entró a tu casa, ¿acaso lo perseguiste?

Leonora suspira y cierra el cuaderno con lentitud.

— No, solo que… pasó algo…

— ¿Qué pasó amiga?

Evita mi mirada, jugueteando con un bolígrafo entre sus dedos.

— Te mentí Niki, realmente fue un asunto que prefiero no tocar todavía.

— ¿Estás segura? —pregunto con cautela—. Si necesitas hablar, sabes que puede contarme.

Ella asiente, pero hay algo en su expresión que me deja intranquila.

— Te lo contaré, lo prometo. Pero no hoy, hay muchas cosas que necesito ordenar antes de hablar de eso.

Su voz es un hilo y aunque sé que insistir solo la haría cerrarse más, una parte de mí quiere saber qué la tiene tan preocupada. Decido dejarlo pasar esta vez, así que asiento lentamente.

— Está bien. Solo quiero que sepas que estoy aquí, ¿sí?

— Lo sé, Niki —responde con una sonrisa agradecida—. Gracias.

El docente entra en ese momento y ya no podemos seguir con el tema, mi mente sigue girando alrededor de su tono, de esa mirada que intenta ocultar lo que realmente esta pasando. A veces, las personas callan no por desconfianza, sino porque todavía no saben cómo poner en palabras lo que sienten. Las clases pasan con normalidad y cuando terminan caminamos con Leonora por el jardín central en donde observamos que Alexander y Cristian conversan apoyados contra un muro. Ambos tienen los apuntes de clases en las manos, pero hacer rato que parece que los dejaron de lado. Leonora me pide que compremos algo de comida antes de acercarnos y nos alejamos.

ALEXANDER

— Entonces… ¿vas en serio con eso? —pregunta Cristian, entre divertido y sorprendido—.

— Completamente en serio —respondo, con una sonrisa que no logro disimular—.

— ¿Y cómo piensas hacerlo? —Cristian se cruza de brazos, expectante—. Porque si vas a declararte, más te vale hacerlo bien.

Suspiro, paso una mano por mi cabello y miro el cielo por un instante.

— Quiero hacerlo en casa. Algo sencillo, pero especial. Nada exagerado, solo… que tenga significado.

Cristian se ríe ligeramente.

— Sencillo, pero especial. Suena como el tipo de frase que uno dice antes de llenar el cuarto de velas y pétalos de rosa.

— Tal vez —responde Alexander con una sonrisa traviesa—. Quiero que sea íntimo, sincero. Que sepa lo que siento, sin presionarla.

— ¿Y ya tienes todo planeado?

— Casi, he hablado con mamá, papá, Leo…incluso con mi hermano. Todos me están ayudando.

Cristian lo mira sorprendido.

— ¿Tu familia entera involucrada en tu declaración?

Alexander asiente, riendo.

— No fue mi intención, pero cuando mamá se enteró, casi organiza una boda.

Cristian se ríe a carcajadas.

— Puedo imaginarlo. Pero… ¿estás seguro, Alex? No quiero que lo tomes a mal, pero se nota que Nicole oculta muchas cosas.

En eso no se equivoca, sé que Nicole me oculta algo grande y algo que la atormenta y no sé hasta que punto, pero estoy esperando a que ella este lista para hablar de eso.

— Lo sé. Créeme, lo he pensado mucho. No espero que diga que sí a todo de inmediato. Solo quiero que sepa lo que siento y que voy en serio.

— Eso suena bastante a “enamorado sin remedio” —bromea Cristian—.

Sonrío con cierta melancolía al recordar que no había experimentado este sentimiento.

— Tal vez lo estoy —respondo y Cristian me observa perplejo—.

Cristian iba a mencionar algo más, pero puedo notar de reojo que Nicole se esta acercando y le hago señas de que se calle. Sería un problema si ella sospecha algo.

— ¡Chicos! —grita Nicole agitando su brazo—.

Me enderezo rápidamente y Cristian guarda los apuntes con torpeza. Nicole se acerca con una sonrisa, pero es evidente que percibe la incomodidad en la atmósfera.

— ¿De qué hablan tan misteriosamente? —pregunta Nicole con una sonrisa un poco tensa—.

Cristian me mira, esperando que responda algo, pero no se me ocurre nada, por lo que nos quedamos en silencio.




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