NICOLE
El aire en Londres tiene algo que nunca logro definir; es frío, pero no solo por la temperatura, sino porque se cuela entre la ropa y te hace sentir que algo está a punto de pasar. Independientemente del clima, me acompaña esa sensación desde que desperté esta mañana y aunque traté de ignorarla, persiste. Ha pasado mes y medio desde que Alex y yo nos convertimos oficialmente en pareja, pero mi corazón aún no termina de creerlo. Todo lo que estoy viviendo con él me parece irreal…tan diferente, suave, genuino que a veces temo que todo sea un sueño que puede desvanecerse en cualquier momento.
Esa mañana, mamá insistió en preparar el desayuno.
—Te noto nerviosa —dice mientras coloca tostadas en la mesa—.
—No es nada, mamá. Es solo una cena —respondí, fingiendo una naturalidad que no sentía—.
—No te creo. Siempre que dices “no es nada”, es todo —sonríe con esa sabiduría que solo las madres tienen—.
Me encojo de hombros.
—Solo… no sé, quiero que todo salga bien. Alex está emocionado por presentarme a su amigo de toda la vida.
—Y tú estás preocupada por causar buena impresión. —Su mirada se suaviza—. No olvides que quien debe estar orgullosa eres tú, no ellos.
Le sonrío y tomo un sorbo de mi café intentando calmar la opresión en mi pecho. Mamá conoció a Alexander hace poco y lo aprueba por completo, dijo que veía en él algo diferente a todos los demás, una luz en la mirada, una paciencia que le recordaba a mi padre. Eso casi hizo que ambas lloráramos, pero Lucas nos distrajo.
Después del desayuno, Lucas apareció medio dormido y con el cabello despeinado.
—¿Tienes un desfile o qué? —bromea al verme arreglada—.
—Una cena, bobo —le respondo, dándole un leve empujón—.
—¿Con el “perfecto Alexander”? —hace el gesto de comillas con los dedos—.
Ruedo los ojos.
—Sí, con él.
—Bueno, dile que si vuelven a llegar tarde la amenaza no va a ser en vano —dice medio en broma, medio en serio, mientras saboreaba su desayuno—.
—Eso suena muy a amenaza de hermano sobreprotector.
—Lo es —Sonrió con ternura—. Pero te ves feliz, Nico. Eso ya es mucho.
Sus palabras me causan ternura. Era cierto, Alex me hacía muy feliz.
+ + + + +
Esa tarde, Alexander me escribió un mensaje:
“Alex: Te paso a recoger a las 7. No salgas antes de tiempo, por favor”.
Sonrío al leerlo, con él siempre hay un toque de misterio. Es como si todo lo convierte en experiencia. A las 7 en punto, su auto se detuvo frente a casa. Me saluda con una amplia sonrisa que hacen que mis nervios se tranquilicen un poco.
—¿Lista para una noche increíble? —pregunta, abriéndome la puerta del vehículo—.
—Si tú estás, yo también.
Durante el trayecto me contó que había invitado a varios amigos de la universidad y que el restaurante pertenecía a su familia.
—Es un lugar especial para mí —dice—. De niño solía correr por la cocina y esconderme entre las mesas. Hoy quiero presentarte todo lo que ha sido parte de mi mundo.
Asentí mirándolo y sonriendo. Se veía extremadamente feliz, pero una parte de mí seguía inquieta y realmente no entiendo a qué se debe esta ansiedad. Tal vez era solo la costumbre de esperar que algo saliera mal cuando todo iba demasiado bien.
El restaurante estaba ubicado en una esquina luminosa de South Kensington, con faroles cálidos y cristales que reflejaban el movimiento de la ciudad. Desde fuera parecía pequeño, pero al entrar, el ambiente era acogedor y elegante. Las paredes estaban decoradas con fotografías, botellas de vino alineadas y un aroma a pan recién horneado flotando en el aire. Había varias mesas reservadas, Leonora y Cristian ya estaban allí, saludándonos con entusiasmo.
—¡Por fin llegan! —exclama Leo abrazándome—.
Nos sentamos cerca del ventanal. La música ambiental era suave, un jazz ligero que acompañaba las conversaciones sin interrumpirlas. Alex se veía completamente en su elemento, iba y venía saludando a las personas, riendo, compartiendo anécdotas. A veces me tomaba de la mano como si necesitara recordarme que estaba ahí, conmigo, en medio de su mundo. Todo parecía perfecto…hasta que escuché el sonido de la puerta abrirse nuevamente. Alexander regresa su vista a la puerta y sonríe de oreja a oreja.
—Ahí vienen —dice con un brillo en los ojos que solo he visto cuando habla de alguien importante—.
Giro hacia a la puerta para conocer al famoso mejor amigo de mi novio. El sonido de los pasos resuena sobre el suelo de mármol. Primero entra un hombre alto, de porte seguro, cabello oscuro y esa sonrisa encantadora que parece hecha para abrir puertas. A su lado, una mujer delgada, de cabello castaño claro y ojos que reconocería incluso en el propio infierno.
El aire se me va del cuerpo.
Por un segundo, creí que se trataba de mis malos sueños. No…no podía ser. Mis manos comenzaron a temblar y Alexander se adelanta unos pasos, completamente ajeno a lo pálida que me encuentro.
#2968 en Novela romántica
#992 en Chick lit
amor verdadero, primer amor, dolor depresion angustia amor esperanza
Editado: 05.12.2025