El abrazo bajo el mismo cielo fue un reencuentro de almas que habían vagado por caminos separados. Pero el tiempo no se detiene, y la vida sigue su curso.
Ella había aprendido a vivir sin él, a escribir historias que no llevaban su nombre. Él había pintado paisajes de otros lugares, pero sus ojos siempre buscaban el mismo color avellana en la multitud.
Un día, ella recibió una invitación a una exposición de arte. El nombre del pintor era familiar. Y allí estaba él, con los mismos ojos avellana y la misma sonrisa.
—¿Crees en los finales inesperados? —le preguntó ella.
Él la tomó de la mano. —Creo en nosotros, incluso si es solo por un instante.
Bajo el mismo cielo, se miraron como si el tiempo no existiera. Y esta vez, no hubo despedidas. Solo un beso que selló su historia.
El beso bajo el mismo cielo los unió de nuevo, pero esta vez, no había dudas ni distancias. Sus almas se entrelazan como las ramas de un roble antiguo, fuertes y eternas.
Juntos, crearon su propio mundo. Pintaron lienzos con los colores del atardecer y escribieron historias de amor en las páginas de sus corazones. Las estaciones cambiaron, pero su amor permaneció inmutable.
Un día, ella encontró una carta en su buzón. Las palabras eran sencillas, pero el significado era profundo:
“Bajo el mismo cielo, siempre.”
Y así, bajo ese mismo cielo, se prometieron amor eterno.
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Editado: 21.12.2024