Capitulo 11.
Nina
El sol me despierta antes de que esté lista.
No me importa.
A veces el sol es el único que sabe cómo tocarme sin romperme.
Estoy en el sillón.
Todavía envuelta en algo que no sé si fue un sueño o una pelea conmigo misma.
Mis dedos tienen manchas de tinta azul.
El bolígrafo sigue en la mesa. Ordenado. Igual que mis apuntes.
Todo parece en su lugar.
Todo parece... incompleto.
Escucho a Rebecca en la cocina.
La veo, pero no.
Ella tampoco dice nada.
Y a veces eso es todo lo que necesito.
El silencio de alguien que no necesita arreglarme.
Nick llora. Bajito.
Pidiendo algo que no sabe nombrar.
Como yo.
Lucas ronca en el otro sofá.
Ese sonido me raspa los nervios.
Emma murmura desde su colchón en el piso.
Su voz es un susurro dulce.
Me recuerda que no todo está perdido. Que aún queda algo que puede salvarse.
Anna dejó una nota en la cocina: "Hay panqueques en el horno".
Ella siempre sabe cómo decir "te quiero" sin decirlo.
Yo no sé.
Nunca sé.
Rebecca se acerca.
La siento antes de verla.
Su voz es un soplo contra mi piel.
—Buen día, sol.
Abro los ojos.
El mundo todavía parece roto.
O tal vez solo esté incompleto.
Pienso en mi rompecabezas.
Las piezas que faltan.
La historia que no se puede contar del todo.
—¿Sigue faltando la pieza? —pregunto.
Rebecca sonríe. Como si entendiera cosas que yo no.
—Sigue faltando, sí. Pero no pasa nada.
¿No pasa nada?
¿Cómo puede no pasar nada cuando algo falta?
Frunzo el ceño.
Mi mente corre detrás de una idea que no sé cómo atrapar.
—Entonces no está roto. Solo... incompleto. Como yo.
Rebecca no contesta enseguida.
Pero su silencio lo dice todo.
—Incompleto no significa malo, Nina —susurra—. A veces las mejores personas son las que aprenden a vivir con alguna pieza perdida.
No sé si es verdad.
Pero suena bonito.
Y bonito, a veces, es suficiente.
—¿Entonces soy... una edición especial? —murmuro.
Rebecca ríe.
Su risa me envuelve. Me hace sentir real.
—La mejor edición especial del mundo.
Nick gorgotea como si también quisiera decirme algo.
Miro a Rebecca. Miro a Nick.
Me miro a mí.
Quizá, después de todo, no esté tan rota.
Solo... reescribiéndome.
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Lucas
Bajo las escaleras despacio, frotándome los ojos.
En la cocina, mamá anda de un lado a otro, y Emma ya está sentada, desayunando a su ritmo caótico de siempre.
Me dejo caer en la silla sin pensar demasiado en nada.
Hasta que siento su mirada.
Levanto la cabeza y ahí está Nina.
Con su libreta abierta, el bolígrafo entre los dedos, como si acabara de encontrar algo digno de ser guardado para siempre.
Me está mirando.
Demasiado.
Parpadeo, incómodo.
Miro mi camiseta gris.
Los pantalones que me quedan un poco más ajustados de lo que me gustaría admitir.
¿Qué carajo está viendo?
—¿Qué pasa? —pregunto, y mi voz suena más tensa de lo que debería.
Nina no contesta. Solo escribe.
Como siempre.
Pero esta vez se siente diferente.
Esta vez siento que me están leyendo como a un libro abierto.
—¿Qué escribiste? —pregunto, no sabiendo si quiero saberlo.
Antes de que ella pueda responder, Emma salta en su silla, emocionada como si estuviéramos abriendo regalos de cumpleaños.
—¡Quiero ver, quiero ver qué puso!
Me adelanto, cruzándome entre Emma y Nina como si eso sirviera de algo.
—Deja de molestar —le digo.
Y siento cómo me sube el calor a la cara.
Maldita sea.
Mamá nos mira desde la cafetera, divertida.
—Lucas, Emma apenas sabe leer —dice, como si eso solucionara algo.
Sí, claro.
Pero no se trata de que lea.
Se trata de que todos sepan.
Emma finge estar triste, bajando la cabeza dramáticamente.
—Estoy muy triste —dice, dándole más teatro al asunto—. ¡Quiero saber qué escribió Nina!
Y Nina, con esa calma suya que me parte por dentro, dice:
—Puedo leerlo para ti.
La miro, rogándole en silencio.
No lo hagas. No me mates aquí mismo.
—No te atrevas, Nina —le digo, medio en broma, medio en serio.
Mamá se acerca, cruzándose de brazos.
—Ahora yo también quiero saber.
Todo el aire de la cocina se vuelve demasiado pesado.
Demasiado caliente.
Demasiado todo.
Nina, tranquila como si no supiera que está a punto de destruirme, lee:
—"Lucas + camiseta gris + pantalones ajustados = chico guapo."
Por un segundo, nadie respira.
Después Emma estalla en carcajadas.
Mamá suelta una risa ahogada.
Incluso Nick, desde su sillita, parece encontrarlo gracioso.
Y yo... yo solo quiero desaparecer.
Me pongo de pie tan rápido que casi tiro la silla.
—¡Esto es ridículo! —digo, escapando hacia la puerta—. ¡No puedo creerlo!
No pienso. Solo corro.
Siento el sol de la mañana en la cara, el suelo bajo mis pies.
No me detengo hasta llegar a la playa.
Allí, por fin, respiro.
El aire fresco me llena los pulmones, salado, crudo, real.
El viento me golpea el rostro, y cierro los ojos.
Necesitaba esto.
Necesitaba salir antes de que todo dentro de mí explotara.
Mamá tiene razón: no voy a olvidar este momento.
No cuando, por un instante estúpido y perfecto, sentí que era más que un chico normal con una camiseta gris.
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Isaac
Abrí la puerta con cuidado.
El olor a pancakes recién hechos me golpeó primero.
Después, el olor a mar.
A hogar.
A una promesa de que esta vez todo estaría bien.
Sissy caminaba a mi lado.
Pequeña. Frágil.
Apretando su mochila como si le fuera la vida en ello.
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Editado: 02.05.2025