Bajo el mismo cielo

Capítulo 5: Cuando el pasado llama a la puerta

Camila Herrera

Camila no solía temblar.
Se había entrenado para resistir. A criar sola. A sonreír mientras dolía. A fingir que su mundo era suficiente.
Pero esa tarde, al recibir el correo con el nombre “Lucía Corvalán” en el remitente, el alma se le fue al suelo.

> Hola, Cami.
Sé que no hablás conmigo hace años.
Pero estoy de vuelta en la ciudad.
Y necesito verte.
Urgente.
Por favor.

Camila se quedó quieta, leyendo esas pocas líneas una y otra vez, mientras Valentina jugaba con un rompecabezas en el sillón.
Su estómago se cerró como una trampa.

Lucía.

La última persona que quería ver.
La que le mostró la foto.
La que sembró la duda.
La que fue amiga de los dos… y los separó con una mentira.

Mientras tanto, en el hospital, Adrián revisaba informes pediátricos cuando la escuchó antes de verla.

—¡Pero si es el doctor estrella!

La voz femenina, aguda y con un dejo de arrogancia, lo sobresaltó. Al girar, Lucía Corvalán lo abrazó sin permiso.

—No puedo creerlo. ¡Adrián Salvatierra en mi hospital!

Él forzó una sonrisa.

—Lucía… ¿qué hacés acá?

—Estoy de vuelta. Me asignaron al área de neonatología —dijo, girando sobre sí misma como si estuviera en un desfile—. Lo tuyo es impresionante, Adri. Vi tu entrevista en CNN. Todo el mundo habla de vos.

Él asintió con cortesía, pero su cuerpo se tensó.
No era la misma mujer que recordaba. Había algo… más frío. Más afilado.

—¿Y Camila? ¿La viste ya?

Adrián no respondió.
Lucía soltó una risita.

—¿Te contó lo que pasó antes de irse?

—No. Todavía no.

Lucía pareció disfrutarlo.

—Interesante… —dijo con un tono cargado de veneno disfrazado de simpatía—. Porque lo que ocurrió entre ustedes fue una pena. Eran la pareja perfecta. Pero bueno… supongo que hay verdades que nunca se cuentan.

Adrián la miró con atención.
Fue solo un instante, pero algo en su mirada cambió.

Un recuerdo. Una sospecha.
Un presentimiento.

Camila esperó a Valentina en la puerta del jardín con la mente llena de alarmas.
Sabía que Lucía estaba en la ciudad. Sabía que había reaparecido justo ahora.
Y eso solo podía significar una cosa: peligro.

La vio venir con su mochila saltando sobre la espalda y el buzo grande que le llegaba hasta las rodillas. Su hija. Su todo.

—¿Mamá? —preguntó Valentina mientras subían al colectivo—. ¿Vos conocías a la señora rubia que estaba hablando con el doctor Adrián?

Camila la miró rápido.

—¿Cómo?

—Sí. La que dijo que era amiga de ustedes. Tenía los zapatos más altos del mundo.

Camila sintió el frío recorriéndole la espalda.

Lucía había llegado. Y ya se estaba metiendo.

Esa noche, Camila no durmió.

Mientras Valentina dibujaba con crayones en la mesa, ella se sentó en la cama y miró su celular.
El mensaje de Lucía seguía ahí.

> Necesito verte.Urgente.

Pero Camila no quería verla.
No quería oír su voz.
Porque sabía que Lucía no regresaba por casualidad.

Sabía que su secreto —el único que había jurado proteger con su vida— estaba en riesgo.

Y que si Lucía hablaba…
todo iba a salir a la luz.




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