Bajo el mismo cielo

Capítulo 6 – Las palabras que no debieron decirse

Camila Herrera

Camila caminaba por el pasillo del hospital con los pasos medidos y la mirada fija en el suelo.
No quería cruzarse con nadie. No quería explicaciones, ni recuerdos.
Pero el destino —como siempre— tenía otros planes.

—Camila. —La voz sonó detrás de ella, aguda, reconocible.
Camila se detuvo. Cerró los ojos.
Y al girar, allí estaba Lucía, impecable, con su bata blanca y una sonrisa que no llegaba a los ojos.

—Te ves igual —dijo Lucía, rompiendo el silencio—. Un poco más cansada, tal vez.

—Y vos igual de hipócrita —respondió Camila sin rodeos.

Lucía soltó una risa seca.
—Siempre tan directa. No vine a pelear, Cami. Vine a hablar.
—No tenemos nada que hablar.
—Oh, claro que sí —replicó Lucía, dando un paso más cerca—. Por ejemplo, podrías explicarme por qué desapareciste sin decirle nada a Adrián.
—No te importa.
—Me importa, porque él era mi amigo. Y merecía saber que ibas a… —Lucía se interrumpió, pero fue suficiente.

Camila la miró con una mezcla de furia y miedo.
—No digas una palabra más.

Lucía arqueó una ceja, con una sonrisa en los labios.
—Ah, claro. El secreto sagrado.
—No te atrevas, Lucía.
—¿Qué vas a hacer? ¿Volver a huir?

El aire se volvió espeso.
Camila apretó los puños, luchando por mantener el control. Sabía que una sola palabra más podía desatar una tormenta.
Pero antes de responder, una voz masculina los interrumpió desde el pasillo.

—¿Qué está pasando acá?

Adrián estaba allí.
De pie, con su bata y el ceño fruncido.
Su mirada pasó de una a otra, notando la tensión.

Lucía sonrió con esa seguridad venenosa que la caracterizaba.
—Nada grave, Adri. Solo viejas amigas poniéndose al día.
—No lo parece —dijo él con frialdad—. Camila, ¿estás bien?

Camila asintió, aunque su voz le tembló al hablar.
—Sí. Estoy bien.

Lucía la observó en silencio, disfrutando del desconcierto que había sembrado.
Y entonces, justo antes de alejarse, soltó la frase que Camila temía desde el principio:

—Deberías contarle algún día, Cami. No sería justo que se entere por alguien más.

El tiempo se detuvo.
Adrián la miró, confundido.
—¿Contarme qué?

Camila lo miró, con los ojos llenos de miedo.
Lucía ya se había ido, y el eco de su voz flotaba en el aire como una amenaza.

—Nada —susurró Camila—. No era nada.

Pero Adrián no le creyó.
Podía ver el temblor en sus manos, la forma en que evitaba mirarlo.
Y supo, en lo más profundo, que le estaba ocultando algo.

Esa noche, Adrián no pudo dormir.
La escena se repetía una y otra vez en su cabeza.
El tono de Lucía.
La expresión de Camila.
Ese miedo que había visto en sus ojos.

“No sería justo que se entere por alguien más…”

La frase resonaba como un eco incesante.

¿Qué era eso que no debía saber?
¿Qué había pasado realmente siete años atrás?
Y sobre todo…
¿Por qué tenía la sensación de que todo lo que había creído hasta ahora estaba a punto de derrumbarse?

Camila, mientras tanto, miraba dormir a Valentina.
La acarició con ternura, conteniéndose para no llorar.
—Te prometí que te iba a proteger, amor —susurró—. Y lo voy a cumplir, cueste lo que cueste.

Pero mientras la niña respiraba tranquila, Camila entendió que la paz estaba a punto de terminar.
Porque el pasado había vuelto.
Y esta vez…
no pensaba irse sin destruirlo todo.




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