Bajo el mismo cielo roto

5

"Eres la única razón por la cual me levanto en las mañanas con una sonrisa y duermo como un niño pequeño. Es porque te amo, rubia"

Christopher Warren.

Antes de poder darnos cuenta, nos quedamos dormidos en la playa. El brazo de Chris reposaba en mi cintura, mi cabeza descansaba sobre su pecho escuchando el constante latido de su corazón.

Fui la primera en despertar. Abrí los ojos viendo los primeros rayos de luz, el viento era constante y las olas se sacudían pareciendo contar una historia.

Siempre he creído que el mar tiene vida, y cada ola o sacudida no es casualidad. Quizás algo la dirige, nada es casualidad en el agua.

—Buenos días, rubia —emitió Chris ronco con una sonrisa. Se acomodó un poco, metiendo su cabeza en mi pecho.

—Buenos días, guapo — acaricié la parte superior de su cabello.

—¿Dormiste bien?

—En tu pecho, dormiría toda la vida.

—Siempre sabes como hacerme sonrojar —dijo, abrazándome con fuerza.

—Parece que si —pegue mi rostro a su cabello con los ojos cerrados, su olor me envolvió.

—¿Estás bien después de lo de anoche?—la preocupación en su voz me hizo sonreír.

—Lo de anoche fue perfecto. Fue el momento adecuado con la persona adecuada. Me siento completa cuando estoy contigo.

—Fue mágico para mí también, rubia —Chris se apoyó en su brazo, mirándome.

—Te amo.

—Yo te amo más, rubia.

Ahora podíamos estar seguros de decir esas palabras.

No puedes decir un "te amo" si no lo sientes con toda la fuerza de tu corazón. Esas dos palabras son sagradas.

Un "te amo" solo tiene fuerza si en verdad lo sientes con cada latido. Es muy poderoso, porque tiene la capacidad para sanar, para amar y para destruir. Es un arma que se debe controlar, no puedes apuntar sin precisión y con cuidado, podrías salir herido.

—Mi padre nos va a regañar mucho — dejé soltar un suspiro.

—Le pediré perdón y si hace falta, me voy a arrodillar.

—La última vez nos regañó durante dos horas. No tengo cabeza para soportar eso nuevamente.

—Solo te está protegiendo.

—Pero ya te conoce —cuestione.

—Aun así, sigue siendo tu padre. Él intenta protegerte de todo.

—De ti, no me debería proteger, nunca me harías daño.

—Así es, pero protegerte es un acto de amor que hace. Si yo tuviera una hija alguna vez, también sería así —su confesión me hizo sonreír.

—Serias un buen padre, Chris.

—Contigo a mi lado sin duda alguna.

—Quiero tener diez hijos contigo.

—¿Diez? —se escandalizó —. Primero tendremos uno y a medida iremos viendo, rubia.

—Los que Dios quiera para nosotros, esos serán los más amados.

—Eres hermosa, ¿lo sabías?

Chris se acercó, dejando un beso dulce y largo sobre mis labios.

—Cada vez que estoy contigo, me siento completo. Es como si fueras mi vitamina personal.

Una sonrisa tonta se escapó de mis labios.

—Me encanta ser tu vitamina. Puedo recargarte todos los días.

Chris puso una cara decaída, —Parece que estoy descargado y necesito energía.

Torcí los ojos. Me incliné hace él, dejando un beso en su mejilla.

—¿Así está bien?

—Apenas está en diez por ciento —le di otro beso —. Treinta.

Esta vez, besé sus mejillas, sus ojos y su nariz.

—Ochenta —dijo sonriendo.

—Chris —inquirí. Él cerró sus ojos y aguardó. Me acerqué, jugando con nuestras narices, esta vez dejé un beso largo en sus labios.

Chris aprovechó el momento para profundizarlo, agarrando mi cabeza, haciendo que nuestras bocas encontraran ese punto perfecto.

—Estoy completamente recargado de ti.

Luego de un tiempo, abrí la puerta con el corazón en la garganta. Chris sonreía como un niño, ¿cómo puede estar tranquilo en esta situación? Cerré la puerta dejando soltar un suspiro. Alguien carraspeo la garganta detrás de nosotros. Era papa.

—¿Se puede saber qué hacen a las seis de la mañana entrando por la puerta?

—Papa —empecé, con voz suave.

—A la sala —ordeno —. ¡Ya!

Ambos lo seguimos como dos cachorritos regañados. Me senté en uno de los sillones, Chris me siguió, sentándose a mi lado.

—¿Dónde esta mamá?—pregunte a papá.

Papa nos miraba molesto. Pegue mis labios, arrepintiéndome de abrir la boca.

—Se fue a trabajar.

—Oh —dije por lo bajo.

—Nada de "oh"—me imitó —, ustedes tienen una hora de llegada. Chris te conozco desde hace años, pero habíamos acordado que llegarían a más tardar a la una. Son las seis de la mañana, ¿crees que es aceptable?



#2765 en Novela romántica

En el texto hay: amor, odio, hermano

Editado: 22.11.2024

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