Bajo el mismo cielo roto

6

"Una vida sin ti, es una vida incompleta"

Paige Gilmore.

Al llegar a la sala de emergencias, vi a un grupo de médicos y enfermeras en una esquina, sus rostros serios y tensos. La súbita calma en el aire me hizo detenerme, y mi corazón se hundió en mi pecho.

La familia de Chris estaba en una esquina. Eleanor sollozaba en el pecho de su esposo mientras lo abrazaba. Mi madre y hermanos ya estaban reunidos, pálidos y con mal aspecto.

Me uní a ellos con pasos cuidadosos.

—¿Qué pasó?— pregunte, mientras miraba al horizonte, sin ver nada en específico.

—Tuvo un accidente. Estamos esperando que nos digan cómo se encuentra —respondió mamá. Mi madre pasó los brazos por mi cuerpo, abrazándome, sin embargo, no pude hacer lo mismo. Solo estaba mi cuerpo, mi mente parecía haber viajado a otro lugar.

¿Un accidente? Él me prometió que tendría cuidado. Esto no es posible.

¿Por qué todo está tan callado? Las luces brillaban intensamente, pero no podían iluminar la penumbra que se había apoderado de mí. Uno de ellos se acercó a nosotros intranquilo.

—Necesito que respiren antes de escuchar lo que tengo que decirles —dijo el médico. Su tono me empezó a preocupar.

Los rostros a mi alrededor reflejan una mezcla de esperanza y ansiedad; todos esperan escuchar lo que el doctor tiene que decir. Mi mente empieza a dar vueltas, intentando anticipar lo que podía suceder.

Pude sentir que había algo en el aire, una gravedad que iba más allá de las palabras.

—¿Está bien mi hijo?—Eleanor se abrazó a sí misma, tratando de respirar.

—Lo que voy a decir puede ser difícil de escuchar, y es fundamental que mantengan la calma.

Asentí, intentando controlar el latido acelerado de mi corazón. Él se tomó un momento, buscando las palabras adecuadas mientras miraba mis ojos.

—Por favor, díganos—inquirió, Jacob, casi al borde del desespero.

—Es posible que la noticia requiera un tiempo para procesarla —continuó —. Estoy aquí para explicarles cada paso que podemos dar a continuación.

En ese momento, supe que debía reunir todas mis fuerzas. La incertidumbre estaba presente, pero también la esperanza de que, pase lo que pase, habría un camino que seguir.

—No me diga que él está...—empecé a murmurar. Él me interrumpió antes de poder formular bien las palabras.

—Lamento su perdida. No pudimos hacer nada —soltó el médico sin anestesia. Directo, conciso y con toda la culpa en su rostro.

—Mamá, tú dijiste que él estaría bien —solté bajo. Como un susurro, como un reclamo persistente.

Eleanor pegó un grito que dejó mis oídos sin sonido.

Siempre he creído que la vida es como una jodida agonía, donde solo siento mi dolor y mis ganas de desvanecer el mundo con mis manos, donde pueda alterar todo orden. Tan lejano, tan distante, como un destino al que nunca podre llegar, el camino está cubierto de rosas venenosas y un aroma que parece consumirme, no puedo respirar, me falta aire, siento que me quemo por dentro, estoy sin aliento queriendo escapar de la realidad. Quiero, quiero poder respirar y ser como un pequeño pájaro que puede volar y alzarse a lo largo del cielo.

La noticia resonó en toda la habitación, sin embargo, solo se escucharon los latidos de nuestros corazones como uno solo. Observe a mi alrededor escuchando el latido en mi cabeza, el hospital me pareció tan frío y denso, la gente moría en este lugar todos los días. Los doctores tenían que ver y repetir esa escena cada maldito día, y los familiares dejaban una huella profunda en cada lágrima.

Los hospitales son los lugares más tristes de todo el mundo.

Fue como si mi corazón hubiera dejado de latir.

Me quedo completamente vacía. No existía, solo flotaba en una realidad desconocida.

—Eso no es cierto —sacudí la cabeza, negándolo. Pegue mis labios, abrazándome a mí misma.

—Paige —papá se acercó, tratando de abrazarme. Sus brazos están fríos, no me calman en absoluto, parece que cada movimiento me deja peor.

Trate de sonreír; sin embargo, la sonrisa no llegaba hasta mis ojos.

—¿Saben qué? Yo no lloraré, porque él está vivo, yo sé que está vivo —mi voz sonó desesperada, quizás porque era mi única esperanza de sobrevivir. Todos parecían mirarme como una tonta e incrédula, pero debía ser un error.

Quizás no era él.

—Paige —esta vez Adrián trato de acercarse con ojos amables —, por favor.

Negué rotundamente con los labios apretados, alejándome sin permitir que me tocara.

—No. Chris no me dejaría sola, nosotros hicimos una promesa, él no se atrevería a romperla.

Todos me miran con lástima, como si fuese la única que no comprendía lo que estaba pasando. Pero yo si estaba segura, al menos, me aferraba a ello desesperadamente.

Eleanor se dejó caer en el suelo, su esposo la tomo en sus brazos, abrazándola.

Corrí, arrodillándome frente a ella, —Eleanor, él no nos dejaría. Él está vivo —agarre sus manos entre las mías. Eleanor temblaba. El señor Jacob sacudió la cabeza, con los ojos rojos.



#2765 en Novela romántica

En el texto hay: amor, odio, hermano

Editado: 22.11.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.