"Un simple roce o una simple mirada dirá más que mil palabras al aire"
Paige Gilmore.
Había hecho las paces con Warren.
La tensión acumulada durante años finalmente había quedado atrás. No éramos mejores amigos, ni mucho menos, pero al menos podíamos compartir un espacio sin que las palabras se transformaran en cuchillos. Para mí, eso ya era un gran logro.
Sin embargo, después de nuestra última conversación, no podía dejar de preguntarme si había hecho algo mal. La duda se había instalado como un huésped incómodo, recordándome cada palabra, cada gesto.
Saber que Chris había pensado en mí hasta el último latido de su corazón me destrozaba. El amor es tan fuerte, tan denso, que a veces te hace perder el rumbo, como un faro cegador en medio de una tormenta. El corazón no piensa; simplemente actúa.
Por otro lado, Adrián seguía intentando juntar los pedazos de sí mismo. Mamá lo llevaba a terapia, y, aunque trataba de ser fuerte, a menudo la escuchaba llorar en las noches, ahogando sus sollozos para que nadie más los oyera. Era como si nuestro hogar estuviera atrapado en una eterna noche de invierno.
Tantas cosas habían pasado en tan poco tiempo. Todo lo que alguna vez creí eterno se había desmoronado, dejando solo un eco de lo que fue.
—Paige… volviendo al planeta Tierra —musitó Kyle, con una sonrisa que parecía iluminar todo el autobús.
Me sobresalté ligeramente y parpadeé, sacándome de mis pensamientos como si despertara de un mal sueño. Kyle estaba sentado a mi lado, lleno de energía como siempre.
Era la excursión anual. Un fin de semana fuera, lejos de la rutina, compartiendo con los grupos que terminarían el año y los de antepenúltimo. Normalmente, sería emocionante. Pero este viaje me dejaba con una mezcla de emociones difíciles de descifrar.
Chris había esperado este momento con ansias, o al menos eso solía decirme. Ahora, estaba sola.
Apreté el colgante que llevaba al cuello, sintiendo el peso de su ausencia.
Miré a mi alrededor. Aurora estaba al lado de Vicent, charlando animadamente. En el fondo del autobús, Kaiden estaba con Zoe. Cuando nuestras miradas se cruzaron, él me guiñó un ojo.
Mi reacción fue instantánea. Fruncí el ceño y le saqué la lengua, sin dignarme a ocultar mi irritación. Él, como siempre, parecía encontrarlo divertido, pero Zoe rápidamente le agarró la mano, robándole toda su atención.
Suspiré y volví mi mirada hacia Kyle, quien seguía parloteando como si nada hubiera pasado.
—¿Sabes qué? —dijo de repente, con esa chispa característica en su voz—. Este autobús necesita más diversión. ¡Deberían poner un karaoke aquí!
No pude evitar soltar una carcajada.
—¡Oh, no! —respondí, negando con la cabeza—. ¿Te imaginas a todos cantando “Despacito” a gritos mientras el conductor intenta no chocar?
Kyle asintió como si hubiera dicho algo brillante.
—Exacto. Y yo sería el primero en hacerlo. ¡Voy a convertirme en una estrella del autobús!
—¡Joder, no empieces, Kyle! —intervino Vicent desde unos asientos más adelante, llevándose una mano a la frente como si ya anticipara el desastre.
Pero era demasiado tarde. Kyle se puso de pie, extendió un brazo como si estuviera en un escenario y, con una voz exageradamente melodramática, comenzó:
—"Des-pa-cito… quiero respirar tu cuello despacito…"
El autobús entero estalló en risas mientras algunas chicas lo grababan con sus teléfonos. Una chica en la parte delantera nos miró con una ceja levantada, pero incluso ella terminó sonriendo.
—¡Kyle, por favor! —le dije entre carcajadas—. No asustes a la gente.
—¿Asustar? —respondió él, llevándose una mano al pecho como si le hubiera ofendido—. Paige, esto es arte.
No podía evitar reírme aún más. Tal vez este viaje no sería tan terrible después de todo.
El autobús se detuvo bruscamente al pasar sobre un bache, haciendo que Kyle se tambaleara como si estuviera en una montaña rusa.
—¡Sujétense! ¡Estamos a punto de despegar! —gritó, extendiendo los brazos como si estuviera al mando de un avión.
Los pasajeros estallaron en carcajadas, y uno de los chicos le lanzó un “¡baja el volumen!” de forma juguetona. Pero Kyle, como siempre, no se rindió.
—No puedo bajar el volumen, amigo. ¡Mi talento es demasiado grande para este autobús!
Sacudí la cabeza entre risas, intentando encontrar una manera de distraerlo. Miré por la ventana y vi un perro paseando por la acera, moviendo la cola alegremente.
—Mira ese perro tan bonito —dije, señalándolo, con la esperanza de que Kyle dejara de hacer su show.
Él se inclinó hacia la ventana con una seriedad que me hizo reír aún antes de que hablara.
—Es verdad, Paige. Pero creo que le falta algo… un poco más de actitud. ¿Te imaginas si hablara?
Levanté una ceja, jugando con la idea. —¿Qué diría?