“Es necesario haber amado, después perder el amor y luego volver a amar todavía más”
Vicent Van Gogh.
Día de Acción de Gracias
Para muchas familias, este día era solo una fecha en el calendario. Pero para los Warren y los Gilmore, siempre había sido motivo de celebración.
Desde que tengo memoria, nos reuníamos todos, creando un caos alegre que llenaba la casa de risas. Sin embargo, este año era diferente. Quizás no sería lo mismo, pero sabíamos que debíamos continuar por él.
Mi ánimo había mejorado en los últimos días, y tener a Kaiden como amigo en lugar de enemigo era un alivio que no sabía cuánto necesitaba. Su presencia ya no era una sombra molesta, sino más bien un faro que me anclaba en los días difíciles.
La mesa estaba llena de vida, como siempre. Jacob y mi padre ocupaban el centro, enfrascados en una conversación apasionada que probablemente tenía que ver con trabajo o política. Mi madre y Eleanor charlaban animadamente sobre telas, patrones y colores, sus manos gesticulando con entusiasmo. Al observar a Eleanor, no pude evitar sonreír. Había pasado por tanto, pero la terapia parecía estar ayudándola. Había luz en sus ojos nuevamente.
Mis hermanos, Brian y Nate como de costumbre, estaban en su propia competencia infantil sobre quién comía más rápido, mientras Brandon ignoraba el ruido a su alrededor con un libro abierto frente a él. Puse los ojos en blanco. Él nunca cambiaba.
Entonces, mi mirada se desvió hacia Kaiden. Estaba tranquilo, su rostro relajado mientras observaba a los demás, como si estuviera absorbiendo la energía de la habitación. Ya no me irritaba verlo allí, todo lo contrario. Su presencia tenía un efecto sorprendentemente calmante en mí.
Tomé mi copa de vino y la golpeé suavemente con una cuchara, dejando que el tintineo llamara la atención de todos. Las conversaciones cesaron poco a poco, y de repente, todas las miradas estaban sobre mí.
—¿Todo está bien, cariño? —preguntó mamá, frunciendo el ceño con un gesto de preocupación.
Le dediqué una sonrisa tranquilizadora.
—Todo está bien, madre. Solo quería decirles algo.
Eleanor dejó su cuchara a un lado y se limpió la boca con la servilleta, dándome toda su atención.
—Por favor, querida, adelante.
Respiré hondo, tratando de encontrar las palabras correctas.
—Este ha sido un año muy difícil para todos —dije al fin. Vi cómo las cabezas bajaban alrededor de la mesa, los rostros llenos de una tristeza que todavía estaba demasiado presente. Mi corazón se apretó, pero supe que debía continuar—. Pero estamos aquí, juntos, y eso es lo que importa. Debemos seguir adelante... por Chris.
Mi voz tembló al final, y llevé una mano a mi pecho, como si el gesto pudiera contener las emociones que amenazaban con desbordarse. Dejé escapar un largo suspiro antes de continuar.
—Sé que creí que mi dolor nunca pasaría. Que este vacío sería eterno. Pero aquí estamos, todos nosotros, y hoy quiero que recordemos lo que Chris nos enseñó: que siempre hay motivos para sonreír, incluso en los días más oscuros.
Eleanor me miró con una sonrisa tensa, sus ojos brillando con lágrimas contenidas, pero llenos de aprobación.
—No quiero que se pongan tristes —añadí rápidamente, con un tono más ligero—. Hoy estamos aquí para celebrar, para estar juntos, y debemos ser felices. Chris no querría que fuera de otra manera.
Hubo un momento de silencio, roto solo por la respiración contenida de algunos. Luego, papá asintió lentamente, su voz grave pero cálida.
—Eso es muy lindo, hija —dijo, con una sonrisa que parecía iluminarse entre las sombras de su propio dolor.
Kaiden me miró desde el otro lado de la mesa, sus ojos fijándose en los míos como si quisiera decir algo, pero no necesitara palabras. En ese instante, sentí que, a pesar de todo lo perdido, todavía teníamos mucho por lo que estar agradecidos.
—Lo que quiero decir es que he decidido asistir al psicólogo.
La confesión salió de mis labios más firme de lo que esperaba, aunque mi corazón latía como un tambor en mis oídos.
—Paige... —susurra mamá, su voz cargada de emoción.
Bajo la mirada por un momento, organizando mis pensamientos.
—He estado pensando... —pauso, respirando hondo antes de continuar—. Quiero seguir adelante. No quiero que los recuerdos que tengo con Chris sean una fuente constante de tristeza. Quiero recordarlo con amor. Quiero que, cuando sea viejita, pueda hablar de un amor que me enseñó lo que significa amar a alguien con todo tu corazón.
Las palabras salen con fluidez, como si hubieran estado esperando mucho tiempo para ser dichas.
—No quiero que me queden cicatrices malas, solo cicatrices.
Un silencio profundo invadió la sala. Las miradas de todos estaban sobre mí: algunas llenas de admiración, otras con un destello de gratitud y ternura. Eleanor fue la primera en moverse. Se levantó lentamente, sus ojos brillaban con lágrimas contenidas.
Se acercó a mí y, sin previo aviso, me envolvió en un abrazo cálido y reconfortante.