"El psicólogo no es para locos"
La psicóloga me recibe con una sonrisa amable, aunque había algo en su mirada que me hizo sentir vulnerable desde el primer momento. Me senté en el sillón frente a su escritorio, las manos nerviosas entrelazadas. No sabía bien qué esperar de esta sesión, pero ya no podía seguir ignorando el dolor que aún me carcomía por dentro.
—Entonces, Paige, ¿cómo te sientes hoy? —su voz era suave, casi como si estuviera esperando que yo me desahogara.
Respire hondo y miré al suelo antes de responder. La verdad es que no sabía cómo poner en palabras lo que sentía. Había días en que el peso de la pérdida me aplastaba, pero con el tiempo, las lágrimas se estaban haciendo menos frecuentes. El dolor seguía allí, pero ya no me ahogaba de la misma manera.
—Siento... que me duele mucho, pero ya no lloro tanto como antes —dije, mi voz tembló ligeramente al pronunciar esas palabras.
La psicóloga me observa en silencio, asintiendo lentamente, como si estuviera considerando mis palabras.
—El dolor de perder a alguien que amas es algo que no desaparece de un día para otro, Paige. Pero lo importante es que estás aquí, buscando maneras de sanar. Y aunque el tiempo ayuda, a veces necesitamos algo más para encontrar un nuevo camino.
Suspiré, asintiendo levemente. Sabía que tenía razón.
—A veces parece que mi vida está en pausa... como si todo lo que me rodea sigue moviéndose, pero yo no —admití, mis manos apretándose con fuerza.
La psicóloga me observa con una comprensión tranquila.
—Eso es normal, Paige. La pérdida te ha dejado una marca profunda. Pero eso no significa que tengas que quedarte atrapada en el dolor. Hay formas de sanar, de encontrar un nuevo camino sin olvidar lo que has vivido.
Me quedé en silencio, pensando en sus palabras. Necesitaba encontrar una manera de sanar, de dar un paso hacia adelante sin sentir que traicionaba lo que había sido tan importante para mí.
—Paige, hay un taller que me gustaría recomendarte. Se llama "Terapia de Desahogo". Es un espacio donde las personas que han sufrido pérdidas pueden trabajar en su proceso emocional. No es un grupo de apoyo común, sino un lugar en el que podrás expresarte y liberar lo que llevas dentro de una manera más activa.
La idea me sorprendió un poco. ¿Una terapia en grupo? La idea de compartir mis emociones con desconocidos me ponía nerviosa, pero algo en las palabras de la psicóloga me hizo sentir que podría ser lo que necesitaba.
— ¿Qué tipo de actividades hacen en ese taller? —pregunté, tratando de imaginarme en ese entorno.
—Es un espacio donde los participantes se ayudan mutuamente. Realiza ejercicios de conexión emocional, actividades que ayudan a liberar tensiones y, a veces, incluso ejercicios de contacto físico como el tacto, abrazos o, incluso, sentarse cerca de otra persona para compartir una experiencia. Es una forma de sanar juntos. Te ayudará a descubrir que no estás sola en esto.
Mi mente comenzó a trabajar rápidamente. No sabía si estaba lista para algo tan personal, pero al mismo tiempo, sentí una chispa de esperanza. Tal vez este taller podría ayudarme a dar un paso hacia adelante.
—Lo intentaré —dije finalmente, un poco sorprendida por mi propia decisión. No sabía si era la solución, pero estaba dispuesta a intentarlo.
La psicóloga asiente con suavidad.
—Me alegro de escuchar eso, Paige. El simple hecho de dar ese paso ya es un avance. Te enviaré los detalles, y si decides ir, estarás bien. Es un espacio seguro.
Al salir de la consulta, sentí una mezcla de incertidumbre y alivio. No sabía qué esperar del taller, pero algo en mi interior me decía que tal vez era el primer paso hacia lo que tanto necesitaba: sanar. La idea de poder dejar ir el pasado sin olvidarlo, de poder liberarme sin sentirme culpable, me dio una leve esperanza.
Al llegar al lugar a la mañana siguiente, miré la dirección en mi teléfono y, por suerte, parecía coincidir. El edificio era moderno, nuevo, con una fachada limpia y minimalista. Un nudo se formó en mi estómago mientras cruzaba la puerta. Sentí un torbellino de nervios invadiéndome.
La recepcionista, una chica joven y con una sonrisa relajante, me indicó que la siguiera. Caminamos por un pasillo de paredes suaves, decoradas con colores cálidos. El lugar parecía acogedor, pero algo en mi pecho me hacía sentir incómoda.
Entramos en una habitación amplia y luminosa, y mis ojos comenzaron a recorrer el espacio. Varias personas estaban sentadas en el suelo, formando un círculo, pero al instante, mi mirada se detuvo.
Mi corazón dio un salto en mi pecho al ver a Kaiden allí, con las piernas cruzadas y una expresión tranquila. En un impulso, un gritito interior me sacudió, y sin pensarlo mucho, me senté a su lado, tratando de mantener la calma.
Kaiden volteó lentamente hacia mí, arqueando una ceja con sorpresa.
—¿Qué haces aquí? —me susurró, con una ligera sonrisa en los labios.
—Es una terapia —respondí, tratando de disimular mi nerviosismo—. No eres el único que lo necesita.
Observé su rostro. Parecía relajado, como si fuera algo normal para él. Probablemente, estaba siendo atendido por un psicólogo, o... ¿estaba de alguna manera siguiéndome? Mi mente comenzó a dar vueltas. O quizás solo busca sanar. Pero Kaiden el indestructible, nunca pensé que necesitara ayuda.
Kaiden se rió suavemente, como si leyera mis pensamientos.
—No te estoy siguiendo. Deja de pensar tanto y relájate.
Me sentí un poco tonta al escuchar sus palabras. Mi respiración se relajó un poco, pero todavía había un nerviosismo que no podía disipar por completo.
En ese momento, una mujer rubia se levantó frente a todos. Su presencia era calmada y su sonrisa, genuina. Parecía ser la terapeuta, o al menos alguien a cargo. Se acomodó en el centro del círculo y nos miró a todos con una mirada cálida.