"Los ojos nunca mentirán y hay amor detrás de ellos"
El pasillo parece quedar en completo silencio, como si el mundo se hubiera reducido solo a nosotros tres. Connor nos observa con una expresión que nunca antes le había visto. No es la sonrisa burlona ni la actitud despreocupada que siempre muestra. Ahora hay algo oscuro en su mirada, algo que hace que mi piel se erice.
Kaiden da un paso adelante, su mandíbula tensa, sus puños cerrados.
—¿Qué dijiste? —pregunta con la voz baja, pero afilada como una cuchilla.
Connor ladea la cabeza, su boca se curva en algo parecido a una sonrisa.
—Dije que, si lo hago, ¿qué?
Mi corazón martillea contra mis costillas. No me atrevo a apartar la mirada de él, aunque mi mente me grita que corra. Hay algo en la forma en que lo dice, en cómo nos observa, que confirma nuestras sospechas sin necesidad de pruebas.
—Sabes lo que pasó con Chris —logro decir, sintiendo la garganta seca—. Sabes más de lo que has dicho.
Connor suelta una carcajada baja y se pasa la lengua por los dientes.
—¿Y qué vas a hacer, Paige? ¿Llorar hasta que confiese?
Mi cuerpo se tensa. Kaiden, a mi lado, respira con fuerza, intentando contenerse.
—Tienes cinco segundos para decirme la verdad —advierte Kaiden, su voz temblando de rabia.
Connor levanta las manos en una burla de rendición.
—Oh, por favor. ¿La verdad? La verdad es que Christopher ya no está, y nada de lo que hagan lo traerá de vuelta.
No termino de procesar sus palabras cuando todo sucede en un instante.
Kaiden lo golpea.
Un impacto seco resuena en el pasillo cuando el puño de Kaiden conecta con la mandíbula de Connor, haciendo que este tropiece hacia atrás.
Los murmullos de los estudiantes a nuestro alrededor se intensifican, algunos retroceden, otros sacan sus teléfonos.
Pero a Kaiden no le importa. Se lanza sobre Connor, sujetándolo por el cuello de la camisa y empujándolo contra los casilleros.
—¡DILO! —le grita, su voz cruda, rota.
Connor sonríe con los labios manchados de sangre.
—¿Qué quieres que diga, Kaiden?
—¡Que fuiste tú! —Kaiden aprieta más los puños, su respiración entrecortada—. Que le hiciste algo a mi hermano. ¡Dímelo!
Connor se ríe. Una risa baja, áspera, cruel.
—Vaya, vaya... —murmura, sin dejar de mirarlo—. Si sigues así, vas a terminar como él.
Mi estómago se hunde.
Kaiden deja de respirar por un segundo.
Y luego, lo golpea de nuevo.
—¡CÁLLATE!
La violencia del impacto hace que Connor caiga al suelo, llevándose una mano a la cara. Pero, en lugar de molestarse, se ríe otra vez, como si esto le divirtiera.
—Me encanta verlos perder el control —dice, escupiendo sangre al piso—. Me hace sentir... poderoso.
Antes de que Kaiden pueda hacer algo más, alguien lo agarra por detrás y lo separa a la fuerza. No sé quién es, solo sé que lo alejan de Connor antes de que la situación se salga aún más de control.
Mis ojos están fijos en Connor.
Él me mira con una sonrisa torcida y me susurra algo que apenas alcanzo a oír:
—Te estás metiendo en problemas, Paige.
Un escalofrío me recorre la espalda.
Él sabe.
Sabe que hemos estado siguiéndolo, que lo hemos estado observando.
Y ahora, nosotros también sabemos la verdad.
Chris no murió en un accidente.
Los gritos de los estudiantes, el sonido de los casilleros resonando por el golpe y la respiración agitada de Kaiden crean un caos que apenas puedo procesar.
Connor sigue en el suelo, limpiándose la sangre del labio con el dorso de la mano. Me observa con esa sonrisa torcida que hace que el miedo me cale hasta los huesos.
—Esto fue divertido —dice con una calma insoportable—. Pero la próxima vez... bueno, intentemos que la próxima vez no termine tan mal, ¿sí?
Quiero gritarle, quiero exigirle que deje de jugar, que diga de una maldita vez lo que pasó con Chris. Pero antes de que pueda hacerlo, una voz firme atraviesa el bullicio.
—¡¿Qué está pasando aquí?!
La multitud se aparta cuando un profesor se acerca a grandes zancadas. Su expresión es de pura autoridad, y de inmediato veo a varios estudiantes deslizar sus teléfonos en sus bolsillos. Algunos se dispersan rápidamente, pero otros se quedan, esperando ver en qué termina todo.
Kaiden sigue tratando de liberarse de los brazos que lo retienen. Su pecho sube y baja con fuerza, sus ojos están clavados en Connor, y en ellos solo hay furia.
El profesor nos escanea a todos.
—¿Quién empezó esto?
Connor se levanta con una mueca y sacude su uniforme como si le molestara la suciedad más que la sangre en su boca.
—Solo hablábamos, profe. Kaiden se puso un poco... impulsivo.
La forma en que lo dice, con esa falsa inocencia, me revuelve el estómago.
Kaiden se sacude el agarre de quien lo sostenía, y por un segundo, creo que volverá a lanzarse sobre Connor.
Yo actúo antes de que eso pase.
Tomo a Kaiden del brazo y lo jalo hacia atrás, lejos de Connor.
—No vale la pena —susurro, sintiendo mi propia voz temblorosa.
Él no deja de mirarlo, con los puños aún cerrados.
El profesor suspira con frustración y señala a ambos.
—Oficina del director. Ahora.
Connor pone los ojos en blanco pero obedece. Kaiden se queda inmóvil, y por un momento, creo que se negará. Pero luego asiente con rigidez y me suelta para seguir al profesor.
Mi corazón sigue latiendo frenéticamente cuando los veo alejarse.
Esto no ha terminado.
Ni para Kaiden.
Ni para mí.
Y, definitivamente, ni para Connor.
***
Observo su espalda mientras se aleja con pasos pesados hacia la oficina del director, con los puños aún cerrados. Puedo ver la tensión en su postura, la rabia contenida en cada movimiento.
Connor va delante de él, caminando con la arrogancia de alguien que cree haber ganado. Se pasa la lengua por el labio partido, como si el sabor a sangre le diera placer.