Bajo el mismo cielo roto

Epílogo

"Sé el significado de amar a alguien con toda tu intensidad y no espero menos si me voy a dar la oportunidad de amar nuevamente"

Paige Gilmore.

Epílogo

Las luces blancas del quirófano parecen más brillantes de lo habitual, o tal vez sea mi mente jugándome una mala pasada. No hay espacio para distracciones, no en este momento. Mi respiración es firme, mis manos no tiemblan. La sangre caliente cubre mis guantes mientras presiono la herida abierta en el abdomen del paciente, sintiendo el pulso débil bajo mis dedos.

—¡Necesito más compresas! —ordeno con urgencia.

Una enfermera me las pasa de inmediato, y las coloco con precisión. Todo a mi alrededor es un torbellino de voces, movimientos rápidos y el sonido del monitor marcando el frágil hilo entre la vida y la muerte.

No puedo perderlo. No hoy.

La escena se siente demasiado familiar. El olor a sangre, la angustia, la desesperación tratando de filtrarse a través de mi concentración. Chris.

El recuerdo me golpea como una ola inesperada, arrastrándome sin piedad. Recuerdo el peso de su cuerpo en mis brazos, su piel pálida, la sangre manchando mi ropa. Recuerdo la sensación de impotencia, de no poder hacer nada más que verlo partir.

Ese día decidí que nunca más volvería a sentirme así.

—Paige —me llama uno de los médicos—, la hemorragia se está desacelerando.

Me obligo a volver al presente. No es Chris. Es otra persona, otra vida que depende de mí. Y esta vez, puedo salvarla.

—Aguanta un poco más —susurro, aunque sé que el paciente no puede oírme.

Mis movimientos son rápidos, precisos, automáticos. Cada punto de sutura, cada decisión, todo me lleva al mismo objetivo: devolverle la vida.

Los segundos se convierten en minutos, cada uno arrastrándose como si el tiempo estuviera conteniendo la respiración. Pero entonces, el monitor se estabiliza. El pulso, aunque débil, sigue firme.

—La hemorragia está controlada —anuncia uno de los médicos.

Por fin suelto el aire que no sabía que estaba conteniendo. Mis piernas se sienten pesadas, pero me obligo a mantenerme firme. Lo logramos.

Lo logré.

Doy un paso atrás, dejando que el equipo termine el trabajo. Miro al paciente, su pecho subiendo y bajando con dificultad, pero con vida. Con vida.

Y por primera vez en años, siento que he ganado.

Cuando salgo de la sala de emergencias, me recargo contra la pared y cierro los ojos por un instante. La adrenalina sigue bombeando en mi sistema, pero ahora que todo ha terminado, el cansancio empieza a hacerse notar.

Me paso una mano por la frente, limpiando el sudor, y dejo escapar un largo suspiro. Me duele el cuerpo, pero la satisfacción es más grande que cualquier agotamiento.

Este es mi propósito. Este es mi camino.

Saco mi teléfono del bolsillo y veo varias notificaciones en la pantalla. Mensajes de Aurora, Vincent y Kyle.

Aurora, con su tono efusivo de siempre, me cuenta que acaba de terminar un ensayo y que su gira mundial está a punto de empezar. Puedo imaginarla en el escenario, con su cabello suelto y su voz envolviendo a miles de personas. Ella logró su sueño.

Vincent me escribe sobre un caso difícil en el que está trabajando. Me habla de términos legales que apenas entiendo, pero su pasión es evidente en cada palabra. Él también encontró su camino.

Kyle, en cambio, me envía un video donde aparece vestido de payaso, con un grupo de niños riéndose a carcajadas mientras hace un truco de magia. No puedo evitar sonreír. De todos nosotros, él siempre fue el más libre. Y aún lo es.

Aurora y Kyle ahora son pareja, lo mantienen en secreto por los fans de Aurora, pero me alegro tanto por ellos dos. Han encontrado el amor y no hay nada más hermoso que eso.

Nos prometimos a nosotros mismos que no dejaríamos que el pasado nos definiera, que encontraríamos algo que nos hiciera sentir completos. Y de alguna manera, cada uno de nosotros lo logró.

Me quedo mirando la pantalla del teléfono por un momento, sintiendo una calidez extraña en el pecho. La vida nos llevó por caminos distintos, pero todos seguimos adelante.

Todos seguimos vivos. Y por primera vez en mucho tiempo, siento que yo también lo estoy.

La noche es fresca y silenciosa cuando salgo del hospital. Las luces de la ciudad parpadean a lo lejos, y el eco de mis propios pasos me acompaña mientras camino por la acera.

Cinco años.

Cinco largos años desde la última vez que vi a Kaiden.

Pensé que el tiempo haría más fácil olvidarlo, que con la distancia mis sentimientos se desvanecerían, pero nunca lo hicieron. Nunca amé a nadie más. No porque no pudiera, sino porque nunca dejé de pensar en él.

Algunas noches me preguntaba qué estaría haciendo, si seguía esperándome como dijo aquella vez. Pero mi padre me dio la respuesta hace poco: Kaiden dirige la empresa de su familia en Inglaterra. Tiene una novia.

Mi pecho se aprieta.

Supongo que era demasiado pedir.

Kaiden merece amar. Merece ser amado.

Sacudo la cabeza, intentando ahuyentar esos pensamientos, cuando el sonido de mi teléfono me sobresalta. Es un mensaje de mi madre.

"Tu padre está muy mal. Algo le picó en la playa, está pálido y débil. Ven rápido."

Mi corazón se detiene un segundo antes de latir con fuerza.

No pierdo tiempo. Pido un taxi y, apenas llego, corro hacia la orilla.

—¡Mamá! —grito, buscando desesperadamente entre las sombras.

Pero entonces, lo veo.

De pie, con las manos en los bolsillos y la brisa agitando su cabello oscuro, está Kaiden.

Mi mundo se detiene.

La brisa salada me envuelve en cuanto mis pies tocan la arena. El sonido del mar es un susurro constante, un vaivén rítmico que choca contra la orilla, como si el agua misma estuviera llamándome. La luna llena se alza en lo alto del cielo, derramando su luz plateada sobre el océano y tiñendo la noche de un brillo etéreo.



#9876 en Novela romántica

En el texto hay: amor, odio, hermano

Editado: 18.02.2025

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