Bajo El Mismo Destino

14

Bianca

Una semana después.

Estoy de pie frente a mi padre, con las manos entrelazadas delante de mí y el corazón golpeándome el pecho con fuerza. Su expresión es dura, tensa, completamente distinta a la que suele mostrar conmigo.

Giuliano De Luca no está solo molesto.
Está decepcionado.
Y eso… duele más.

—¿Tienes idea de cómo me enteré? —pregunta con voz contenida, sosteniendo su teléfono en la mano.

No respondo. Ya lo sé.

Él gira la pantalla hacia mí.
La foto es clara. Demasiado clara. Vittorio y yo en el lago, de perfil, besándonos. No hay nada explícito, nada fuera de lugar… pero no hace falta más.

—Una foto —continúa—. Una foto que ya circula. ¿Sabes lo que eso significa, Bianca?

Levanto la mirada, obligándome a mantener la calma.

—Significa que alguien nos vio —respondo con sinceridad—. No hicimos nada malo.

Su ceño se frunce aún más.

—¿Nada malo? —repite—. ¿Estás saliendo con tu hermanastro, Bianca?

La palabra cae como un golpe.

—No es así —digo rápido—. Vittorio no es mi hermano. Nunca lo fue.

—¡Vittorio vive bajo este techo! —alzala voz por primera vez—. Es el hijo de mi esposa.

—Y yo estuve trece años fuera de este techo —respondo, sin poder contenerme—. Trece años lejos de todos. De ti también.

El silencio se instala entre nosotros.

Mi padre me observa como si estuviera tratando de entender en qué momento dejé de ser la niña que envió a un internado.

—Eres muy joven —dice al fin, más bajo—. Tienes diecinueve años, Bianca. Vittorio tiene veinticinco. Es mi socio, es… complicado.

—Lo sé —respondo, con la voz temblando pero firme—. Créeme que lo sé. No planeé sentir esto. No lo busqué. Pero tampoco voy a fingir que no existe.

Aprieto los labios, respirando hondo.

—Él me respeta —añado—. Me cuida. Nunca me ha obligado a nada. Y yo… yo soy feliz.

Eso parece descolocarlo.

Mi padre baja el teléfono lentamente y me mira a los ojos.

—¿Lo quieres? —pregunta, directo.

La pregunta me atraviesa.

—Sí —respondo sin dudar.

Giuliano se pasa una mano por el rostro, cansado, como si este conflicto lo hubiera alcanzado sin aviso.

—Esto no va a ser fácil —dice finalmente—. Ni para ti… ni para él.

—Nunca lo es —susurro—. Pero no quiero seguir huyendo.

El silencio vuelve a caer, pesado, lleno de cosas no dichas.

No sé qué decidirá mi padre.
No sé qué pasará después.

Pero por primera vez…
no estoy dispuesta a retroceder.

Mi padre suspira profundamente y se gira, caminando unos pasos por la sala como si necesitara espacio para ordenar sus pensamientos. El silencio se vuelve insoportable.

Finalmente se detiene y me mira de nuevo, esta vez con menos enojo… y más preocupación.

—Bianca —dice con voz firme pero cansada—. He tomado una decisión.

Mi corazón se encoge.

—Te irás fuera del país.

Siento el golpe directo en el pecho.

—¿Qué…? —murmuro—. ¿Irme?

—Sí —continúa—. Volverás al extranjero por un tiempo. Necesitas distancia. Necesitas vivir, conocer, equivocarte si hace falta. No quiero que tomes decisiones definitivas ahora.

Trago saliva. No puedo evitar que mis ojos se humedezcan.

—¿Y Vittorio? —pregunto en voz baja.

Mi padre me observa con atención antes de responder.

—Vittorio viajará a visitarte —dice finalmente—. No voy a prohibir nada. No voy a separarlos por la fuerza.

Eso me sorprende.

—Los apoyaré en lo que sea que tengan —añade—. Pero antes de eso, quiero que hablen de verdad. Sin confusiones. Sin idealizar nada.

Se acerca un poco más y baja la voz.

—Bianca, tú solo tienes diecinueve años. Tienes una vida enorme por delante. Puedes enamorarte de alguien más, descubrir cosas nuevas, cambiar… y eso está bien.

Siento un nudo en la garganta.

—No quiero que te quedes con la duda de si esto fue amor… o solo el resultado del pasado y la cercanía —continúa—. Y tampoco quiero que Vittorio se aferre a algo que quizá aún no entienden del todo.

Aprieto las manos, intentando mantenerme firme.

—¿Y si después de hablar… seguimos sintiendo lo mismo? —pregunto, casi en un susurro.

Mi padre me mira largo rato. Luego asiente despacio.

—Entonces no me interpondré —responde—. Pero quiero que sea una decisión consciente. De ambos.

Respiro hondo. Duele. Mucho.
Pero también entiendo.




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