Bajo el mismo techo

Capítulo 2

Ana llegó poco después con una sudadera negra con capucha con un logo de Weeds y le entregó unos lentes de sol enormes.

—Ponte esto. Junior de informática me lo dio a cambio de mi almuerzo. Saldremos por la puerta trasera.

Sol se puso todo sin protestar. Parecía extra de película de espías de bajo presupuesto, pero era mejor que ser reconocida. Ana la tomó del brazo y empezaron a caminar.

—Mi auto está...

Sol la abrazó muy fuerte, y solo entonces, lloró.

—No lo conseguí —susurró contra su hombro—. Adiós Nueva York.

Ana le apretó más fuerte.

—Adiós bacanal —respondió también con la voz quebrada.

Tardó un poco en recomponerse, y aunque sintió un poco de vergüenza por haber perdido el control, Sol sabía que Ana jamás se burlaría. Por eso se hicieron amigas desde la universidad: Ana no la miraba como si estuviera loca, aunque técnicamente lo pareciera.

***

El apartamento olía a lavanda del incienso que Ana encendía cuando estaba estresada. Sol se dejó caer en el sofá mientras la veía cerrar todas las cortinas, como si eso fuera a detener las notificaciones.

—Lo siento —dijo Ana al sentarse a su lado—. Pedí permiso el resto del día, pero no puedo apagarlo. ¿Comida china o pizza?

—Lo que sea.

—Pizza entonces.

El silencio se llenó solo con el zumbido del refrigerador mientras Ana revisaba algo en su laptop y el brillo iluminaba su cara.

—Deberías ver algo.

Sol se hundió más en el sofá.

—¿Peor de lo que ya sé?

—Depende. —Le pasó la laptop abierta en @CorporateFails. Quinientas mil reproducciones y subiendo. El título decía: "LADY CREMAS DESTRUYE A SU JEFE 💅🔥"

—Lady Cremas. —Sol leyó en voz alta, probando el nombre como si fuera veneno.

—Hay peores. Créeme.

Sol gimió al imaginar que, en algún lugar, alguien ya estaría diseñando tazas con su cara gritando. Camisetas. Memes. Su legado profesional resumido en quince segundos virales.

—Necesito hacer algo. No puedo solo... quedarme esperando.

—¿Qué quieres hacer?

Ella sabía que Marcus usaría el video como evidencia y luego Recursos Humanos la llamaría, por lo que terminaría con sus cosas en una caja. Pero si ella...

—Tengo vacaciones pendientes. ¿Sabes cuántas?

Ana la miró de forma extraña, pero abrió el sistema sin preguntar y tecleó con una rapidez impresionante.

—¿Seis semanas? Sol, esto es enfermo.

Ni siquiera se atrevió a mirarla, porque ya le había dado el discurso del burning laboral y la rotación en la empresa varias veces aduciendo que el descanso es importante para una empresa sana.

—Si te pidiera que las procesaras como si las hubiera pedido ayer...

Los ojos de Ana se iluminaron.

—Serías intocable. —Se mordió el labio—. El sistema tiene un hueco de veinticuatro horas antes de sincronizarse. Y soy muy mala con fechas cuando estoy estresada.

—¿En serio?

—Desastrosa. —Después de unos segundos colocó su puño y ella lo chocó con suavidad—. Listo, estabas de vacaciones desde ayer.

Sol la miró con adoración.

—Te debo mi vida.

—Paga la pizza y estamos a mano.

Pusieron Netflix y mientras discutían qué ver tocaron a la puerta y Sol se ofreció a abrir. Se encontró cara a cara con una chica de unos veinte años que abrió los ojos como platos.

—¡Oh Dios mío! Eres tú. —Casi deja caer la caja—. Eres mi heroína. Lo que le dijiste a ese imbécil fue épico.

Sol no sabía si sentirse halagada o esconderse bajo el felpudo.

—Gracias... creo.

—¿Me tomo una selfie contigo? Es para mi primo. Tiene un startup y busca gente como tú. —Ya tenía el teléfono en alto—. Prometo no subirla. Bueno, solo a mi Instagram privado, pero con filtro.

—Yo no...

—¡Gracias! Eres la mejor. —El flash la cegó por un segundo, pero le dio tiempo a entregar el billete. La chica se fue dejándola ahí parada sin saber qué hacer.

—Tu primera fan —dijo su amiga desde el sofá.

—Soy un meme, Ana.

—Uno viral, querida. No es cualquier cosa.

Sol llevó la pizza a la mesa y tomaron un pedazo cada una cuando el teléfono de Ana sonó. Miró la pantalla y palideció.

—Mierda, es Susan —dijo con voz aguda—. No, no se puede. Sí es mi amiga, pero no tiene nada que ver… Sí. Claro. Mañana nos vemos.

La vio correr al baño y Sol la siguió preocupada, pero la puerta se cerró de golpe antes de que llegara.

—¿Estás bien?

—¡Me dan ganas cuando miento!

Cuando escuchó el chorro, se carcajeó tanto que le dolió el estómago.




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