Bajo el mismo techo

Capítulo 4

Jake

Cuando iluminó la silueta en medio de la sala y la reconoció, casi sufre un aneurisma. Ni en sus sueños más locos, pensó que volvería a ver a Solange Richmond, y eso lo dejó sin palabras. De inmediato se obligó a recordar que era la hermana menor de Robert y cuando ella intentó cubrirse con las manos, entonces él desvió la linterna con la cara ardiendo, pero agradecido de que no pudiera verlo bien.

—¿Sol?

Titan eligió ese momento para lanzarse contra ella, cola en movimiento, completamente ajeno al caos que causaba. Jake cruzó la distancia en dos zancadas, agarró el collar del perro y tuvo que usar un poco de fuerza para alejar cincuenta kilos de emoción de ella.

—¡Quieto! —ordenó, cuando vio que ella perdió el balance con el empujón. Pero la estabilizó con su mano libre por el brazo suave y ambos se congelaron con el contacto.

Un sonido de garras vino de las paredes y el chillido que vino después hizo que Sol saltara instintivamente hacia él, pegándose a su costado y con una mano agarró su camiseta.

Su corazón se volvió a acelerar por la cercanía, pero en cuanto ella se percató de su reacción se separó de él como si quemara.

—¿Qué haces aquí? —preguntaron ambos al mismo tiempo.

—David me pidió que trajera algunas cosas —dijo él primero—. Para mañana. No esperaba... —Señaló vagamente la casa oscura—. ¿Y tú?

Sol se abrazó a sí misma, temblando.

—Vine por lo mismo .

Miró alrededor y negó mientras se quitaba la chaqueta y se la entregó para que se la pusiera, pero no pasó por alto el tono y la mirada evasiva que usó al decirlo. El olor de su champú lo golpeó, algo floral mezclado con lluvia, y tuvo que concentrarse en respirar normalmente. Sin embargo, había algo más importante que establecer.

—No puedes quedarte aquí.

—Puedo...

—¡Que no! —respondió exasperado, pero se arrepintió al instante y bajó el tono—. Algunas paredes tienen moho, no hay electricidad, y eso que escuchaste es una rata, quizás haya varias. No es seguro.

Ella levantó el mentón, orgullosa. Esa expresión que recordaba demasiado bien; siempre lista para debatir.

—Puedo arreglarlo.

—Seguro, pero no esta noche. La tormenta va a empeorar. Así que ven y quédate en mi casa.

Las palabras salieron antes de que pudiera pensarlas. Sabía que era un error, pero si estaba aquí, en lugar del hotel del pueblo, significaba que no tenía opciones.

Sol lo miró con sorpresa y deseó tener suficiente luz para detallar todo eso que había cambiado en ella en todos esos años y aunque parecía estar luchando entre su orgullo y la lógica, al fin exhaló.

—No puedo...

—Está al lado. Literalmente. —Señaló en dirección a su propiedad—. Al menos por esta noche.

Ella lo miró. Por un momento pareció vulnerable, como si fuera a llorar. Pero asintió.

—Solo esta noche.

—Agarra lo que necesites. Te espero afuera. —El dejó la linterna en la mano, pero salió antes de hacer algo estúpido. Como mirarla demasiado tiempo, recordar la última vez que la tuvo tan cerca o incluso admitir que todos estos años no fueron suficientes para mermar los nervios que sentía siempre que la tenía cerca.

***

El camino a su casa fue corto pero se sintió eterno. Sol iba a su lado en silencio, envuelta en su chaqueta y él le llevaba el saco de dormir que parecía haber usado hasta que Titan lo empapó y lo llenó de lodo. Era consciente de cada paso, de la distancia entre ellos, de cómo fruncía el ceño bajo la lluvia.

Le abrió la puerta y Titan inmediatamente se sacudió, empapando todo a su alrededor antes de irse directo a su cama en la esquina.

Sol se quedó parada en medio de la sala sin saber muy bien qué hacer consigo misma. La casa no era tan pequeña, pero si solo tenías un sofá de dos plazas, una mesa para desayunar con dos sillas y un par de cajas con herramientas en las esquinas como única decoración, no podía culparla al verla tan perdida.

Vio su casa como ella debía verla: vacía. Apenas habitada. Cinco años viviendo aquí y seguía pareciendo temporal y por primera vez sintió vergüenza por no escuchar a su madre que justo una hora antes le había reprochado por lo mismo.

El estómago de Sol rugió fuerte e inconfundible y ella se abrazó más, como si pudiera esconder el sonido. Pero casi sonrió aliviado, porque eso sí lo podía solucionar.

—Tengo comida. Mi madre preparó de más. Espera aquí, la tengo en el auto.

—¿Podrías? —preguntó ella cortándose a medias al señalar afuera—. Tengo mi maleta en el auto y esto está mojado —dijo señalando sus jeans.

Tomó las llaves que le dio y asintió antes de salir bajo la lluvia que esta vez le pareció refrescante y bienvenida. Agarró los recipientes que su madre le dio esa noche cuando pasó a recoger a Titan y dio gracias a Dios por tenerla y que siempre le sirviera de más.

Cuando regresó, Sol seguía en el mismo lugar.

—Oye, mi casa es tu casa —bromeó, pero a ella no pareció causarle gracia así que dejó su maleta y señaló los recipientes y luego el baño bajo las escaleras—. Hay toallas en el baño, yo caliento la comida mientras te pones cómoda.

—Gracias.

La vio empujar la maleta hacia el baño, y él entró en la cocina. Miró al techo antes de exhalar y puso a calentar la comida en el microondas, pero necesitaba hablar con alguien antes de explotar.

Su primer impulso fue llamar a su madre, ella siempre sabía lo que ocurría en Everwood. Pero se detuvo en cuanto sacó el teléfono de su bolsillo, porque ella también disfrutaba demasiado metiéndose con sus dos hijos únicos varones. Le haría preguntas, insinuaciones y lo descubriría.

No, mejor llamaría a David. Ese traidor que lo había enviado con el detector de moho y la llave de paso directo a la casa Richmond.

El teléfono sonó tres veces antes de que respondiera.

—¿Qué? —David suspiró del otro lado.

—Lo hiciste a propósito, ¿cierto? Sabías que era Sol. Me enviaste ahí sin decirme. ¿Cómo pudiste?



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En el texto hay: humor, romance, segundasoportunidades

Editado: 30.10.2025

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