Jake
Sol intentó cerrar la puerta de la habitación, pero él la alcanzó antes. Y aunque giró para esquivarlo con cierta agilidad, no fue suficiente y la atrapó por la cintura.
Pero se enredó en el saco de dormir y ambos cayeron sobre él con un golpe sordo. Así que se quejó teatralmente, exagerando el dolor y ella dejó de forcejear casi al mismo tiempo que lo vio sonreír y descubrió que estaba fingiendo, así que le golpeó el pecho con indignación.
—Tramposo —protestó intentando levantarse, pero él la mantuvo en el mismo lugar.
—Nada de trampa. Estrategia.
—Déjame ir.
—No. Antes déjame verla bien. —Tocó la tela del jersey con nostalgia, todavía sin salir de su asombro—. Pensé que nunca la volvería a ver…
»Pero ahora sí, dime la verdad: ¿cómo llegó a tus manos?
—No hay nada que decir. —respondió con las comisuras de su boca temblando para no reír.
—Llevas puesto MI jersey: El misterio sin resolver de Everwood High.
—Qué dramático. Lo perdiste y llegó a mis manos por accidente. Fin de la historia.
—No. Sé que escuchaste las historias: Jeremy Patterson aseguró que fueron extraterrestres. Bobby Miller juró haberlo visto en eBay, incluso culparon a un cazatalentos rival de robarlo. —Suspiró no muy seguro de decir lo siguiente—. Algunos tenían una teoría de que una fan loca pagó un dineral por ella y otros culparon a Lorraine.
—Es una réplica, Jake.
—Imposible. —La ayudó a sentarse sin soltarla y señaló el número en el frente antes de hacer un gesto hacia su espalda—. Ese jersey tiene líneas doradas en el MITCHELL bordado, hechas a mano por mi abuela. Es único.
Sus delicados dedos se crisparon sobre la tela y él supo que había dado en el clavo, aunque no aflojó su agarre.
—Eso no prueba nada.
—Date la vuelta.
—No.
—Solo quiero confirmar mi teoría.
Ella no se movió, aunque se removió inquieta y evitó su mirada. Cuando finalmente lo miró, sus ojos le suplicaban que no siguiera presionando.
—Está bien, lo compré. —Ella intentó zafarse de nuevo—. ¿Feliz? Ahora suéltame.
—No hasta que me digas a quién.
—A un... vendedor. —Improvisó mal, lo supo por cómo sus mejillas se pusieron rojas—. De internet. Mercado negro de jerseys vintage. Seguro has escuchado de él.
Entrecerró los ojos. Ella siguió luchando por mantener la compostura, pero la sonrisa que intentaba esconder la delataba más con cada segundo.
—¿Mercado negro? ¿En serio?
—Es un mercado muy específico. Muy underground.
Jake estalló en carcajadas. Se dejó caer de espaldas sobre el saco de dormir, riendo hasta que le dolieron las costillas y le faltó el aire. Tardó un buen rato antes de poder hablar de nuevo.
—Está bien, olvidemos esa historia ridícula porque no te creo ni un poco. —Se incorporó limpiándose las lágrimas—. Dime: ¿cuándo lo compraste?
—Hace... tiempo. Un par de años.
—Sol, ese jersey desapareció hace doce años.
Ella abrió la boca, la cerró, miró el techo como buscando inspiración divina y finalmente encogió un hombro con fingida indiferencia.
—Okay, tal vez más tiempo. Eso es irrelevante.
—Nada es irrelevante en una investigación criminal.
—¡No es un crimen!
—Encubrimiento y posesión de propiedad robada. Podría llevarte ante las autoridades, ¿sabes? Mi ropa todavía se subasta en eventos benéficos.
—Ay, no seas engreído. —Rodó los ojos pero sus mejillas enrojecieron—. Y cuando hablas de autoridades, ¿te refieres al sheriff Tom que se queda dormido en su patrulla?
—Tengo conexiones. Mi tía es la alcaldesa.
—Dios, eres insoportable.
—Y tú estás roja hasta las orejas. —Sonrió victorioso—. Vamos, confiesa.
—Bien. Lo obtuve en esa época. ¿Feliz?
Algo cálido se expandió en su pecho, llenando espacios que no sabía que estaban vacíos.
—Fuiste tú. Lo compraste cuando desapareció. —Se inclinó más cerca, bajando la voz—. Pero, ¿por qué?
—Porque... —Ella escondió la cara bajo el cuello de la camisa, su voz amortiguada—. Porque te ibas a la universidad y yo quería... algo tuyo.
Un pesar inesperado lo embargó al darse cuenta de cuánto tiempo había pasado desde entonces sin saberlo. La abrazó, enterrando la cara en su cabello y respirando su aroma familiar.
—Si me lo hubieras pedido, te habría dado todo mi guardarropa gratis.
Sol levantó la cabeza solo para arrancar el cojín del saco de dormir y lanzárselo a la cara.
—Idiota.
—Es verdad. —Le robó un beso rápido antes de que pudiera protestar de nuevo—. Mis camisetas lucen fantásticas en ti.
—Nunca las usaré otra vez.
—Pero algo no cuadra. —Entrecerró los ojos y tomó su mentón para que no siguiera evadiendo su mirada—. Siempre fui muy ordenado con mi equipo. ¿Cómo lo lograste? Porque juro que la alisté esa noche. No tienes idea de lo que mi padre y el entrenador dijeron. Uno pensaba que ya no quería ser reclutado y el otro me castigó por la falta.
—No sabía, Jake...
—No tenías por qué saberlo. —Le acarició la mejilla con el pulgar—. Pero dime quién te ayudó. Te juro que no diré nada. ¿Fue Eddie?
—No… —rio, pero luego suspiró—. Bien, pero promételo por algo sagrado.
—Lo juro por lo que siento por ti —respondió sin dudar, mirándola a los ojos, completamente serio.
—No bromees con eso —dijo en voz baja.
—Yo no juego con estos temas, Solange. —Tomó su mano y la puso sobre su pecho, donde su corazón latía frenético—. ¿Lo sientes? Confía en mí.
Ella suspiró con fuerza antes de murmurar:
—Dave.
—¿Qué? No escuché.
—¡Ya te dije! —La vio cubrirse la cara con las manos—. Fue tu hermano, él me cobró doscientos dólares por ella. Tuve que hacer pasteles para la tienda de Joe durante semanas.
Dejó de respirar un segundo y entonces la risa llegó. Profunda, pero mezclada con unas enormes ganas de llorar. Era una fortuna para una adolescente, y todo por una camiseta suya.