Sol
Su único pantalón formal seguía empapado en el lavabo, burlándose de su mala suerte mientras se ajustaba una toalla verde menta alrededor de las caderas y miraba cómo el reloj de la laptop seguía avanzando.
—Okay, piensa, Solange —murmuró mientras abría cada cajón del armario con creciente desesperación—. Tiene que haber algo. Lo que sea.
Pero ya había revisado tres veces en los últimos minutos. Porque claro, ¿para qué traer ropa profesional a un pueblo donde el código de vestimenta era franela y jeans? Además, ¿quién fue la de la idea de regalar toda la ropa que quedaba en la casa al asilo de ancianos y al hogar de niños tres días atrás?
Ding, ding, ding. Ella, por supuesto.
El teléfono vibró contra las sábanas con un mensaje de Ana confirmando lo inevitable.
Ana: Videollamada en 12 min. Primero nosotros, luego con la marca. Link ya está en tu correo.
Sol cerró los ojos, resignada: iba a tener esa reunión con una toalla de baño como falda. Se sentó frente a la laptop, ajustó la cámara para que solo capturara hombros y arriba. Por suerte logró rescatar a tiempo su blusa del líquido corrosivo y maloliente de su gato.
El tono de llamada entrante la hizo dar un saltito, pero respiró hondo y se enderezó cuando la cara de Ana llenó la pantalla junto con Richard Keller, el jefe regional de operaciones.
—Buenos días —saludó, reprimiendo la sonrisa que iba para Ana debido al gesto adusto del hombre de traje gris.
—Señorita Richmond, seré directo. —Estaba por responder, pero él continuó sin darle oportunidad—. Estamos muy interesados en formar una relación duradera con esta marca. No sé si sea para bien o para mal, pero después del escándalo de su embajadora, decidieron poner en espera la campaña que propuso Marcus.
Sol dejó el café en la mesa y se enderezó para defenderse, pero Ana negó con un gesto de la mano que le pedía esperar. Así que se tragó la rabia junto a las ganas de darle su versión y asintió.
—Perfecto. ¿Qué están ofreciendo exactamente?
—Primero quieren conocer su visión. Les atrajo que fueses cliente de sus productos y que…
—Que los mencionaras en el video —intervino Ana, logrando que él la mirara mal.
—Como sabrá, después de la falta cometida evaluamos su caso. Y a pesar de nuestras reservas, su jefe inmediato insiste en que una llamada de atención será suficiente para recordarle su lugar en la jerarquía.
—Claro. Que generoso de su parte —dijo entre dientes cuando Ana se puso un post it en la boca con las palabras: ¡Cállate y no pelees!, en color rojo.
Pero le iba a dar algo si seguía conteniendo todo lo que bullía en su interior.
—Para culminar, Solange —dijo Ana en tono profesional—. El departamento de Recursos Humanos está de acuerdo con la medida, y queda en tus manos aceptar o no la propu…
El hombre a su lado tosió y negó con ambas manos al decir:
—Este será un trabajo como cualquier otro.
—Fue filmada sin su consentimiento —dijo Ana con molestia—. Y no fue esto lo que se acordó, señor Keller.
El hombre estaba por responder, pero una llamada lo interrumpió y su cara de ansiedad la contagió cuando señaló el aparato en su oreja y luego le dijo algo Ana que ella no pudo escuchar.
—Luminence quiere iniciar ya si no tiene inconveniente —dijo Keller mientras se secaba la sudorosa frente con un pañuelo estampado con minions.
—Adelante —dijo Sol y tragó con fuerza cuando tres rostros aparecieron en pantalla.
Una mujer de unos cuarenta con blazer color crema, un hombre más joven con barba perfectamente recortada y otra mujer que tomaba notas sin levantar la vista.
—Solange, gracias por tu tiempo. Soy Miranda Voss, directora de marketing. Él es Ben Cartwright, jefe de contenido, y ella es Lisa, nuestra estratega digital.
—Encantada —dijo Sol en tono profesional.
—Como sabrás, vimos tu auténtico video —dijo Miranda con una sonrisa plástica y una mirada que le pareció burlona—. Y nos gustaría discutir una colaboración. ¿Qué opinas?
—Que me gustaría conocer los detalles.
—Por supuesto —dijo el hombre con una voz gruesa que hizo que lo mirara con más atención—. Tendrás una dotación de nuestros productos, exposición en nuestras plataformas oficiales y por supuesto, publicaciones en tus redes producida por nosotros.
—¿Dotación vitalicia? —Propuso como una broma, pero la risita de Ben le dejó claro que estaba alucinando—. Entiendo, ¿y la compensación monetaria?
—La exposición es la compensación, dulzura —dijo Ben como si fuera obvio—. Estamos hablando de millones de impresiones.
Sol se echó a reír e ignoró el que Ana se tapara la cara y que Richard se inflara como un globo.
—Solange, creo que no entiendes la oportunidad que...
—Lo entiendo, Richard. Fui yo quien armó la campaña del suero vitaminado y les encantó, ¿no es así? —Miranda abrió la boca, pero ella no iba a perder esta oportunidad—. Supongo que el guion será de ustedes…
La otra chica levantó la mano como si estuviera en clase.
—¿No quieres ser famosa? La plataforma que te damos es ambicionada por muchos influencers.
—Y agradezco la oportunidad, Lisa. Pero me gustaría hacerles una contrapropuesta. Desde que vi la reacción al video, quedo algo en evidencia… —Sol se puso de pie sin pensar, gesticulando mientras hablaba—. Sus productos son excelentes, pero están dejando dinero sobre la mesa: hombres que roban las cremas de sus parejas.
»Cuando presentamos la campaña del suero vitaminado, ustedes mencionaron interés en expandir líneas. Esta puede ser la oportunidad.
Ben soltó una carcajada, y Lisa y Miranda sonreían abiertamente mientras un mensaje interno parpadeaba con insistencia en la pantalla. Se inclinó para leer el mensaje.
Ana: Que rayos llevas puesto, maldita loca.
Sol bajó la vista y sintió la cara arder, pero se recompuso y con todo el garbo que el descaro le pudo dar dijo: