Sol
Jamás se imaginó volver a escuchar su nombre saliendo de esa boca, pero ahí estaba. Se alisó la enorme camiseta con frustración mientras maldecía entre dientes al abrir la puerta principal, sin poder creer el nivel de descaro de Marcus al aparecerse en su pueblo como si nada.
Y para colmo le iba a hacer frente con el peor outfit imaginable, muy lejos del estilo empoderado que habría usado de tener la oportunidad.
Sintió la mirada de Jake en la espalda, pero no lo miró. Se negaba a que viera en ella la vergüenza y la rabia que le embargaba en ese momento, y se preparó para que conociera su peor faceta como ser humano.
—¿Necesitas que...? —Lo escuchó a sus espaldas.
—No. Quédate aquí —respondió apretando el paso, pero claro que no le hizo caso.
El pasto estaba frío y húmedo cuando salió. La horrible sensación le subió por las piernas hasta las rodillas mientras cruzaba la calle y la tierra y el agua le ensuciaba los pies, y entonces volteó hacia ella.
—Bebé… —Marcus bajó las gradas del porche recién reparadas con prisa y se detuvo a medio camino para mirarla de pies a cabeza—. Dios mío, ¿pero qué te pasó? Sabía que nuestra pelea debía tenerte mal, pero nunca imaginé que tanto. Lo siento.
Extendió los brazos para envolverla, pero ella retrocedió varios pasos y chocó contra algo sólido.
Al voltear, Jake la miró con el rostro pétreo y dejó caer a sus pies unas sandalias felpudas con orejas de gato que le había comprado hacía unos días. Pero ella fue incapaz de agradecerle, porque tenía una pregunta más importante que hacer.
—¿Qué demonios haces aquí?
—¿No es evidente? Vine por ti. —Marcus le sonrió como si solo hubiera olvidado su café de las mañanas y suspiró—. Sé que cuando te enfadas necesitas tu espacio y te lo di, pero ahora llegó el momento de hablar como adultos.
—¿Es tu vecino? Marcus Hale, el novio —dijo hacia Jake con una sonrisa torcida—. ¿Ya te volvió loco mi bizcochito?
Él parecía a punto de romperle cada hueso del cuerpo, pero Marcus fue tan rápido que la descolocó cuando se sacó un billete de cincuenta dólares y se lo plantó en el pecho a Jake antes de soltar:
—¿Me ayudas con las maletas, muchacho?
La tomó de la mano sin preguntar y la haló hacia la casa, pero ella vio las manos de Jake cerrarse en puños y el músculo de su mandíbula saltar dos veces mientras daba un paso hacia ella, que hizo que Marcus retrocediera por instinto y se detuviera.
No era para menos, si le llevaba una cabeza de altura a su ex. Eso le permitió soltarse y poner la mano con firmeza en el pecho de Jake para llamar su atención.
Él la miró serio, mientras su pecho subía y bajaba bajo su palma con rapidez. Aunque la intimidó, sabía que si no lo detenía ahora, Marcus iba a terminar con la cara destrozada, y ella tendría que explicarle a Robert por qué su mejor amigo estaba en la cárcel.
Jake asintió y elevó ambas manos, pero tuvo que dejar de mirarlo porque Marcus iba de nuevo hacia la casa.
—Oh no. De ninguna manera —dijo, dándole un empujón que lo hizo trastabillar lejos del umbral—. No sé por qué viniste y…
—Tú y yo no hemos terminado, Solange —la interrumpió—. Te pedí hablar y no respondiste. Fui a buscarte a tu apartamento y Ana dijo que te marchaste. Este es el único lugar que podrías… permitirte.
Jake le devolvió el billete de la misma manera que él se lo había dado, pero casi le sacó el aire cuando su enorme mano chocó contra su pecho.
—Ya escuchaste. Suéltala. Sol, es mejor que entres…
—No. Puedo sola. —Giró hacia Marcus—. ¿Qué te hizo pensar que querría verte aquí?
Lo vio frotarse la cara con una mano antes de soltar uno de sus grandes suspiros.
—Bebé, ese vuelo fue un infierno y ese taxista… ¿Podemos no hacer esto delante de… desconocidos?
Ni siquiera miró al otro cuando lo dijo y dio otro paso hacia la casa como si tuviera todo el derecho del mundo de estar ahí, pero Sol volvió a poner una mano casi en su cara.
—¡Te dije que no!
Marcus miró el billete antes de llevarlo hacia su billetera cuando Titan saltó para arrebatárselo de las manos y salió corriendo hacia el bosque. Jake y Sol se miraron sin saber cómo reaccionar.
—Demonios. Vaya que era verdad cuando dijiste que este lugar era una mierda, bebé.
Ella negó con horror cuando vio la expresión de sorpresa de Jake, y por primera vez dio gracias al cielo por la maldita costumbre de Marcus de nunca cerrar la boca, porque sin que ella tuviera que responder, agregó:
—Aunque tu adorable vecina de enfrente me dejó usar su teléfono cuando el mío no tenía señal. Necesito una ducha y tus mimos, bebé. Entremos, ¿sí?
¿Acababa de llamar adorable a la mujer que la reportó por «ruido excesivo» cuando movió muebles a las diez de la mañana? Al pensarlo mejor, supo que era muy probable que Marcus hubiese conquistado a la bruja del pueblo. Él tenía ese don.
—Solo quiero hablar. No se trata solo de nosotros y lo que vivimos juntos, bebé, sino de nuestro trabajo. Entiendo que estés molesta…
—Te aconsejo que regreses por donde viniste, porque no tienes idea del nivel de daño que quiero hacerte en este momento.
En lugar de amedrentarse, él se echó a reír.
—No, ya en serio, bizcochito —Jake gruñó de manera gutural y ella esperó que las escasas luces de la calle atenuaran su rostro encendido al escuchar ese apodo—. Hemos compartido muchas cosas y sé que no cometerías la novatada de ofrecer una propuesta en solitario a la empresa que la firma pretende atar.
Ella lo miró por un momento y el horror la invadió por completo al entender que Richard la puso a prueba y ella cayó justo como él decía: como una novata.
Marcus dio un paso más cerca.
—Hemos trabajado incontables horas y planeamos nuestro futuro a detalle, ¿y vas a tirar todo por la borda por orgullo?
La palabra le golpeó el pecho como un puño y por un segundo no pudo respirar.