Jake
Estacionó la camioneta frente al único hotel del pueblo y le hizo un gesto a Marcus para que lo siguiera, ambos incapaces de romper el silencio que se instaló entre ambos desde que empezó a conducir.
Mercy levantó la vista de su teléfono y Jake le regaló su mejor sonrisa, pero ella entornó los ojos antes de negar con la cabeza y decir:
—No.
—Ni siquiera sabes qué voy a pedirte.
—Claro que lo sé. No soy una de las ancianas de la iglesia, Jacob. —Volvió a su teléfono—. Tus hoyuelos no funcionan conmigo.
Marcus se rio detrás de él y se dio vuelta para callarlo, pero este solo levantó las manos.
—Por favor, una habitación, solo por una noche.
—De hecho… —empezó el idiota entrometido, pero ella volvió a negar.
—Estamos llenos, citadino. Quizás se libere una, pero hasta mañana por la tarde. Deja tus datos aquí —Volteó un libro hacia ellos y señaló—, y te llamaré si sucede.
Esto no podía estar pasando. Por qué se le ocurrió intervenir en lugar de dejar que se fuera caminando como pretendía. Ah, claro, porque quería decir la última palabra frente a Sol. Ser un hombre que resolvía. Idiota.
El sonido del estómago del tipo hizo que lo mirara y aunque tosió para amortiguarlo, no funcionó. Jake negó y le dio una patada a la llanta. No podía llevarlo a su casa y menos con Sol.
—Mira, a esta hora solo hay un lugar abierto donde puedes comer. Podrías esperar ahí —sugirió sin ánimo de seguir comprometiéndose, pero incapaz de dejarlo a la deriva.
—Cualquier cosa será mejor que seguir soportando este frío espantoso —dijo abrazándose a sí mismo.
Le señaló la camioneta para que subiera, pero esta vez no quiso empujarlo de nuevo. No era tan ruin. Y condujo hasta O´Malley, pero Marcus habló después de un minuto de silencio.
—Eres tú, ¿verdad? El 7. El Halcón de Los Cuervos de Blackridge.
—Era —respondió apretando el volante.
—El Halcón, porque no pertenece del todo, pero los hace volar. —Su tono de fan no le gustó—. Los periodistas no paraban de repetir esa frase. Fue increíble verte jugar.
—Ya me llamaban Halcón desde la liga infantil —aclaró a regañadientes.
—Ya veo. Siento lo que te pasó. En serio. —Marcus hizo una pausa antes de agregar—. Yo también tuve sueños deportivos, ¿sabes? Béisbol. Era bastante bueno de hecho. Pero era mucho mejor para hacer que la gente eligiera lo que yo le aconsejaba, y no podía desperdiciar ese talento.
Jake lo miró de reojo sopesando si sería mejor dejarlo en medio de la carretera.
—Además, el dinero y los viajes en marketing es mejor. He estado en doce países este año y con Sol fuimos a Tokio para fin de año. ¿Has viajado mucho desde...?
—No —respondió cortante. Si el bar no hubiera estado a pocos metros, seguro lo habría empujado, pero se metió al estacionamiento. Y cuando empujó la puerta del bar, lo último que esperaba era encontrar a David, y los demás empleados de Mitchells & Sons riendo alrededor de varias mesas unidas, con cervezas y el partido de ese fin de semana en la pantalla gigante.
David volteó y su sonrisa se congeló al verlo. Eddie y Miguel intercambiaron miradas incómodas, pero antes de que él los tranquilizara porque entendía que la razón de no incluirlo podía ser evitarle una crisis nostálgica, el citadino se adelantó con una sonrisa.
—Hola, soy Marcus Hale, el novio de Sol.
—El ex —corrigió Jake.
—Bueno, me acabo de enterar de eso —dijo Marcus con cierto malestar y David se puso de pie para arrastrarlo a la barra.
—¿Qué diablos haces aquí con él? —Ni siquiera le dio tiempo de explicar cuando lo vio negar como si él fuera un caso perdido y le pidió a Ross, el dueño, comida y más bebidas.
Uno de los camareros acercó dos sillas y recibió una cerveza, le entregó otra a Marcus y David señaló la pantalla donde quedaban dos minutos de partido. Y en el segundo siguiente un Touchdown que hizo que el grupo enloqueciera, él incluido.
Marcus resultó saber de fútbol, mucho más de lo que esperaba y cuando se relajó después de la cuarta cerveza y zamparse plato y medio de las fajitas de Ross, resultó hasta gracioso. Se descubrió pensando que, si no fuera tan imbécil con Sol, hasta le caería bien.
Entonces la música empezó a sonar y alguien pidió otra ronda, mientras cantaban. El bar entero se unió a los coros cuando alguien pidió "Don't Stop Believin" y de pronto, se vio arrastrado por Marcus para cantar con él como consecuencia de un par de horas de Jack Daniels y demasiadas cervezas.
Pero de pronto, sintió un cosquilleo extraño en la nuca y al mirar a la entrada, se encontró con el ceño fruncido de Sol. Llegó enfundada en unos jeans y una chaqueta oscuros que la hacían verse realmente bien.
Marcus volteó también y su rostro se iluminó, pero ella caminó directo hacia él, así que se soltó de su brazo y la aparto un poco del grupo.
—Ni me preguntes… Mejor aquí que llevarlo de regreso. —Jake se encogió de hombros—. No tuve suerte en el hotel.
Sol lo miró como si no entendiera y luego soltó una risa que sonó entre frustrada y tierna.
—Solo un hombre como tú se mete en este tipo de problemas por su gran corazón. ¿Cómo me enojo contigo cuando haces cosas estúpidas por las razones correctas?
Jake sonrió y rodeó su cintura para llegar a un acuerdo, pero Marcus se tambaleó hacia ellos.
—Sol, perfecto que estés aquí. Les estaba explicando a tus amigos cómo funciona el mundo real del marketing.
Eddie escupió cerveza sobre la mesa y Miguel tosió tan fuerte que David tuvo que palmear su espalda cuando Sol se sentó en la silla que él ocupaba antes y se empinó la cerveza que Miguel le puso enfrente cuando Marcus se dejó caer en la silla del otro lado.
—Les contaba cómo sí, es verdad que eres talentosa, pero necesitas dirección estratégica. —La mesa se quedó en silencio mientras la música seguía sonando y algunas parejas empezaban a bailar en la pista del otro lado del salón.