Sol
Se echó a reír cuando Jake le susurró al oído que se escaparan a Ashville para poder estar solos hasta que Robert se fuera. Pero cuando iba a responder, su hermano la jaló del brazo y la puso de pie de un solo tirón.
—Adentro.
Jake la sostuvo para que no cayera y se interpuso con el cuerpo rígido.
—¿Qué demonios te pasa, Rob?
Él ni siquiera lo miró, solo señaló la casa de sus abuelos.
—Ahora, Solange. Y tú no te metas.
Incrédula, se zafó del agarre de ambos y atravesó la cancha hasta la casa. Un trueno sonó a lo lejos casi al mismo tiempo que él cerró de golpe, haciendo vibrar los vidrios. Y luego se cruzó de brazos así que por reflejo, hizo lo mismo.
—¿Vas a explicarme este numerito o piensas seguir gruñendo como un perro guardián?
—Es verdad que dije que no me importaban los chismes de este pueblo sobre ustedes —Miró las escaleras como si temiera que Melissa oyera—, pero si has estado comportándote así desde que llegaste, ahora todo cobra sentido. Pareces una...
—¿Una qué? —lo retó ella buscando con la mirada qué lanzar si se atrevía a terminar la frase.
Lo vio tragar aire y frotarse la nuca, el gesto automático de cuando estaba a punto de perder la paciencia.
—Como alguien que no aprendió nada de sus malas experiencias. Llegaste aquí hace unas semanas huyendo de un idiota que te jodió la vida, y ahora estás con otro sujeto… —Frotó las manos con un gesto de asco—, como si nada hubiera pasado.
—Primero, no estoy haciendo lo que sea que estés sugiriendo. Vine a...
—Sé a lo que viniste Solange Richmond. Tú misma me lo dijiste, y por eso te di miles de dólares. No para esto —Señaló la ventana, donde el agua golpeaba los cristales con fuerza—. Saliste de Atlanta porque necesitabas espacio. Pero si algo sale mal aquí, ¿qué vas a hacer? ¿Empacar y desaparecer a dónde?
El silencio le supo a un amargo orgullo herido y aunque respiró por la nariz para calmarse, solo quería decirle lo arrepentida que estaba de buscar su ayuda.
En vez de eso, dijo como una adolescente:
—¿Y si esto no sale mal?
—No me hagas apostar por eso —El cansancio de su voz fue directo al nudo en su garganta—. Te conozco. Siempre buscas fuego, y luego te sorprende que queme.
—¿A quién cuidas realmente, Robert? —Dio un paso hacia él—. ¿A él o a mí?
Su silencio la hizo resoplar.
—Ah. Ya veo. No puedes arriesgarte a que la hermana problemática lastime a tu amiguito.
—Solo intento protegerte de…
—¿De qué? ¿De tomar mis propias decisiones? —lo interrumpió—. No me dejas equivocarme, y a veces, al hacerlo, se avanza.
Él soltó una risa seca.
—Siempre tan poética cuando estás acorralada.
—Y tú tan insoportable cuando te crees Dios. —Sol respiró hondo y, sin apartar la vista, señaló hacia el pasillo—. Por cierto, esa cama donde duermes me la dio Jake, porque te encargaste de vender todo lo que había aquí. Así que tienes media hora para mudarte al saco de dormir, y yo me quedaré con Melissa. Disfruta el piso, soldado.
—Soy un SEAL, Solange. No un soldado —masculló.
—¡Lo que sea!
—¡He dormido en peores lugares!
—Y me satisface hacer que lo repitas.
Subió las escaleras con rapidez y tiró la puerta de la habitación para sellar la discusión, aunque no podía controlar el temblor de las manos. Odiaba discutir con él. Más aún cuando tenía razón.
Se dejó caer en la cama, el corazón aún acelerado. ¿Y si tenía razón? ¿Y si esto con Jake era solo otra decisión impulsiva que terminaría explotándole en la cara?
No. Esta vez era diferente. Tenía que serlo.
* * *
La puerta se abrió con cuidado y Melissa entró con dos tazas humeantes, y le extendió una antes de acomodarse al otro lado.
—Té de manzanilla. Ayuda.
—¿No tienes vodka? ¿Vino? —Frunció el ceño al oler el vapor—. ¿Algo que realmente funcione?
Melissa rio quedito.
—No. Pero prometo que una vez nazca tu sobrino, iremos de parranda. Las dos solas.
—Es un mandón. Siempre lo fue, pero esto ya es ridículo—. Sol sopló el té y se recostó contra la cabecera—. Ya no tengo doce, ni que fuera mi primer novio. Y conste, lo tuve hasta que estuve en la universidad.
Melissa asintió sin interrumpir.
—Y lo peor es que me trata como si fuera una bomba a punto de explotar. Puedo tomar decisiones sin arruinar todo a mi alrededor.
—No lo hace por eso.
Sol giró la cabeza y Melissa dejó la taza en la mesita de noche para mirarla.
—Robert no sabe no preocuparse. En la base, no para de hablar de ti. De cómo estás, si comes bien, si duermes. Teme perderte. Fue por eso que… supe que me gustaba.
—Yo no voy a...
—Como perdió su normalidad —la interrumpió Melissa con suavidad—. Después de tantos desplazamientos y ver sufrir a tanta gente. Hemos visto cosas que nadie debería. La sobreprotección es su mecanismo para mantener a salvo lo único que le queda de antes.
Sol tragó saliva y apretó la taza entre las manos.
—Entiendo —murmuró tras un largo silencio—. Pero dile que ya crecí. O sabes qué, como sé que no va a funcionar, que me compre un casco y rodilleras antes de salir al porche.
Melissa rio y Sol la imitó, liberando parte de la tensión que le apretaba el pecho. Su teléfono vibró en la mesita con un mensaje de Jake: ¿Estás bien? ¿Necesito rescatarte?
Sonrió y escribió rápido: Si te atreves a enfrentarte a la 9mm.
Jake: 💀 Mas sinto sua falta, meu sol. Não consigo mais dormir sozinho. (Pero te extraño mi sol. Ya no puedo dormir solo.)
Sol dejó escapar una risa suave y tecleó: Boa noite, Mitchell. Você consegue! (Buenas noches, Mitchell. ¡Tú puedes!)
Apagó la pantalla y se acurrucó bajo las sábanas. Melissa ya se había acomodado, con los ojos cerrados.
—Gracias —susurró.
—De nada —respondió sin abrir los ojos—. Ahora duerme, mañana será un día largo.