Sol
Terminó de aplicarse el brillo labial cuando el rugido de un motor hizo que se asomara a la ventana. La camioneta de Jake relucía bajo la luz del atardecer y al verlo bajar, corrió hacia las escaleras.
Abrió antes de que él tocara, y sonrió al verlo con una camisa azul que hacía que sus ojos parecieran más claros y peinado hacia atrás, oliendo delicioso.
—Te ves... —Jake se detuvo a medio paso, con los ojos recorriendo el vestido amarillo que Charlotte le había prestado.
—¿Presentable?
—Perfecta —Se acercó y le acarició la mejilla con el dorso de la mano antes de saludarla como debía—. ¿Lista para decirle a Everwood que tengo dueña?
Ella se echó a reír, pero el estómago le dio un vuelco, y antes de responderle que no estaba segura de salir ilesa de la turba de mujeres que querían ocupar su lugar, él preguntó:
—¿Dónde están los carceleros?
—El carcelero —aclaró con una risita—. Siendo domado. Melissa le pidió algo del pueblo y él parecía aterrorizado de no encontrarlo.
—Cielos, no permitas que olvide su regalo de Navidad.
—Será doble y muy costoso —aseguró ella y tomó la mano que le extendió para ayudarla a subir.
—¿Mucho trabajo?
—David tuvo problemas con un cliente en Ashville, pero me vine antes. Hablaremos más tarde.
La conversación terminó en cuanto él puso la radio y pronto estuvieron en las afueras del pueblo, y por un momento Sol olvidó que iban a un escrutinio público.
El placer duró hasta que la camioneta entró al terreno de tierra batida y Jake se estacionó entre decenas de autos que formaban semicírculos frente a la pantalla blanca.
—Genial —murmuró Sol hundiéndose en el asiento al percatarse de lo que sucedía—. Somos la atracción principal.
Jake apagó el motor, y se giró hacia ella con esa sonrisa que apenas unas semanas atrás la exasperaba, pero que ahora derretía cualquier resistencia.
—Si sobrevivimos a esta noche, serás considerada la mujer que hizo sentar cabeza al Halcón Mitchell.
Ella quería burlarse, decirle una frase ingeniosa que le quitara esa idea de la cabeza, pero su imaginación la llevó ante la iglesia de Everwood con él vestido de smoking y ella… mirándolo desde la primera banca de los Mitchell junto a Lorraine. Qué demonios.
Se atragantó con su propia saliva.
—Tranquila, el párpado te tiembla y todo. No es para tanto, amor —dijo soltando una carcajada que ella no pudo imitar—. Vamos afuera.
¿Le acababa de decir Amor? ¿No iba en serio con lo de casarse? ¿Ella quería casarse?
Contrólate, Solange. Inspira. Expira.
Cuando el aire fresco le dio en la cara, pareció ayudar a que el cerebro volviera a trabajar con normalidad entonces preguntó:
—¿Esa es tu propuesta formal?
—Claro que no, pero como que va preparando el terreno, ¿no? —Jake le ayudó a acomodarse en la colchoneta que tiró en la paila de la camioneta y del asiento de atrás sacó una cesta de picnic y una hielera—. Y traje sobornos.
Sándwiches de pavo, fresas, y unas latas de soda.
—¿Cuándo hiciste esto?
—Bueno, solo lo encargué antes de irme esta mañana. —Jake desenvolvió un sándwich y se lo ofreció—. Pensé que con esto mantendría a Robert con la boca ocupada. Si quieres otra cosa, hay foodtrucks alrededor. Solo pide.
—Eso fue lo mejor de tu propuesta —dijo haciendo que ambos rieran.
La pantalla se iluminó en cuanto empezó a anochecer y las conversaciones se apagaron gradualmente, pero Sol apenas prestaba atención a la película, porque estaba demasiado concentrada en la cercanía de Jake.
—¿Estás bien? —Jake susurró cerca de su oído.
Sol se giró para mirarlo, pero sus rostros estaban tan cerca que no pudo evitar inclinarse un poco más hasta llegar a sus labios.
—Nunca he estado mejor —respondió bajito, con el corazón a mil de lo fantástico que era estar con el hombre por el que suspiró por tantos años.
Por primera vez en su vida, no le importó ser el centro de atención de medio pueblo, porque solo podía concentrarse en sus ojos, en su sonrisa y en la delicadeza con la que la trataba, como si fuera la única mujer en el mundo.
—Si me sigues mirando así, daré por terminada esta cita y te llevaré muy lejos. Donde tu hermano no pueda encontrarnos —susurró contra sus labios antes de acercarle una fresa.
—¿Es una promesa? —lo retó.
—Mi camioneta tiene el tanque lleno, y tengo una reserva en Ashville con bañera de hidromasaje esperando. ¿Aceptas?
El miedo se disolvió instantáneamente en la emoción.
— ¡Eres imposible! —musitó.
—¿Eso es un sí?
Ella asintió y Jake casi saltó, apartando la manta que había puesto antes sobre sus piernas, y empezó a guardar todo con torpeza.
De pronto, una figura apareció al lado de Jake y ambos dieron un respingo.
—¡Mierda, David! —dijo Jake con la mano en el pecho—. ¡Silba, tose, haz algún puto ruido para que sepa que te acercas!
—Necesitamos hablar —David la miró—. Lo siento, Solange, pero es importante.
Antes de que pudieran protestar, Charlotte asomó la cabeza del otro lado de la camioneta.
—¡Carajo, Char! —Sol chasqueó la lengua—. ¿Ustedes ensayan esto o qué?
* * *
Charlotte soltó esa risita dulce y maquiavélica que contagiaba a todo el mundo, mientras Sol saltaba con su ayuda y sentía la gravilla crujir bajo sus zapatos. La agarró del brazo y la alejó unos pasos.
—Creí que venía a rescatarte de tu escolta familiar.
—Se retrasaron —Sol miró hacia la entrada—. Melissa tiene un efecto increíble en él. Deberías verlo, es adorable y aterrador a la vez.
—No, gracias —dijo su amiga mientras la jalaba hacia los foodtrucks que brillaban con luces de colores en el fondo del terreno. El aroma a palomitas y hamburguesas flotaba en el aire nocturno mientras esquivaban parejas y familias que hacían fila a medio camino hacia el puesto de nachos.
—¿Tienes hambre? Porque Jake me trajo suficiente comida como para alimentar a un regimiento.