Jake
David estacionó frente a la casa de su madre y luego soltó un suspiro.
—Vamos, no es el fin del mundo. —David le abrió la puerta del auto—. Solo cinco minutos. Lo prometo, y de paso dejamos a este saco de…
Jake iba a decirle que no, pero cuando la luz del porche se encendió antes de que bajaran del auto supo que era una emboscada en su contra.
Su madre abrió la puerta con el delantal manchado de harina y los brazos abiertos para Titan, que se lanzó hacia ella gimiendo y moviendo la cola de manera exagerada.
—¡Mi chiquito precioso! Que te… —Sus palabras quedaron a medias cuando sus ojos lo recorrieron de pies a cabeza— Jacob Thomas Mitchell, ¿no te has duchado desde la comisaría?
Jake suspiró a la vez que se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros.
—No he tenido tiempo, ma.
—Ve a darte un baño, por amor al cielo. —Señaló la puerta—. Al menos sigues dejando ropa tuya aquí.
Jake miró a David con ganas de ahorcarlo al verlo sonreír.
—¿Al menos comiste ya?
Asintió, pero David intervino rápido.
—Mamá, ¿puedes quedarte con Titan? Vamos al O'Malley's.
Su madre dejó entrar a Titan y cruzó los brazos en modo matriarca activado, así que se apresuró a subir las gradas mientras su madre decía:
—Tú a la cocina. Ya hablaremos de tu papel de terapeuta nocturno.
Dejó la puerta abierta de su antigua habitación para escuchar el murmullo de su madre regañando a David por dejar solos a los gemelos con Charlotte después del "incidente de la comisaría".
—¡Charlotte está imposible! —se quejó David— Juro que Sol le dio clases de cómo torturar hombres Mitchell antes de irse.
Estuvo a punto de intervenir, pero la voz de su madre resonó en la sala al responder:
—¿Ah sí? Pues no veo que hayas ganado el premio al hombre ideal del año. Así que la cuidas y la soportas, como ella hace contigo. Y si crees que Sol le enseñó algo, espera a que los gemelos aprendan a hablar y a caminar y conocerás la tortura real. No tienes…
Se encerró en el baño para no escuchar que siguieran nombrándola y bajó diez minutos después, limpio y decidido a escapar de ahí.
Pero su hermano estaba sentado en la silla del desayunador con cara de cachorro regañado y su madre mantenía esa expresión de mala leche mientras revolvía algo en la estufa con una cuchara de madera.
—El matrimonio no es un escape, David Mitchell. Es un compromiso. Cuando te cansas, te aburres, o tu esposa te mira como si fueras el mayor error de su vida después de parir a tus hijos…
—Ma…
—Te quedas —concluyó, dándole la espalda—. Y si nadas de mal consejero con tu hermano haciéndole creer que puede huir de sus problemas embriagándose…
—Ma, nos vamos… —dijo en voz alta y fingió no haber escuchado.
David casi saltó del taburete, pero su hermano mayor se quedó quieto cuando ella inclinó la cabeza para mirarlos como si tuviera rayos láser en los ojos.
—No quiero que me llamen de nuevo porque uno de ustedes se metió en problemas. Y David, temprano a casa.
Jake se acercó a su madre para darle un beso en la frente, pero la pequeña mano en su hombro lo detuvo.
—¿Sabes si ya llegó?
Se quedó inmóvil, pero encontró su voz para decir:
—¿Quién? —preguntó, aunque sabía perfectamente a quién se refería.
Clara alzó una ceja.
—No juegues al tonto, Jacob. Solange.
—Ah. —cruzó los brazos—. No. No me ha llamado.
Clara suspiró y, sin previo aviso, le dio con el cucharón en el hombro.
—¡Ay! —Jake retrocedió, frotándose el lugar y mirándola con recelo.
—¡Otro! —David señaló desde su silla, riendo—. ¡Dale otro, ma!
—Cállate, David —Clara lo fulminó con la mirada antes de volver a Jake—. ¿El frío te entumeció los dedos o qué? Llámala tú.
—Ma, eso duele. No quiero atosigarla.
El segundo golpe fue en la pierna, pero le dolieron más sus palabras al decir:
—¿Es en serio? Yo no crié a mis hijos para que se rindieran sin pelear.
David soltó una carcajada ahogada y él le lanzó una mirada asesina.
—Imbécil…
—¡Ma! —gimió David con voz infantil—. ¡Jake me dijo imbécil!
—¡No fue así! —Le pegó en la parte de atrás de la cabeza cuando lo alcanzó, pero no pudo evitar reírse. Era el primer momento en horas que el peso en su pecho se aligeraba, aunque fuera por un segundo.
Clara los miró con una mezcla de exasperación y cariño.
—A veces pienso que me los cambiaron en el hospital. Largo de aquí, los dos. —Le silbó a Titan ocultando una media sonrisa—. Vamos, chiquito. Te quedas conmigo el fin de semana.
El perro la siguió obediente dentro de la despensa sin mirarlo, como si acabara de encontrar su lugar favorito en el mundo. Entonces, Jake siguió a su hermano que ya iba de salida.
Cuando arrancó el motor, David le devolvió el golpe en la cabeza y le dijo:
—Ni tu perro te respeta, hermano. Eso ya es tocar fondo.
—Si sigues molestando le diré que estás en mi casa desde la tarde.
—Malagradecido, estaba cubriendo las horas que no trabajaste por tu gracia de anoche y por…
Jake encendió la radio a todo volumen y David negó alejándose de la casa mientras él miraba más allá de la ventana, para no tener que confesar el pánico que sentía. A que ella no respondiera. O peor: que respondiera para decirle que el viaje a Atlanta le había aclarado las ideas y que en su vida, ya no había un lugar para él.
* * *
El O'Malley's estaba más lleno de lo que esperaba para un viernes. Jake entró detrás de David, y su sonrisa se activó por inercia, aunque los los músculos faciales seguían tensos y su mirada vagaba sin enfocarse en nada. Su hermano lo empujó con suavidad hacia la mesa donde la cuadrilla ya celebraba con gritos de bienvenida.
—¡Mitchell! ¡Por fin! —gritó Eddie, levantando su jarra.
Se sentó entre Miguel y Rick y una cerveza apareció frente a él y esparció la condensación mientras la hacía girar sobre el mantel húmedo sin llevársela a los labios.