Sol
Todavía tenía esa sonrisa idiota en la cara cuando Ana entró a la sala con un bowl de cereal y entrecerró los ojos al acercarse, provocando que Sol se enderezara en el sofá y bloqueara la pantalla del móvil.
—Okay. ¿Quién eres y qué hiciste con mi roommate amargada?
—Jake es un idiota.
—Claro. Te ves furiosa. ¿Otra vez el "glow up" post-Jake? —Ana masticó despacio y se sentó a su lado.
—Lo estoy. Yo… No es "glow up". Es indignación.
—Mmm. —La vio dejar el bowl en la mesita de centro y cruzó los brazos con ese tono clínico que usaba cuando quería provocarla—: Exhibes síntomas de dependencia emocional aguda: todo tiene que ver con el objeto de tu afecto, esa sonrisa residual, obsesión con dispositivos móviles...
Sol le lanzó un cojín.
—Y tú exhibes síntomas de ser insoportable.
Ana sonrió y antes de que ella pudiera levantarse, la abrazó con entusiasmo.
—Me alegra que hayas vuelto.
—Suéltame, ¡Ana, no me gusta! —dijo retorciéndose para escapar—. Asfixias como una anaconda.
—Apuesto a que con Jake no te quejabas… —Arqueó una ceja con descaro.
Sol apretó la mandíbula mientras se le calentaba el rostro, pero al escuchar su risita le empujó la frente para apartarla.
—Estás delirando. Yo… te lo dije. Solo pasamos buenos momentos.
Y al fin la soltó. Pensó que eso sería todo, pero Ana la siguió a la cocina con esa sonrisa traviesa que la ponía de los nervios y abrió la boca para decir algo, pero Hades salió de la habitación, y luego de estirarse se lanzó directo a sus brazos.
—Hola, mi amor. ¿Dormiste bien?
Ronroneó tan fuerte mientras lo acunaba contra su pecho que hizo que Sol resoplara, sobre todo cuando lo vio cerrar los ojos, relajado.
—Ese demonio casi mata al señor de la gasolinera ayer. Le bufó desde la ventana y el pobre tipo casi tiene un infarto bajo la lluvia.
—Estabas protegiendo a tu mamá, ¿verdad? —dijo Ana y besó la cabeza de Hades con ternura exagerada.
—No soy su mamá. Y con la señora Chen se portó como gatito de calendario. Conmigo jamás hace eso.
—No es tu culpa. Es tu aura gris.
—No soy gris. Ese animal debe estar poseído.
Ella cruzó los brazos y Hades le bufó tan fuerte que Ana lo alejó, riendo.
—Pensé lo mismo cuando te conocí. Este gato es tu clon peludo.
—Ja ja, muy graciosa —Sol sacó ingredientes para preparar un sándwich—. Debí devolvérselo a Jake.
Ana levantó cinco dedos, contando las veces que había mencionado a Jake.
—Qué mala. Técnicamente es tuyo y tu novio ya hizo suficiente por él.
—Jake no es mi… —Su amiga añadió un sexto dedo con sonrisa triunfal y Sol le pegó con una manta—. Déjame en paz.
—Eres muy astuto, ¿no es así? —Lo trataba como a un niño y el maldito manipulador hasta le maulló—. ¿Y? ¿Te pudiste comunicar con el hombre con el que jugabas a la casita, tuviste cita pública, ibas a la iglesia con su familia, pero insistes en que no es tu novio?
Estaba por replicar otra vez, pero se limitó a negar. Ya le había dejado un mensaje a David y a Charlotte, pero le daba vergüenza acosar también a Clara, así que dejó de insistir. Además, su tonto mensaje de respuesta para Toño aparecía como enviado.
Ana no dijo nada, pero Sol solo pudo aguantar esa mirada de sabihonda tres segundos antes de mirar el reloj de pared y resoplar.
—¿Así vas a ir? ¿Hiciste la lista del súper?
—¿Qué tiene? Es mi pijama favorita. Y sí, la llevo.
—No voy a salir contigo si vas vestida con esas orejas de conejo, Parker. Mejor voy sola.
—No. Si no voy, no querrás traer mis gomitas y hay que comprarle arena al príncipe… —Ana salió corriendo a su habitación.
Salieron a hacer las compras cerca de las tres, pero Atlanta la recibió con su indiferencia habitual: la cajera ni la miró, un tipo con auriculares la chocó sin disculparse. Y aun así, lo peor fue descubrir que buscaba, sin darse cuenta, ese aroma a pinos que había marcado sus últimas semanas.
—Antes hubieras mandado a ese sujeto al diablo. ¿Qué pasó? ¿Everwood te domesticó? —dijo Ana mientras cargaban las bolsas en el auto.
—Me la pasé encerrada la mayor parte del tiempo —mintió al cerrar la cajuela con más fuerza de la necesaria—. Y no me preguntes haciendo qué.
—No necesito hacerlo, tengo una imaginación muy activa.
Sol la empujó, pero no pudo devolverle la sonrisa. No quería seguir recordando.
En la noche eligieron un restaurante italiano al que solían ir cuando trabajaban hasta tarde y cuando estaban por terminar, reconoció a Miranda cuando se sentó en una mesa del fondo y Richard le extendió una carpeta que ella dejó a un lado antes de tomar su copa y beber un poco.
—¿Qué demonios…?
—Si vas a asesinar a alguien, avísame para organizar una coartada. ¿Qué pasa? —murmuró Ana.
Sol le hizo un gesto hacia la pareja, pero su amiga no parecía sorprendida. Así que se levantó sin terminar el vaso de agua.
—Mejor vámonos.
—Tienen semanas reuniéndose. ¿Crees que te afecte en algo?
—No sé, pero es mejor que me prepare cuanto pueda.
De regreso en el apartamento, el cansancio no le impidió empezar a prepararse para el lunes, así que extendió papeles y convirtió la mesa en su centro de comando.
* * *
Los primeros rayos del domingo la encontraron maldiciendo por lo bajo al sacar su laptop de la maleta. Olvidó dejarla con el técnico y esperaba ver la grieta zigzagueante de Hades. Pero al abrirla, la pantalla estaba impoluta, brillando como nueva.
Se quedó helada. Él tuvo que haberla llevado al pueblo. Ese idiota detallista se había asegurado de que ella pudiera irse y brillar, incluso si eso significaba alejarla de él.
Entonces vio las camisetas de Jake en el fondo de la maleta, y al olerlas pudo percibir ese aroma a lino fresco y madera de ciprés que ahora la perseguía.
—Claro. Porque arreglar la laptop no era suficiente. Tenías que alimentar mi adicción —refunfuñó, tirándolas al otro lado de la habitación. Pero al verse en el espejo llevando su jersey del instituto, resopló—. Eres patética, Solange.