Bajo el mismo techo

Capítulo 31

Sol

Entró a la sala y saludó antes de dejar el maletín sobre la silla. Richard Keller siguió leyendo los documentos en su mano y Marcus se acomodó a la cabeza de la mesa como si él presidiera la reunión.

Pero ella permaneció de pie cuando Miranda Voss empujó hacia ella el prototipo de empaque del producto: una botella negra mate con tipografía angular y agresiva.

—El proceso de elaboración ya está en marcha, pero quiero tu opinión sobre la dirección visual antes de formalizar los cronogramas.

Ella examinó la botella y casi se carcajeó al reconocer su diseño para un producto de higiene para el gimnasio que ella desechó hacía tiempo. Pero Marcus intervino antes de que pudiera hablar.

—Mi equipo creativo trabajó semanas en esto y coincidimos en que apela a la masculinidad aspiracional a la perfección.

Ella le devolvió el empaque a Miranda y sacó su laptop para conectar el proyector.

—Los hombres que nunca usaron skincare necesitan algo simple, directo, que no parezca suplemento de proteína. Necesitan un envase simple, que no los haga sentir idiotas por no saber la diferencia entre sérum y crema hidratante. Ese es nuestro target real.

Ignoró la risita de los dos hombres y marcó con su láser su análisis de audiencia, demográficos, puntos de dolor, datos de engagement.

Marcus se tensó y Richard levantó la vista por primera vez con expresión despectiva.

—Interesante perspectiva emocional. Pero el marketing efectivo se basa en datos cuantitativos, no en anécdotas de... ¿pueblerinos?

El énfasis burlón hizo que Miranda frunciera el ceño ligeramente, pero ella respiró hondo, manteniendo su tono profesional.

—Esos datos están en el documento. Setenta y tres por ciento de hombres entre veinticinco y cuarenta y cinco años admiten confusión con productos básicos. Lo que se necesita es algo como esto: Azules industriales, tipografía legible desde dos metros, instrucciones en tres pasos máximos.

Marcus se aclaró la garganta

—Lo que Solange no entiende es que el branding…

Ella lo cortó en seco.

—Lo que entiendo es que este empaque se quedará en los estantes porque los hombres reales no se ven reflejados en él.

—¿Hombres reales?

Ambos se rieron de nuevo, pero Miranda intervino con voz cortante.

—Déjala terminar.

Así que ella aprovechó la apertura de inmediato.

—Es evidente que si estamos en extremos opuestos de esta visión será difícil avanzar, así que tengo una pregunta directa para usted, señora Voss.

—No, nada de señora, pero prosigue.

—¿Solo siendo empleada de la firma sería considerada para este proyecto, o la empresa estaría dispuesta a trabajar conmigo de manera independiente?

Un silencio pesado llenó la sala. Marcus abrió la boca como un pez fuera del agua.

—Cuidado con quemar puentes, señorita Richmond. —Richard se recostó en su silla—. Esta industria tiene memoria larga para profesionales... conflictivos.

Su jefe regional le dedicó su famosa mirada congela traseros que todos temían en la firma, pero estaba harta.

—Interesante —dijo Miranda con una sonrisa—. Dime qué tienes en mente.

Su corazón latía como tambor en guerra, pero qué más daba, sabía que después de ese video le harían la vida imposible en cada paso que diera.

—Sí, como consultora independiente reportando directo a Luminence sobre los avances de la línea masculina. Me contactaron por mi presencia en redes, así que crearía contenido educativo que conecte directo con la audiencia.

—Hace unos días me sugirieron que usáramos esas tendencias de parejas para que prueben nuestros productos.

—Entiendo —asintió, obligándose a sonreír y mostrar interés cuando escuchó el crack de un bolígrafo en las manos de Richard—. Algo fresco, divertido…

—Miranda, deberíamos discutir la estructura de supervisión…

Miranda lo interrumpió con frialdad que no admitía réplica.

—Tu equipo manejará las cuentas retail. Solange tendrá autonomía completa en digital y la línea masculina. Son proyectos paralelos. De todas formas ustedes se quedaron con la cuenta que le correspondía.

Era un golpe directo al ego. Marcus apretó la mandíbula hasta que los músculos saltaron visibles en su cara y los tres se quedaron estupefactos al dejar a los directivos de la firma al descubierto. Miranda le señaló la silla frente a ella.

—No quiero problemas…

—En vista de que el plan fue creado en mis vacaciones y la propuesta efectuada fuera de la firma, tendría que renunciar y es significa perder la estabilidad de años. Entenderá que necesito un respaldo económico que justifique ese riesgo.

—Puedo ofrecer un retainer mensual más comisión sobre ventas. Estándar de la industria para freelance.

Eso equivalía a inseguridad en todos los sentidos así que negó.

—Suena mejor un adelanto, retainer garantizado por doce meses independiente de las métricas iniciales, más bonos por objetivos cumplidos. Y no-exclusividad. Necesito poder tomar otros clientes cuando sea necesario para equilibrar mis gastos.

Miranda la estudió un momento que sintió eterno hasta que dijo:

—Tienes un mes de prueba. Si las métricas bajan o el contenido no resuena, renegociamos. Pero acepto tus términos financieros. Mientras estés disponible hasta completar la línea masculina, acepto la no-exclusividad, pero el contrato de confidencialidad es…

—Por supuesto. —Sintió las rodillas aflojarse de alivio pero mantuvo la postura firme y extendió la mano—. Acepto.

Richard se levantó y recogió sus documentos de mala manera.

—Espero que sepas lo que haces, Solange.

Salió sin despedirse y Marcus lo siguió, negando en su dirección.

—Ahora no sé cómo sacarte de esta —soltó con una mirada venenosa antes de cerrar de un portazo.

Estuvo a punto de colapsar cuando el silencio llenó la sala. Pero respiró hondo, obligándose a procesar lo que acababa de hacer. Entonces Miranda se quitó la chaqueta, tiró los tacones y acercó una silla junto a ella.




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