Bajo el mismo techo

Capítulo 32

Sol

Pestañeó hacia la pantalla de su laptop, pero no podía procesar los números del reporte analítico como necesitaba. Así que giró hacia las tres tazas de café vacías que formaban una torre precaria junto al mouse, y sopesó entre ir por la cuarta taza o acceder a la invitación que le hacía su cama desde el otro lado.

La puerta de su cuarto se abrió sin advertencia.

—¿Dormiste algo?

Ana le lanzó sus bolsas de gomitas ácidas, pero una se estampó en su cara.

—Auch. Tres horas, pero fue suficiente.

La vio mirar el caos que la envolvía con una mezcla de horror y resignación. Y no podía culparla. No era nada atractivo ver tres monitores encendidos y muestras de productos por todos lados. Y ni hablar de ella, que llevaba el pelo recogido en un moño mal hecho con varios lápices como sostén y la misma sudadera gris de ayer, o quizás de anteayer.

Se enfocó de nuevo en los efectos del video que estaba editando en la pantalla principal, pero cuando Ana se sentó en el borde de la cama sin pedir permiso y soltó un largo suspiro dejó todo para mirarla.

—Sé que te prometí un maratón de la serie, pero…

—No es eso, Sol. Es que llevas semanas así y te vas a enfermar.

Guardó su trabajo y giró la silla hacia su amiga.

—Estoy ocupada, no enferma. Pero, ¿qué hay de ti? ¿Tu jefa al fin dejó de mencionarme?

—Eres su mantra diario después de renunciar así. Te convertiste en leyenda. Pero no me enredes otra vez, porque terminaremos hablando de mí como siempre. Mejor dime cuándo fue la última vez que te comunicaste con Jake.

Escuchar su nombre la hizo resoplar y luego rio sin humor.

—Ayer. Lo llamé saliendo de la reunión que te conté, pero él estaba con un cliente. Me devolvió la llamada tres horas después, justo cuando yo estaba reunida con Miranda. Así que como ves...

Encogió los hombros y dejó la frase sin terminar, porque ni siquiera tenía energía para seguir hablando de lo mismo cada semana.

—¿Y antes de eso?

Sol desconectó el teléfono del cargador y le mostró el largo listado de llamadas perdidas entre ambos. En el chat, una letanía familiar:

¿Tienes tiempo esta noche?

Perdón, la reunión se alargó. ¿Mañana?

Proyecto urgente. Te llamo en cuanto termine.

Siguió bajando, pero las fotos tontas y los mensajes de voz habían sido sustituidos por una triste cronología de agendas incompatibles. Ya no hablaban horas sobre nada. Ahora eran solo dos agendas que nunca coincidían.

—No es que no queramos. Es que no podemos —murmuró Sol, más para sí misma que para Ana—. ¿Pero al final, cuál es la diferencia?

Dejó el teléfono bocabajo sobre el escritorio y la miró con un nudo en la garganta.

—¿Y si elegí mal?

—¿Mal cómo? —La vio fruncir el ceño.

—Sí, quizás yo lo arruiné al elegir mi carrera y mi vida aquí. —Hizo una pausa donde su voz se quebró un poco—. ¿Y si eso empujó a Jake a hacer lo mismo?

—¿Pero y eso qué tiene de malo? ¿Dices que te equivocaste al elegir tu independencia?

—No, pero ahora ambos estamos tan ocupados que ya no hay espacio para nosotros.

Ana abrió la boca, pero Sol continuó, como si las palabras hubieran estado presionando durante semanas esperando escapar.

—¿Y si yo quiero esto más que él? Porque ahora que tiene ese nuevo contrato de la plaza comercial y todo despegando en su empresa familiar parezco su segunda opción.

La mirada de su amiga la puso nerviosa, así que antes de que se atreviera a contradecirla, resopló y le dedicó una media sonrisa.

—Bueno, al menos logré tachar "Salir con el amigo atractivo de mi hermano" de la lista.

Y aunque la mirada de Ana se suavizó, le siguió el juego:

—Y el contratista sexy.

—Y el chico dorado del pueblo, además de exatleta… —agregó.

El silencio que siguió fue demasiado pesado para lidiar con él, así que Sol se levantó de pronto y flexionó el cuello y el resto de su cuerpo.

—Olvídalo. Estoy cansada y siendo dramática, y tengo que terminar esta edición para mañana.

Volvió a su silla, se puso los auriculares y vio a Ana quedarse sentada un momento más, mirándola, hasta que finalmente se levantó y salió del cuarto, cerrando la puerta con suavidad.

Trabajó otra hora sin avanzar la gran cosa, hasta que se dio por vencida y cerró la laptop, para luego tirarse sobre la cama y quedarse mirando el techo en la oscuridad.

Recordó la última vez que lo vio; a través de su retrovisor al salir de Everwood y dio vueltas toda la noche, sin conseguir dormir bien mientras imaginaba conversaciones o escenarios donde ambos daban razones tontas para terminar con el otro.

* * *

La semana siguiente transcurrió igual: mucho trabajo, y muchas más llamadas perdidas y mensajes para compensar el poco tiempo que tenían para el otro.

El viernes por la noche, Sol preparó su habitación para su tercer En Vivo, y aunque seguía sin tener un tocador apropiado, al menos invirtió en mejor sonido e iluminación para su ya no tan humilde canal de red social.

La primera transmisión que hizo fue aterradora, porque esperaba la crueldad de internet tras el escándalo con Marcus. Pero en lugar de eso, la señora Chen, su vecina del edificio (presidenta de la junta de vecinos y reina indiscutible del chisme) le comentó un emoji de apoyo.

Tuvo que abordar el tema de frente, pero creía que el buen recibimiento se debió al iniciar con un: "¿Alguna vez se han equivocado?"

Les habló de la forma más sincera que pudo sobre causas justas, mérito, amor al trabajo, y en pocos minutos a la gente pareció dejarle de importar.

En su segundo Live, su audiencia defendió su espacio cuando los recién llegados retomaron las preguntas al respecto. Esa noche celebró junto a Ana que fue la señora Roberts, de Everwood, quien comentó algo sabio sobre que todos tenían derecho a las segundas oportunidades, a pesar de que había una buena parte de sus seguidoras apoyando su reacción.




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