Bajo el mismo techo

Epílogo

Sol

La primera Navidad (Dos meses después (Nochebuena))

—Si ese perro toca el pavo, juro que lo convierto en un abrigo.

Solange intentó sonar amenazante, pero era imposible infundir miedo cuando llevaba puesto un suéter de lana verde neón con un reno de ojos alterados en el pecho que picaba en lugares que no sabía que tenía.

—Es tejido artesanal, meu Sol —dijo Jake pasando con una bandeja, luciendo igual de ridículo en su suéter rojo que le quedaba corto en las mangas—. No te quejes del arte de mi madre.

—Tu madre aprendió a tejer en YouTube la semana pasada.

—No la juzgues, tú aprendes jardinería ahí también.

—Pero yo no obligo a nadie a quedarse con mis plantas muertas… —susurró.

Él rio mientras esquivaba a Titan, que merodeaba cerca con intenciones criminales.

La cocina era un caos absoluto, pero miró con orgullo el pavo que ella y David prepararon juntos, siguiendo las indicaciones que encontraron en el viejo recetario de la abuela Richmond en el ático.

El ambiente estaba muy alejado de las fiestas sofisticadas y minimalistas que soñó para ella al irse a Nueva York. Pero compartir con su cuñado mientras Jake ampliaba el comedor y Melissa organizaba a todos... era lo que su abuela hubiera querido para esta casa.

Esto era ruidoso, olía a pino mezclado con canela, y estaba lleno de gente riendo a carcajadas mientras se avergonzaban unos a otros con anécdotas de su adolescencia que deberían permanecer enterradas.

—Relájate, Grinch —dijo Ana, apareciendo a su lado para rellenar su copa de vino.

Ella también llevaba un suéter tejido, morado y deforme, pero lo lucía con unos pantalones de cuero que de alguna forma salvaban su dignidad y se veía fashion.

—¿Bandido sigue vivo? —preguntó Sol, vigilando la esquina donde Hades, desde lo alto del refrigerador, le había soltado un zarpazo de advertencia al cachorro (hijo de Luna y Titan) hacía cinco minutos.

—Sigue vivo. Mira a Rick —Ana señaló con la cabeza hacia el comedor.

Rick estaba sentado junto a David, ambos riendo mientras el primero le pasaba comida a los perros bajo la mesa. Bernie también estaba allí, que llegó de visita con la excusa de que Luna viera a Titan, aunque pasaba más tiempo mirando a Clara en la sala que participando en la conversación.

Sol le dio un empujón suave con el hombro.

—Te ves muy cómoda con el "chico de pueblo". ¿Vas a admitir que quieres algo serio con él o tengo que esperar el siguiente Año Nuevo?

Ana rodó los ojos, pero una sonrisa pequeña la traicionó.

—Es útil. Sabe arreglar cosas y no le asusta mi nueva afición por las series coreanas. —Tomó un sorbo de vino antes de bajar la voz—. Por cierto, me llegó el chisme de la agencia. La nueva empresa les canceló el contrato ayer.

—¿Perdieron la cuenta?

—La agencia está perdiendo clientes como moscas y Marcus fue despedido al fin.

—Justicia poética —murmuró, satisfecha. Aunque la traición y la campaña de desprestigio que vino después de su salida en la firma ya no dolía.

Ahora estaba enfocada en el lanzamiento de la línea masculina, que había generado más expectativa de la esperada, y eso le había permitido abrir su consultoría independiente en Everwood. Manejaba tres clientes locales además de Luminence, y lo más importante: trabajaba bajo sus propias reglas.

Jake había convertido su antigua casa en oficina, con el taller anexo para Mitchell & Sons. La cancha de básquet restaurada entre ambas propiedades ahora era el punto de encuentro del vecindario.

—¡Sol! ¡Ayuda!

Charlotte apareció con un gemelo en cada brazo y expresión desesperada.

—Necesito que veas los posts para mañana. Instagram está explotando desde que subiste el reel de los vestidos.

Sol tomó al bebé que intentaba comerse una esfera del árbol.

—¿Cuántos pedidos?

—Quince desde que lanzamos la pre-venta la semana pasada. —Charlotte suspiró—. No sé cómo lo haces, pero mi tienda nunca hubiera despegado sin ti.

—Tú haces los diseños, yo solo sé venderlos. —Lo meció mientras dormitaba contra su hombro—. Mañana revisamos todo. Hoy es Navidad.

Charlotte sonrió con los ojos brillantes.

—Gracias, amiga. En serio.

Ana se acercó y le quitó al otro gemelo de los brazos a Charlotte.

—Anda, ve a sentarte. Nosotras nos encargamos.

Llevaba dos horas rodeada de ruido constante y su batería social estaba completamente agotada. Y como si lo hubiera invocado, Jake apareció en el marco de la puerta y cruzaron una mirada.

—Yo lo subo —dijo él en voz baja mientras le quitaba al bebé con cuidado.

Subió tras él por las escaleras, pero cuando él giró hacia la habitación de huéspedes para acostarlo, ella se desvió hacia su oficina. Necesitaba un momento de silencio antes de volver al caos de abajo.

La puerta estaba entreabierta y entró al espacio con mejor luz de la casa, que Jake acondicionó para sus transmisiones. El escritorio tallado que le regaló tenía una pequeña placa de bronce en la esquina: "Para meu Sol, que siempre encuentra la luz." Y junto a la ventana estaba el mueble para sus productos que él llevó hasta Atlanta.

—Sabía que vendrías aquí.

Se giró y encontró a Jake apoyado contra el marco de la puerta, con las manos en los bolsillos y esa sonrisa suave que la ponía de cabeza.

—¿Tan predecible soy?

—Solo te conozco. —Se acercó y se apoyó contra el escritorio a su lado—. Dos horas de Mitchell en modo fiesta es demasiado, incluso para mí.

Soltó una risa entrecortada, aliviada de no tener que explicarlo. Jake la miró en silencio por un momento antes de deslizar un mechón de pelo detrás de su oreja.

—Se te veía bien con el bebé. Natural.

Esa conversación flotaba entre ellos desde que Clara hizo ese comentario meses atrás, y luego Melissa anunció su embarazo.

—Algún día —susurró, sosteniéndole la mirada—. Pero no todavía. Primero quiero disfrutarte solo para mí un rato más.




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