Despierto desorientada preguntándome ¿A dónde estoy? Aterrizó después de verlo junto a mí y enseguida me alejo con miedo.
—No tenías que haber visto eso.—Dijo levantándose violentamente de mi cama.
¿Cómo es posible que diga eso primero? —pensé.
—¿Por qué mierdas le has disparado a un hombre? ¿Quién eres? —le pregunté con opaca voz. Quería llorar pero lo contuve, no permitiré que me vuelva a ver tan débil.
Señor A.
Detesto verla con miedo hacia mí, ¿Cuando entenderá que nunca le haría daño? ¿Cuándo me atreveré a decirle que se ha convertido en mi vida? ¡Que estaría dispuesto a recibir una bala por ella!
—Si te digo quién soy me odiarás—le comenté sin mirarla. Otra vez no tenía el valor de hacerlo, ella me doblega.
—Eso no lo sabes al cien por ciento. Inténtalo y verás—aconsejó, su voz se escuchaba más fuerte, como dejando el miedo atrás.
Me acerqué lentamente a ella-
—¡Soy Andrés Allan Garrity el hombre más malditamente buscado del planeta!—le confesé con miedo que se fuera. No vi ninguna reacción en su rostro.—¿No piensas decir nada? —le pregunté intrigado.
¡Maldición, no debí decirle la he dejado completamente inmóvil! Debe estar odiándome en este momento.
—¿Entonces, piensas quedarte así para siempre? —Le dije furioso, la paciencia no es una virtud en mí.
Ella reaccionó parpadeando dos veces. Sonrió. —¿Qué quieres que te diga? ¿Qué me sorprendes? ¿No pensaste que creí que eras un vendedor de perfumes? —se levantó y caminó hacia el baño quitándose el vestido que usaba. — Desde el principio supe que eras un criminal pero no descifraba qué tipo de criminal eras... —abrió la ducha al quedar completamente desnuda enfrente de mí. —Pero eres un Narcotraficante, no es tan grave.—Dijo con una grata sonrisa en su rostro.
Veía su estupendo cuerpo esculpido desde la ducha. Trague saliva. Pues estaba a punto de babear como un perro hambriento, mi cuerpo sudaba descontroladamente y todo era porque deseaba estar ahí con ella.
Renata.
Lo provoque, era la única forma que me aseguraría que estaría a salvo con él.
Su confesión claro que me impactó, estoy viviendo con el hombre más peligroso del mundo, ¿Quién me asegura que nunca me tocaría sin que yo se lo pida? ¿Él? Claro que no.
Me duchaba sensualmente enfrente de él, tocando cada parte de mi cuerpo con el jabón como si estuviera bailando música clásica. El agua caía por mi cabellos hasta llegar a mis pies, lo miraba y el señor A sabía perfectamente esconder sus emociones. —¿Quieres entrar?—le expresé mientras tocaba mi vagina en el punto donde me hacía estremecer.
El señor A, se me quedó mirando.
—¡No! —respondió marchándose pero lo detuve. —¿Por qué no? —su respuesta me sorprendió.
—Por qué fue una pregunta, no una petición.—resaltó terminando de irse. Y mi mente estalló, algo en mi corazón se suavizó, nunca imaginé que fuera a reaccionar así.
Señor A.
¿Por qué mierda hizo eso? ¿Qué quería comprobar?
Llegué a mi habitación sirviendo un trago, la ansiedad se apoderó de mí y comencé a beber como un loco desquiciado mientras hablaba con Sabrina... Sí, con ella pues tengo un retrato grande de su imagen en la pared que da al frente de mi cama.
—Me he vuelto a enamorar... —le dije mientras tomaba un sorbo de vino. Miraba el cuadro como si fuera real. —¡No me mires así! No sabes cómo me ha costado que esta ilusión vuelva a mí—el alma se me destrozo y la tristeza salió— Desde que te arrebataron de mis manos nunca más el corazón me volvió a latir, nunca hasta ahora. Te prometí que no amaría a nadie más, pero esta chica llegó de casualidad a mezclar mis sentimientos... —me senté en el sillón negro que pongo siempre enfrente del cuadro—¡Demonios! Y ahora no se cómo detener este amor que está surgiendo por ella, es que, si la conocieras te darías cuenta que ella es maravillosa... Posee una alma blanca y un carácter de mil demonios, cualquiera que la viera se enamorará enseguida y eso es lo que me sucedió a mí ¡Ya te lo dije! ¡No me mires así! —apoye mis manos sobre mi cabeza, cuestionando—¡YO NO TENGO LA CULPA DE QUE TE HAYAS MUERTO! —Grité enloquecido estampando mi vino en el cuadro, el fuerte ruido que hizo la copa al estallar me hizo llorar.
Llore.
Vaya que llore por el desastre que mi locura causó, estaba tirado en el suelo arrodillado enfrente del cuadro.
Y mi puerta se abrió.
—¿Otra vez lo has vuelto hacer? —Caminó deprisa hacia mí—¿Cuántas veces debo decirte que ella ya no está más aquí? ¡Ya debes dejarla ir! —expreso Hellen molesta.
Me agarro y como pudo a mi cama me coloco, luego mi desastre limpio.
—¡Debes dejar de hacer tantos shows! ¡Ya estas grandecito para esto! —dijo firmemente estampando fuerte la puerta al salir.
Apenas toque mi cama en un sueño profundo caí.
Renata.
Acostada para descansar me encontraba en mi cama, no podía realizar el sueño porque aún me encontraba pensando en el señor A.
¿Cómo un hombre puede tener a una mujer desnuda enfrente de él y no hacer nada? —Esa pregunta me atormentaba.
Me levanté y me coloque en la ventana. En una enorme ventana que estaba al lado de mi cama.
El cielo estaba hermoso con millones de estrellas, la luna brillaba más que un cristal y semi desnuda comencé a bailar... Bailaba al ritmo del compás... Una música clásica mi subconsciente comenzó a escuchar, mis pies en puntas como si estuviera ensayando para el Cisne Negro se colocaron mientras mis manos al mismo ritmo bailaron ligero como una pluma en el viento...
Tenía tiempo sin hacerlo, me empecé a sentir viva de nuevo, lo que me dio fuerzas para bailar con el corazón por toda la habitación. Creía que estaba bailando en una obra y yo tenía el papel principal.