Las horas fueron pasando mientras minuto tras minuto un vestido me colocaba y me quitaba, todo lo que me probaba no le gustaban.
Espero que esto si le guste ¡Dios! —murmuré.
Salí emocionada modelando un vestido plateado escarchado, sin escote en la espalda, sin escote en las bubis, solo tenía una abertura en la pierna izquierda. El vestido es entallado al cuerpo y me hacía sentir como si valiese un millón de dólares.
El señor A se quedó viéndome fijamente, sin decirme nada.
Trataba de descifrar qué decía su rostro pero no me mostraba nada y la intriga me estaba matando.—¿No piensas decir nada? —Subí las cejas—Con los demás vestidos sí que no te quedaste mudo.—resalte irónica.
Tardó en responder. —¡Ese lo usaras esta noche! —me ordenó seco y cortante.—Te espero en la camioneta.—comentó sin mirarme mientras se marchaba hacía allá. La morena que me atendía vino a mí al momento que el señor A se retiró, yo quedé con un nudo en mi garganta, quería decirle; Lo malditamente bipolar que es, pero las palabras no pudieron salir de mí. La lengua la tenía tensa y mis labios estaban pegados el uno con el otro, solo me quede inmóvil viendo como descaradamente se iba a la camioneta pero tenía algo muy claro, su asquerosa actitud me la iba a pagar, luego me centré en mí, volví a entrar al probador para cambiarme y mientras estuve ahí le dije a la morena—¡Me llevaré todo lo que me probé! —
—¿Todo? —replicó al ver las montañas de ropa que estaban tiradas a su lado.
—¡Sí, todo! —expresé segura.
—¿Los vestidos sexys también? —preguntó sorprendida sabía que él señor A no le gustó ninguno de esos.
—¡Esos no los puedo olvidar!—mi sutil tono malvado se notó.
Reí a mis adentros pues había pensado lo enloquecido que el señor A se pondrá al verme lucir algunos de esos vestidos sexys.
Señor A.
Todos los vestidos le quedaron sumamente hermosos. Suspire. Maldición, el primero que se probó le quedaba celestial y obviamente no permití que lo comprara, me volvería loco si alguien más la mirará.
Suspire.
Esperaba en la camioneta mientras Renata terminaba sus compras, siempre vengo a “Jessica Fashión” para comprar ropa y sentirme augusto pero hoy me sentía más que incómodo. La puta con quién me acosté una semana atrás no dejaba de verme, me refiero a ella como puta porque no dudó en ofrecerme su braga intima al ver los anillos de oro que tenía en mis dedos... Se supone que después de una cogida no veo más a una chica pero esta es mi tienda favorita y no pienso dejar de venir solo porque esa Rubia trabaja aquí. Sin embargo siempre tuve mis ojos en Renata para no ponerla insegura, nunca haría algo para lastimarla, la puta se me había declarado tres días atrás pero no le correspondí porque yo no me enamoro, o al menos eso creí pues ahora mírame aquí completamente loco por esa pequeña persona que ahí viene con miles de bolsas.
Mi chofer le abre la puerta mientras coloca todo lo que compró en la maletera de la camioneta, mi impresión estaba al máximo y la deje salir. —¿Has comprado toda la tienda? —pregunté sarcástico y reí para ser amigable.
—¡Aún no! —rió cínicamente—Aún me falta comprar la puta rubia con quien dormiste.—manifestó molesta, creo que sentí celos en cada palabra que expresó, sorprendido quedé ¿Como supo que me la cogí? ¿Acaso se me nota?
—¿Por qué dices que me la he cogido? —le pregunté enseguida arqueando una ceja.
—Esa chica que está allá—señaló la caja registradora, la tienda tenía ventanales de vidrio lo que permite ver todo en su interior. — Se le nota en la mirada que grita de amor por ti y en sus labios se nota que quiere chupártela de nuevo. —Dijo y estático quede y luego de un minuto reí. —Deja los celos, eso es para personas inseguras.—aconseje burlista, muriendo de risas por dentro y al instante una fiera desperté.—¡Idiota! No son celos, jamás he sentido celos y no pienso comenzar ahora y menos por ti.—expreso cruelmente mirándome con odio y solté fuerte una carcajada.
Renata gruño y volteó hacia la ventana, durante todo el camino de regreso a la mansión no me habló mientras tanto dentro de mí había una fiesta de alegría, que sintiera celos solo significaba una cosa; Ya comenzaba a enamorarse de mí.
Renata.
Apenas se detuvo la camioneta salí veloz directo a mi habitación, mis hormonas estaban ardiendo y no porque querían sexo... Lo que realmente quería era asesinarlo a él, sí, al señor A ¡Dios! ¿Cómo se atreve a decirme celosa? Jamás en mis veinticinco años sentí celos y no pienso hacerlo ahora.
AAAAAAHHHH—Grite dentro de mí.
Subí las escaleras rápido, iba echando humo de la rabia y no quería ver a nadie.
Mi respiración estaba agitada, mis manos sudaban y al llegar a mi habitación lance la puerta fuerte mientras me deje caer molesta en la cama y volví a gritar contra la almohada—¿QUE ES LO QUE ME ESTA PASANDO, MALDICIÓN? —Tengo tanta rabia en mí que siento como las venas queman mi cuerpo, ¿Cómo se atreve él a decirme que siento celos?
¡Mierda!
Me levante y frente a mi ventana pensativa me coloque.
Mi cuerpo temblaba de ira...
Realmente me molestó lo que él dijo pero ¿Es normal que colapse de ira por tan tonta expresión? Ahorita estoy un poco más fría, más calmada, creo que no es normal que reaccione así... Mi temperamento a veces se descontrola, lo debo admitir, pero si... Andrés tiene razón y fueron celos lo que sentí, ¡Dios..!—Camine hacia el espejo colgado en la pared—Los celos solo significan una cosa... Y... Es... Amor. —Cerré mis ojos al verme ahí preocupada—¿Será que me estoy enamorando perdidamente del señor A, de Andrés? —Mi cabeza estalló al venirme esa bomba nuclear a revolverme el mundo.
Una lágrima salia por mi ojo derecho.
Me miraba aún en el espejo.