Al fin todo acabó y para la dicha mía todo salió perfectamente bien, aunque no pude cerrar ningún trato disfrute de la grata compañía de Renata.
Suspire.
Renata subió hace minutos a su habitación mientras estoy aquí en mi despacho pensativo, nunca imagine que esta noche iba a ser tan perfecta.
Abren la puerta sin avisar y saco mi arma enseguida apuntó hacia allá.
—¡Baja eso! —Ordenó fríamente Hellen caminando así mí— ¿La has pasado bien hoy? —preguntó molesta.
Coloque mi arma en mi escritorio.
Tome un sorbo de mi vino.
—Hoy la he pasado más que bien.—sonreí.
—¡Bien! Porque yo no, estuve limpiando tu maldito desastre—gruñó estampado un golpe en mi escritorio.—He puesto el cadáver del gobernador en su casa de vacaciones, mate todos sus escoltas y quema sus cadáveres para que nunca los encuentren. Tuve que llamar al estúpido Jimmy Tim para que manipulara la noticia... pase toda la puta gala frustrada pensando que algún puto paparazzi pudo descubrirme. —expresó Hellen furiosa.
—¡Lo siento mucho y gracias! —la ironía salió—¿Eso era lo que querías oír? —camine hacia la puerta.
Hellen me siguió con la mirada.
—Sí. —giró sus ojos. —¿Al menos dime por qué lo mataste? —preguntó antes de que me marchara.
Voltee hacia ella.
—¡Quería llevar a la cama a tu sobrina Renata!—le comente terminando de marcharme hacia mi habitación.
Hellen.
¡Por dios!
Al menos esta vez asesino por una razón. —susurre.
Termine de acomodar los pendientes y luego me fui a descansar.
~*~
Estaba a punto de llegar a mi habitación. —Te estaba esperando.—escuché decir a penas, la voz no era clara y no pude ver al instante de quién se trataba. Me acerqué más y la vi ahí tirada junto a mi puerta totalmente borracha.
Me indigne al verla así y la levanté del suelo enseguida.
—¿Qué haces aquí? ¿Y en este estado? Creí que ya estabas dormida.—exprese confundido. Se supone que subió hace varios minutos a su habitación, pensé que ya había quedado completamente dormida... Tenía unos tragos encima, sí, pero no recuerdo haberla visto tan ebria por lo visto al llegar a su habitación siguió tomando más... hasta el punto de quedar totalmente borracha ¡Dios!
—No podía dormir.—su lengua se enredaba—Te quería ver... —
—¿Para qué? —pregunté molesto, estaba tan ebria que no podía sostenerse por sí sola.
—Quiero... Quiero que me hagas tuya.—me pidió y en shock quedé. Renata se acercó a mis labios para besarme y reaccione alejándome. —No.—expresé. —Mejor vamos a llevarte a tu habitación.—le comenté agarrándola entre mis brazos para llevarla a su recinto. Ella segundos después se quedó completamente dormida mientras la acomodaba en su cama, comenzó a roncar y supe que ya en el quinto sueño se encontraba. Le quite su hermoso vestido rojo, le quite sus tacones y la pintura que se encontraba en su delicado rostro... Busqué su pijama y se la coloque con cuidado, estaba lista para dormir como una reina y antes de irme me acerqué para besarle su frente, me iba a retirar pero ella tomó de mi mano y entre dormida y despierta me pidió—¡Quédate conmigo!—
—¿Estás segura? —le pregunté inseguro.
—¡Sí!—respondió ella con los ojos cerrados. Lo pensé antes de entrar a su cama y luego entendí que no había nada de malo en hacerlo, igual no iba a tocarla. Me acomode a su lado pero arriba de sus sábanas pues no quería incomodarla, posteriormente caí dormido como bebé recién nacido a su lado.
****
Renata.
Despierto por un fuerte dolor que proviene de mi cabeza, la vista no la tengo clara y todo me da vueltas ¡Creo que anoche no debí tomar tanto! Minutos después consigo tener al fin la vista clara y grito al saber que él estaba a mi lado—¡Maldición! ¿Qué haces aquí?—Se despertó el señor A asustado.
—¡Joder! Dormía... ¿No ves? —replicó cortante.
Salí enseguida de la cama furiosa, no recordaba nada de anoche luego del baile que improvise. Tenía miedo de haber hecho algo que pudiese luego arrepentirme.—¿Me refiero de porque estás en mi cama conmigo? Se supone que no debes tocarme sin que yo te lo pida.—manifesté alzando la voz.
Él se levantó colocándose sus zapatos—Primero debes calmarte, tú me has pedido que me quedara aquí contigo anoche. —Aclaró.
—¿Yo?
—Sí, tú. —Bostezo—Praticamente me lo suplicaste.—
—¿En serio?
—Sí. —termino de ponerse sus zapatos y camino a la puerta.
Dios, no recordaba lo que había hecho ¿De verdad fui capaz de hacerlo?
Señor A.
Tal vez mentí en algunas palabras pero conseguí lo que quería; Callarla.
Llegué a la puerta y me detuve antes de salir. —Vístete. Quiero llevarte a un lugar. —le dije haciéndola reaccionar.
Ella asintió sonriente y un guiño de ojos le tiré.
Tiempo después de ir a mi habitación fui a encontrarme con Hellen al despacho como acostumbro hacer todos los días.
—¿Dormiste bien? —preguntó.
—No. Todos los huesos me duelen—dije estirándome.
—Eso te pasa por no dormir en tu cama.—Dijo sarcásticamente cruel. —No me gusta que juegues con mi sobrina. —resaltó.
—Créeme que lo menos que haría en este mundo es jugar con ella.—le aclare haciéndola sentir segura. Hellen me sonrió pues siempre sabe cuando digo la verdad. —¡Entonces! ¿Qué tenemos para hoy? —Le pregunté. Hellen sacó su agenda, sus lentes y me tiró un periódico en mi escritorio el cual cogí y comencé a leer. —Como vez, ahí.—señalo con la mirada el periódico—Conseguimos que la muerte del gobernador pareciera un suicidio.—Suspiró y al momento captó mi atención.—¿Por qué suspiraste? ¿No era lo que queríamos?—le pregunté confundido.
—Debes dejar de hacer estas cosas. Un día puede irse todo a la mierda por no controlar tus estúpidos impulsos.—Dijo nostálgica.