Estaba por amanecer. Lo sé porque estoy sentando al frente de mi enorme ventana de vidrio en el despacho, estoy completamente ebrio culpándome por lo descuidado que he sido con Renata, ahora el idiota de Sebastián sabe de su existencia ¡Maldición! Si algo le llegase a suceder a Renata, juro que mataría cada puta persona de la ciudad de Nueva York para encontrar al detestable de Sebastián. ¡Lo juro!
Mi mente estaba revuelta de culpa, rabia y nostalgia... Sin embargo al observar salir el sol por completo me levante y camine sin que se notara mi estado de ebriedad hasta mi habitación. No quería ver a nadie solo quería descansar pero por el pasillo hasta mi aposento me encontré a Hellen.
Me miró con su cara de decepción, con sus cejas y ojos inclinados.—¡Iba a desayunar!—Dijo al verme. —Pero qué bueno que te encuentro, no importa si el alcohol cubre todo tu sistema. —giró sus ojos—Solo quería decirte que he limpiado todo tu desastre de anoche. —Suspiró cansada—He pagado para que las personas crean que fue el gobierno quién mató al cuarto capo más importante del mundo. La muerte del Cocodrilo quedará como una victoria más del gabinete de los Estados Unidos. —expresó mientras mi cabeza palpitaba por el alcohol. La verdad no me importa nada de lo que me comentó.
La ignoré y abrí mi habitación, iba entrar a descansar pero ella me detuvo diciendo. —¡Espero que te estés tomando tus pastillas! Porque tu actitud me está reflejando que estás volviendo al pasado.—manifestó sinceramente preocupada Hellen dando justo en el corazón.
¡Maldición!
Llevo dos días sin tomarme el puto tratamiento, esquizofrenia fue lo que me diagnosticaron después del paranoico cuadro desquiciado que presente por la muerte de mi antigua mujer... Aunque sinceramente pienso que no sufro de esquizofrenia, sin embargo desde que el doctor me mando el tratamiento nunca lo he parado. Nunca hasta ahora que mi mente y mi prioridad está solo ella, Renata.
Hellen siguió su caminar mientras susurró “¡No es mi hijo pero lo quiero como si lo fuera!” pensó que no la había escuchado pero la escuche perfectamente.
Suspire.
“¡También te considero como una madre para mí!” Murmuré.
Termine de entrar a mi habitación, me fui quitando los zapatos, la camisa y el pantalón... Camine en calzoncillos hasta el retrato de Sabrina. —Es un hecho... Debo confesarte que me he enamorado perdidamente de Renata. —Miraba su retrato sin parpadear— La amo más de lo que alguna vez te ame a ti. —le confesé mientras sus estáticos ojos me observaban acusadoramente—¡Basta! —Grite haciendo notar mi ebriedad y mi locura— ¡Ya tú no estás aquí! ¡No puedes mirarme así! —volví a gritar. Mi mente aún no comprende del todo que ella no está más aquí, cada vez que me siento culpable vengo a desahogarme con este maldito retrato de Sabrina.
Me di la vuelta y me fui a descansar.
Renata.
Dios.
Al fin amaneció, anoche no pude dormir nada... La vista me arde, las ojeras cuelgan sobre mis mejillas y mi cabeza parece querer explotar del dolor que hace al palpitar ¡Realmente puedo decir que fue la peor noche que he experimentado durante estos años de vida! ¡Y...! ¡Todo por culpa de él, Andrés! Todo porque no quiso hacerme su mujer. Me quedé con la frustración de que introdujera dentro de mí su masculino miembro, ese gran miembro que me dejó satisfactoriamente complacida la primera vez que lo probé.
¡AAAAHHHH! ¡Maldición!
¿Por qué tiene que sucederme esto a mí? ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado? Estaba en mi balcón a punto de enloquecer.
Nunca me había percatado pero la mansión tiene gran terreno a sus alrededores, a mi derecha observo una gran laguna donde los caballos beben agua y a mí izquierda observo camiones de carga y muchas plantas. Suspire. También observo muchos trabajadores, la entrada está más asegurada de lo normal, maldición esto me pone a pensar ¿Que está pasando en realidad? ¿Por qué el señor A, ha doblado la seguridad?
Sé que él no es un simple empresario, no soy estúpida sé de donde proviene todo su dinero y poder... El mismo me lo dijo por eso me asusta que algo malo esté pasando.
¡Joder!
Debo ir a buscarlo, necesito otra vez saber si se encuentra bien. De verdad no me perdonaría que algo malo le pasará.
Corrí a vestirme. Corrí con el corazón en la mano y con mis nervios agitados, pensar que algo malo estaba sucediendo hizo olvidar lo molesta que me encontraba con él por su castigo de anoche, por dejarme excitada.
Llegué al closet, cogí un jeans con una blusa holgada blanca y unas sandalias, me veía linda y tierna, como siempre me gusta vestir. Estuve lista en menos de cinco minutos y abrí la puerta de mi habitación.
¡Y...!
—¡Vaya! —Grite sorprendida—¿Quién demonio eres? —le pregunté a un sujeto musculoso quien parado en mi entrada estaba, su apariencia aterraba el tipo usaba un traje negro con gafas oscuras.
—Soy su guardaespaldas, señora Garrity—indicó totalmente serio.
—¡¿Guardaespaldas?! ¡¿Señora Garrity?!—Sorprendida estaba—Yo no necesito ningún guardaespaldas.—exclame caminando mientras el sujeto me siguió, me detuve enseguida a notar que venía detrás—¡Detente! —Voltee hacia él—No quiero que me estés siguiendo, se cuidarme sola, además solo iré hasta aquella habitación de allá.—señalé a mi lado donde dormía el señor A. El sujeto no me contestó, había quedado mudo por completo, su cara no reflejaba ninguna expresión.
Seguí mi camino y él continuo siguiéndome, había ignorado por completo mis palabras.
¡Joder! —gruñí.
Llegué con mucha frustración hasta la habitación de Andrés y toqué su puerta. Nadie me abrió y volví a tocar... Un minuto. Dos minutos. Tres minutos y volví a tocar nuevamente al no abrirme nadie... Volvieron a pasar más y más minutos e indignada me encontraba ya.