–¡Quiero a todos buscando el maldito paradero de Sebastián! –ordené con furia a Hellen.
Salí de la mansión y tomé mi camioneta.
Introduje las llaves, prendí el motor y arranque a toda velocidad.
Nunca había sentido correr la adrenalina tan veloz por mi cuerpo, si llego a morir hoy sé que me iré feliz sabiendo que conocí al martirio de mi corazón. Sabiendo que conocí a mi verdadero amor.
Voy conduciendo y no sé a dónde voy. No tengo idea dónde está Sebastián pero de que lo consigo, lo consigo. Hoy debe ser el día que termine con ese despreciable ser que por mucho tiempo atormentando mi existencia.
A veces me odio por no haber terminado esta guerra desde hace tiempo, mi padre nunca hubiese dejado pasar tanto tiempo para enfrentar a uno de sus enemigos... Debe estar revolcándose en la tumba por mis malas decisiones.
Iba por la autopista a mucha velocidad hasta que sentí la vibración de mi móvil.
Lo saque de mi bolsillo y contesté expulsando toda mi ira.–¿Maldita sea, quién habla? –
–Lo he conseguido.– Contestó Hellen.
–Genial. Al fin haces bien tú maldito trabajo. –reí cínicamente– ¡Habla! ¿Dime de una vez a donde está?–pregunté violento.
Estoy claro que Hellen en este momento debe estar conteniendo su maldita rabia por cómo la trate, me considera como su hijo, y qué le hable así la enfurece tanto pero... ¿Saben, qué? No me importa que se enfade, no me importa nada en este momento. Solo quiero encontrarla a salvo.
–Sebastián está en las ruinas de la mansión Gilbert a las afueras de la ciudad–su voz estaba tranquila, lo que me hizo deducir que no estaba molesta como pensé–Ten cuidado por favor, procura que ambos salgan ilesos de esto. Tus hombres llegarán en una hora, en la mansión no había suficientes armas ni balas, fueron al depósito a buscar más para luego ir apoyarte–el miedo se le notó.
Realmente ella me quiere.
–No te preocupes por mí, te prometo que la regrese sana y salva–Dije seguro de mí mismo.
–¿Te acuerdas aquel día que tú papá te dijo “Sí tú vida está en riesgo y de ese riesgo solo puedes salir de una única forma, pues, hazlo. Nunca dudes en jalar el gatillo. Nunca”? –escuche detalladamente sus palabras y la imagen de mi padre se apoderó de mis pensamientos...
( “Primero de Abril, año bisiesto.
Nos encontrábamos cerrando un importante negocio con los brasileños, mi padre estaba junto a mí y luego se acercó a ver venir a los socios.
–¡Espérame aquí Andrés! –me ordenó nervioso pero disimulando muy bien.
Yo asentí con la mirada y él se marchó a estrechar las manos de los socios brasileños.
La conversación se veía marchar bien hasta que minutos después mi padre sacó su arma y le disparó a los socios. Sus manos se mancharon de sangre, su camisa igual.. Yo quedé inmóvil por el suceso que había presenciado, era la primera vez que lo veía asesinar a alguien. Luego vino hacia mí y tocó mi hombro, a mí oído me expresó “Si tú vida está en riesgo y de ese riesgo solo puedes salir de una única forma, pues, hazlo. Nunca dudes en jalar el gatillo. Nunca.")
–¿Me has escuchado bien Andrés? –me preguntó Hellen sacándome de mis pensamientos y reaccione en un segundo.
–¡Perfectamente! Pero ya te lo dije, no tienes por qué preocuparte. –Colgué.
No necesitaba que mi mente pensara en cosas del pasado, necesitaba estar concentrado en Renata y Hellen con esas palabras me removió todo mis pensamientos. Estaba conduciendo lo más rápido que podía, iba aún por la autopista, me faltaban alrededor de unos 20 minutos para llegar a las ruinas.
En mi mente estaba su carita con miles de lágrimas, odiaba esa imagen y golpeé varias veces el volante con rabia ¡Maldita sea! ¿Cómo pude permitir que pasara esto? ¿Cómo?!
Los automóviles me tocaban bocinas, me comía como animal las señales de tránsito. No me importaba nada, solo deseaba destrozarle la puta cara al tipejo ese de Sebastián.
(...)
Tiempo después llegué al lugar y rápidamente me estacioné bajando del auto. La noche había caído por completo... Lo que me dificultan mi total claridad en mis ojos, sin embargo saqué mi arma y despacio me acerque poco a poco al sitio, donde según estarías Sebastián con Renata, había mucha neblina y me desoriente, pero luego comencé a escuchar murmullos y… en eso...
–"Baje su arma señor, y arrodíllese" –expresó uno de sus hombres.
¡Maldición!
Me quede inmóvil, la neblina se desvaneció y al sujeto pude ver. Me tenía apuntando en mi cien, si no hacía lo que decía iba a morir en cuestión de segundos. – "Baje su arma y arrodíllese, señor" –volvió a repetir. Y obedecí, bajé mi arma despacio al suelo, el sujeto fue a recogerla para alejarla de mí.
Estaba sereno.
Él tipo me tomó por mis manos y me llevó a dentro.
Renata.
Mi cuerpo temblaba, mis ojos lloraban y mis manos sudaban a un ritmo de miedo.
Hace un momento estaba en mi habitación y ahora estoy amarrada a una silla como una maldita prisionera.
–¿Quién rayos eres tú? ¿Por qué me haces esto a mí? –pregunté bañada de miedo y lágrimas.
Él sujeto estaba parado enfrente de mí, observándome con cuidado ¿Qué quería? No lo sé.
Rió macabramente.
–Eres igualita a ella. –se acercó a mí cara–Eres casi su réplica. –tocó suavemente mi mejilla. ¡Asco sentí!
–¿De quién hablas? –mi mente estaba revuelta y no podía pensar bien.
–Eres igual a Sabrina, a mi hermanastra.
–¡Dios mío! –exprese asustada. Y fue cuando entendí que él era Sebastián.
Señor A.
El hombre que me tomo, me adentro al lugar amarrado...
Todo estaba tranquilo y silencioso, no entendía por qué, pero sin embargo el miedo nunca se hizo presente y me deje llevar.
Luego...
¡Carajo! Allí estaba él, observando a mi mujer como si fuera un león y ella su presa de comer.