El ensayo siempre empieza igual: un murmullo de instrumentos afinándose, un par de bromas entre nosotros y ese silencio incómodo que precede al primer acorde. Pero hoy, desde que entré al aula de música, supe que algo estaba distinto.
Colgué mi guitarra eléctrica, ajusté el micrófono y miré a los demás. Rylan ya estaba afinando su bajo, con esa concentración que lo hace parecer ajeno a todo. Damon se acomodaba frente al piano, sus dedos recorriendo las teclas como si fueran parte de él. Donwho afinaba su guitarra acústica, probando acordes suaves que contrastaban con la energía del resto. Y Kai… bueno, Kai estaba sentado frente a la batería, con una expresión que no me gustó nada.
—¿Qué pasa contigo? —le pregunté, cruzando los brazos.
Kai levantó la vista, intentando sonreír.
—Nada. Estoy bien.
—No pareces bien.
Rylan intervino, sin dejar de mirar su bajo.
—Se metió en una pelea hace unos días. Lo escuché en los pasillos.
—¿Otra vez? —dije, frustrado. Kai siempre tenía problemas con su temperamento.
Kai se encogió de hombros.
—No fue nada. Solo un idiota que no sabía cuándo callarse.
No insistí. Sabía que discutir con él era inútil. Pero mientras ajustaba mi guitarra, no pude evitar notar cómo movía la mano con dificultad.
El ensayo comenzó. Damon marcó el inicio con un acorde suave en el piano, Donwho lo siguió con su guitarra acústica, y Rylan entró con el bajo, profundo y firme. Yo dejé que mis dedos recorrieran las cuerdas de la eléctrica, y cuando el sonido se llenó, mi voz se alzó sobre todos. Era el momento en que la banda se volvía una sola cosa, un latido compartido.
Kai golpeó la batería, y por un instante todo pareció normal. El ritmo era fuerte, preciso, como siempre. Pero pronto noté que algo fallaba. Sus golpes eran irregulares, más débiles.
—¡Vamos, Kai! —grité, intentando animarlo.
—Lo intento… —respondió entre dientes.
Seguimos tocando, pero la tensión crecía. Damon me miraba de reojo, preocupado. Donwho bajó el volumen de su guitarra, como si quisiera dejar espacio para que Kai se recuperara. Rylan, en cambio, seguía firme, como si ignorar el problema fuera la mejor solución.
De repente, un golpe seco resonó en la sala. Kai soltó una baqueta y se llevó la mano al brazo. El sonido de la batería se apagó de golpe, dejando un vacío extraño en la música.
—¡Kai! —me acerqué rápido.
Él apretaba los dientes, sudando.
—No puedo… —murmuró—. Creo que se rompió.
El silencio se hizo pesado. Damon se levantó del piano, Donwho dejó su guitarra a un lado, y Rylan finalmente dejó de tocar. Todos lo mirábamos, sin saber qué hacer.
—¿Cómo que se rompió? —pregunté, aunque ya lo sabía.
—La pelea… —Kai bajó la mirada—. Ya estaba mal. El ensayo lo terminó de joder.
Me pasé la mano por el cabello, frustrado. El concierto estaba cerca, y perder al baterista era un golpe duro.
—¿Y ahora qué? —preguntó Rylan, con un tono más frío que preocupado.
—Ahora… —respondí, intentando mantener la calma—. Ahora tenemos que pensar.
Kai respiraba con dificultad, y Damon lo ayudó a levantarse.
—Necesitas un médico —dijo Damon, siempre el más sensato.
—No quiero ir —replicó Kai, terco como siempre.
—No es opcional —intervino Donwho, serio.
Mientras discutían, yo me quedé mirando mi guitarra. El ensayo había terminado antes de empezar. La música, que siempre era nuestro refugio, se había convertido en un recordatorio de lo frágil que era todo.
—Escuchen —dije al fin, alzando la voz—. No podemos detenernos. El concierto sigue en pie, con o sin Kai.
Todos me miraron, sorprendidos.
—¿Estás loco? —preguntó Rylan.
—No. Estoy decidido. Si dejamos que esto nos frene, estamos acabados.
Kai me miró con rabia y dolor.
—¿Y qué? ¿Me reemplazarás?
—No se trata de reemplazarte —respondí, firme—. Se trata de sobrevivir.
El silencio volvió a llenar la sala. Damon bajó la mirada, Donwho se cruzó de brazos, y Rylan suspiró. Sabían que tenía razón, aunque no quisieran admitirlo.
Me acerqué al micrófono, lo ajusté y toqué un acorde fuerte.
—La música no espera. Y nosotros tampoco.
El ensayo terminó con esa frase, pero la tensión quedó flotando. Kai salió del aula acompañado por Damon, todavía sujetándose la mano. Donwho guardó su guitarra en silencio, y Rylan se quedó un momento más, mirándome con una mezcla de reproche y respeto.
—Siempre tienes que ser el líder, ¿no? —me dijo.
—Alguien tiene que hacerlo —respondí, sin dudar.
Cuando todos se fueron, me quedé solo. La guitarra descansaba sobre mis piernas, y mi voz resonaba en el vacío. Pensé en los fans, en los halagos, en los contratos que nos ataban. Pensé en Kai, en su mano rota, en la pelea que lo había llevado hasta ahí. Y pensé en lo que vendría.
El concierto estaba cada vez más cerca. Y aunque nadie lo sabía, yo sentía que las fracturas no eran solo físicas. Había algo más, algo que se quebraba dentro de la banda.