Bajo el ruido de la fama.

CAPÍTULO 8. Ritmos vacíos. (Davien).

Nunca pensé que elegir un nuevo baterista sería tan difícil. Desde que Kai quedó fuera hasta que se recupere, todo se ha convertido en una carrera contra el tiempo. El concierto estaba cada vez más cerca, y la banda no podía detenerse.

Convocamos a varios chicos del instituto, amigos cercanos... Algunos llegaron con baquetas nuevas, otros con una actitud que parecía más grande que su talento. Yo los observaba desde el rincón de la sala, guitarra en mano, mientras Damon ajustaba el piano y Rylan se cruzaba de brazos, impaciente. Donwho, como siempre, intentaba suavizar el ambiente con una sonrisa, pero todos sabíamos que la tensión estaba ahí.

El primero golpeó la batería con fuerza, demasiado. El ritmo era caótico, sin alma.
—Demasiado ruido —murmuró Damon, y yo asentí.

El segundo intentó algo más técnico, siguiendo patrones complicados. Pero se notaba que estaba más preocupado por impresionar que por sentir la música.
—No conecta —dije, frustrado.

Uno tras otro, fueron pasando. Algunos tenían habilidad, otros apenas sabían mantener el compás. Pero ninguno lograba lo que yo buscaba. Ninguno me hacía sentir lo mismo que cuando escuché a Harris tocar en la sala de música. Ese sonido aún me perseguía: limpio, sincero, lleno de algo que no se podía fingir.

—¿Qué esperas exactamente? —preguntó Rylan, cansado.
—Espero música —respondí, firme—. No golpes vacíos.

Donwho me miró con calma.
—Sabes que lo que escuchaste en esa sala no lo vas a encontrar aquí.
—No lo sé —dije, aunque en el fondo sí lo sabía.

El último candidato terminó su prueba y salió, cabizbajo. La sala quedó en silencio. Yo me senté, pasándome la mano por el cabello. La frustración me quemaba.

—No sirve —dije al fin.
—Entonces, ¿qué? —preguntó Damon.
—Entonces… seguimos buscando.

Me quedé pensando en Harris. En cómo se negó, en cómo me miró con esa mezcla de miedo y orgullo. Él no quería ser parte de mi mundo, pero su música ya estaba dentro de mí.

La banda se dispersó un poco. Rylan salió a fumar, Damon se quedó tocando acordes suaves en el piano, y Donwho afinaba su guitarra acústica. Yo me quedé solo, mirando la batería vacía.

Me acerqué, tomé las baquetas y golpeé un ritmo sencillo. No era lo mío, pero quería sentirlo. El sonido fue torpe, sin fuerza. Me reí, amargo.
—No soy Kai. Y tampoco soy Harris.

El eco de los tambores me devolvió la verdad: necesitábamos a alguien que no solo tocara, sino que viviera la música. Y yo ya sabía quién era.




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