Bajo el ruido de la fama.

CAPÍTULO 12. Sombras antes del escenario. (Davien).

La sala estaba llena de ruido, pero no de música. Era el murmullo de voces, el crujir de sillas, el sonido de vasos de refresco sobre la mesa. Nos habíamos reunido no para ensayar, sino para hablar del concierto. El tiempo corría, y cada día sentía más el peso de las expectativas.

Me senté al frente, guitarra apoyada contra la pared, intentando parecer tranquilo. Por dentro, la ansiedad me quemaba.

—Tenemos menos de dos semanas —dije, mirando a todos—. Menos de dos semanas para estar listos.

Rylan cruzó los brazos, serio.
—Eso significa disciplina. No podemos perder tiempo.

Donwho soltó una carcajada.
—Siempre tan militar, Rylan. ¿No puedes relajarte un poco?

—Alguien tiene que serlo —respondió él, sin sonreír.

Damon intervino, como siempre, con su tono calmado.
—Podemos organizar los ensayos por secciones. Primero ritmo, luego armonía, y después voces. Así no nos saturamos.

Harris estaba sentado al fondo, en silencio. Lo observaba de reojo. Se veía nervioso, pero también atento. No era el chico invisible que había conocido en la sala de música. Ahora estaba aquí, parte de nosotros, aunque aún no lo admitiera del todo.

—¿Y tú qué piensas, Harris? —pregunté, rompiendo el silencio.

Él levantó la mirada, sorprendido.
—Yo creo que deberíamos empezar con algo sencillo. Una canción que todos conozcan bien.

Damon asintió.
—Tiene sentido.
—Sí, pero no podemos quedarnos en lo fácil —replicó Rylan.

La discusión siguió. Donwho hacía bromas para aliviar la tensión, Damon proponía soluciones prácticas, Rylan insistía en la disciplina, y Harris escuchaba, interviniendo de vez en cuando con comentarios tímidos pero acertados.

Yo los observaba, intentando mantener la calma. Por dentro, pensaba en el público, en las luces, en los contratos que nos ataban. Pensaba en lo que pasaría si fallábamos.

—El concierto no es solo música —dije al fin, alzando la voz—. Es espectáculo. La gente espera algo grande.

—¿Y qué propones? —preguntó Rylan, desafiante.
—Proponemos un setlist que combine lo mejor de nosotros. Canciones fuertes, pero también momentos íntimos.

Donwho sonrió.
—Me gusta. Podemos hacer un intermedio acústico.
—Y un solo de piano —añadió Damon, entusiasmado.
—Y un solo de batería —dijo Harris, casi sin darse cuenta.

Todos lo miramos. Él se sonrojó, bajando la mirada.
—Lo decía en serio —añadió, más bajo.

Yo sonreí apenas.
—Entonces lo tendrás.

La reunión siguió con más ideas. Hablamos de luces, de vestuario, de cómo organizar la entrada al escenario. Cada detalle parecía enorme, pero al mismo tiempo, cada palabra nos acercaba más a la realidad de lo que íbamos a enfrentar.

Cuando la reunión terminó, los demás se fueron poco a poco. Damon se quedó hablando con Donwho, Rylan salió primero, como siempre impaciente. Harris se levantó, pero yo lo detuve.

—Espera.

Él me miró, confundido.
—¿Qué pasa?
—Necesito hablar contigo.

Nos quedamos solos en la sala. Me acerqué a la ventana, mirando la calle oscura.
—No suelo decir esto —empecé, con voz baja— pero tengo miedo.

Harris frunció el ceño.
—¿Miedo? ¿De qué?
—De fallar. De que todo lo que hemos construido se derrumbe en un segundo.

El silencio se hizo pesado. No estaba acostumbrado a mostrarme vulnerable. Pero había algo en él que me hacía querer hacerlo.

—No pareces alguien que tenga miedo —dijo al fin.
—Porque no puedo mostrarlo. Si lo hago, todo se viene abajo.

Me giré y lo miré.
—Por eso necesito que estés aquí. No solo como baterista. Como alguien que entiende lo que significa tocar de verdad.

Harris bajó la mirada, pensativo.
—No sé si estoy listo.
—Nadie lo está —respondí, con una sonrisa amarga—. Pero la música no espera.

Él asintió, despacio. Y en ese gesto, supe que había dado un paso más hacia nosotros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.