El día empezó como cualquier otro, pero desde que salí del apartamento con Rylan, sentí que algo estaba fuera de lugar. Caminábamos juntos hacia el instituto, él con su bajo colgado en la espalda y yo con la guitarra en la funda. El aire frío de la mañana nos envolvía, y aunque intenté iniciar conversación, Rylan se limitó a un “hm” seco.
—¿Siempre tan simpático? —bromeé.
—No necesito hablar para tocar bien —respondió, sin mirarme.
Llegamos al aula de música antes que los demás. Damon ya estaba allí, repasando partituras con esa calma que lo caracterizaba. Donwho apareció poco después, con su sonrisa habitual y un café en la mano. Harris llegó el último, con paso rápido y la mirada baja, como si quisiera pasar desapercibido.
El ensayo comenzó bien. Tocamos varias canciones, probamos nuevos arreglos, y Harris estaba más seguro que nunca en la batería. Sus redobles tenían fuerza, sus silencios estaban medidos. Yo lo miraba de vez en cuando, y cada vez que nuestras miradas se cruzaban, él se sonrojaba.
Fue entonces cuando todo empezó.
Rylan, siempre observador, murmuró algo a Damon mientras afinaba el bajo:
—Se nota demasiado. Harris no deja de mirarte, Davien—dijo hacia mí.
—No exageres —respondió Damon, aunque su sonrisa era ambigua.
Donwho, que nunca perdía la oportunidad de bromear, soltó en voz alta:
—Al final, parece que Harris solo está aquí por ti, Davien.
La sala se llenó de risas. Damon sonrió, Rylan arqueó una ceja, y Harris levantó la cabeza, sorprendido. Me miró, esperando que dijera algo que lo defendiera. Pero yo, atrapado en mi papel de líder, respondí con frialdad:
—Pues si está aquí solo por mí, entonces no sé cuánto durará.
El silencio cayó como un peso. Harris bajó la mirada, sus manos apretando las baquetas. No dijo nada, pero su gesto lo dijo todo.
Intenté seguir con el ensayo, pero la tensión era evidente. Damon tocaba más suave, como si quisiera calmar el ambiente. Donwho evitaba hacer más bromas. Rylan, en cambio, parecía satisfecho de haber provocado algo.
Cuando terminamos, Harris guardó sus cosas rápido y salió antes que nadie. Yo lo vi marcharse, con el corazón apretado.
Después del ensayo, nos fuimos a una cafetería. Damon pidió un té, Donwho un capuchino, Rylan su café negro. Yo apenas probé el mío. La conversación giraba en torno al concierto, pero todos evitaban mencionar lo ocurrido.
—No deberías haber dicho eso —me dijo Damon, en voz baja.
—Solo fue una broma —respondí, aunque sabía que no lo había sido.
—No lo pareció —añadió Donwho, serio por primera vez.
Rylan se encogió de hombros.
—Si Harris no aguanta un comentario, no está listo para esto.
Me mordí el labio, frustrado. No quería admitirlo, pero sabía que había cometido un error.
Esa noche, en el apartamento, Rylan me lanzó una mirada mientras guardaba su bajo.
—¿Qué pasa contigo? —preguntó.
—Nada.
—No digas nada si no lo piensas. Harris no es como los demás.
Me quedé en silencio. Rylan rara vez hablaba más de lo necesario, pero cuando lo hacía, sus palabras pesaban.
Me encerré en mi habitación, guitarra en mano. Toqué un acorde suave, pero mi mente estaba en otra parte. Recordaba la mirada de Harris, herida, desconcertada. Recordaba cómo salió sin decir nada.
¿Por qué dije eso?
Quizá porque me sentía expuesto. Los demás estaban empezando a notar lo que yo mismo apenas entendía. Quizá porque me daba miedo que Harris supiera demasiado.
Pero lo único que logré fue alejarlo.
Al día siguiente, lo vi en los pasillos. Harris caminaba con Stellie, hablando en voz baja. Cuando me vio, bajó la mirada y siguió caminando. No me saludó.
Sentí un nudo en el estómago. Quise acercarme, pero me detuve. No era el momento.
En clase, se sentó lejos de mí. No me miró ni una sola vez. Damon me lanzó una mirada de reproche, Donwho intentó bromear para aliviar la tensión, y Rylan parecía indiferente.
Yo, en cambio, estaba destrozado por dentro.