La película seguía corriendo en la pantalla, pero mis ojos ya no podían mantenerse abiertos. El cansancio del ensayo, las horas de conversación y la tensión acumulada me pesaban demasiado. Sentía mi cuerpo hundirse en el sofá. Yo ya casi apenas intentaba resistir, el sueño me vencía. Entre un abrir y cerrar los ojos, noté un movimiento. Davien se levantó, apagó la televisión y se acercó a mí.
—Vamos —susurró.
No entendí al principio. Sentí cómo me levantaba en brazos, con cuidado, como si no quisiera despertarme del todo. Mi corazón dio un salto, aunque mi cuerpo estaba demasiado cansado para reaccionar.
Me llevó a su cuarto. El silencio era absoluto, salvo por el crujir del suelo bajo sus pasos. Me acomodó en la cama y, después de un instante de duda, se tumbó a mi lado.
No dije nada. No podía. Solo cerré los ojos, sintiendo la calidez de su presencia.
Cuando el sol entraba por la ventana cuando abrí los ojos. Por un segundo, no entendí dónde estaba. Luego lo vi: Davien, a mi lado, dormido, con su brazo rodeándome. Estábamos abrazados, como si la noche nos hubiera unido sin que lo decidiéramos.
Mi corazón latía rápido. No era solo el contacto físico, era la sensación de seguridad, de pertenencia. Por un instante, olvidé el enojo, olvidé las palabras que me habían herido. Solo sentí que estaba donde debía estar.
Davien abrió los ojos casi al mismo tiempo. Me miró, sorprendido, pero no se apartó.
—Buenos días —dijo, con voz baja.
—Buenos días —respondí, nervioso.
Nos quedamos en silencio, mirándonos. Ninguno se movió. Era como si el mundo se hubiera detenido en ese instante.
El olor a café y pan tostado nos sacó de la burbuja. Damon y Donwho ya estaban en la cocina, preparando el desayuno. Rylan apareció poco después, aún con el cabello despeinado y cara de pocos amigos.
—Al fin despiertan —dijo Donwho, riendo.
—¿Dormiste bien, Harris? —preguntó Damon, con una sonrisa tranquila.
Me sonrojé.
—Sí… supongo.
Davien se sirvió café, intentando parecer normal. Pero los demás notaron algo.
—¿Y ustedes? —preguntó Rylan, arqueando una ceja—. ¿Durmieron juntos?
El silencio fue incómodo. Yo bajé la mirada, Davien bebió un sorbo de café sin responder. Donwho soltó una carcajada.
—No pasa nada, hombre. Fue una pijamada. Saben que no había camas suficientes.
Damon, en cambio, nos miró con curiosidad, como si entendiera más de lo que decía.
—Lo importante es que descansaron.
Nos sentamos todos alrededor de la mesa. El desayuno fue sencillo: café, pan, palomitas que habían sobrado de la noche anterior. Donwho hacía bromas, Damon hablaba de acordes, Rylan insistía en que debíamos ensayar más.
Yo apenas escuchaba. Mi mente seguía en el cuarto, en el abrazo, en la mirada de Davien al despertar.
No sabía qué significaba todo esto. No sabía si era amistad, confianza, o algo más. Solo sabía que cada vez que lo miraba, sentía mariposas. Que cada vez que me rozaba, deseaba que fuera un toque intencional. Que cada vez que me hablaba, mi corazón latía distinto.
Y aunque aún estaba enojado por sus palabras, aunque aún dudaba de lo que sentía, no podía negar lo que había pasado.
Habíamos amanecido abrazados.