El amor no se rinde fácilmente. Con ayuda de un joven marinero que le debía la vida, Alonso rompió sus cadenas y huyó hacia la selva. Yara, castigada en su aldea, logró escapar en la noche gracias a su hermana menor.
Los amantes se encontraron de nuevo, heridos pero libres, y corrieron entre la espesura, perseguidos por españoles y guerreros indígenas. La selva se convirtió en un laberinto de sombras y rugidos.
Durante días sobrevivieron con raíces y agua de lluvia, caminando descalzos, abrazándose en cada descanso como si el contacto fuera lo único que los mantenía vivos.
El amor se volvió su única fuerza, pero el mundo entero los perseguía.
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Editado: 01.09.2025