Los días pasaron, y Yara recuperó fuerzas lentamente. Pero la guerra no se detuvo. Españoles e indígenas se preparaban para un enfrentamiento final.
Alonso quiso huir con ella, buscar un lugar donde nadie los conociera. Pero Yara sabía que su deber era otro: debía estar junto a su pueblo, aunque eso significara perderlo a él.
La batalla estalló. Entre gritos y fuego, Alonso y Yara se buscaron en medio del caos, abrazándose mientras el mundo ardía alrededor.
“Si morimos, que sea juntos”, dijo Alonso. Yara asintió con lágrimas.
El sol se alzó sobre el campo de batalla, testigo del amor que desafiaba la muerte.
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Editado: 01.09.2025