Bajo el Sol de Versalles

Capítulo 1- La Llegada

Capítulo 1 – La Llegada

El carruaje avanzaba con elegancia por la avenida flanqueada de tilos que conducía al Palacio de Versalles. A través de la ventanilla, Élise de Marigny observaba cómo el sol de primavera se filtraba entre las hojas recién nacidas, tiñendo de oro las piedras del camino. Era su primer viaje sola desde la muerte de sus padres, y el destino no podía ser más intimidante: la corte del rey Luis XV, donde el lujo deslumbraba tanto como la hipocresía sofocaba.

Su doncella, Margot, la miraba de reojo.

—¿Estáis bien, mademoiselle?

Élise asintió, aunque sus manos estaban frías y crispadas sobre su regazo.

—Estoy bien. Solo… es más grande de lo que imaginaba.

La cúpula del palacio se alzaba como una promesa de esplendor y castigo. Sabía que no la habían llamado por su simpatía ni por su ingenio, sino por su apellido, uno de los pocos que aún conservaban lustre en tiempos de decadencia. Con su padre muerto en la Guerra de los Siete Años y su madre víctima de una fiebre corta pero cruel, Élise era una huérfana noble… y por ello, una pieza jugosa en el tablero de alianzas matrimoniales.

El carruaje se detuvo. Un lacayo abrió la puerta, y el corazón de Élise dio un vuelco.

—Bienvenida a Versalles, mademoiselle de Marigny —dijo con una reverencia.

Ella descendió con la dignidad que su institutriz le había enseñado, pero la vista del Cour d’Honneur la dejó sin aliento. Hombres y mujeres con pelucas empolvadas y sedas bordadas se deslizaban por los patios como figuras de porcelana. Todo brillaba: los botones, los abanicos, los ojos calculadores.

Un chambelán joven se acercó a ella con una sonrisa ensayada.

—Su Majestad desea verle esta tarde. El conde de Saint-Beaumont será su guía en la corte.

El nombre resonó como una campana rota. Élise había oído rumores sobre el conde: poderoso, ambicioso y dos veces viudo. No lo conocía, pero ya sentía su sombra cerniéndose sobre ella.

—¿Dónde está ahora? —preguntó, intentando no sonar temerosa.

—En los jardines. Siempre toma su paseo matinal entre los invernaderos.

Ella asintió, agradeció con una ligera inclinación y siguió al sirviente que la conduciría a sus aposentos. Mientras atravesaban los pasillos cubiertos de espejos, pinturas y mármoles, Élise sintió que su antigua vida se desvanecía tras cada paso. Ya no era la joven que leía poemas en la biblioteca de su padre ni la niña que soñaba con el amor como en los cuentos.

Ahora estaba en Versalles.

Y en Versalles, el amor era otra forma de poder.



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En el texto hay: romance, secretos, intrigas

Editado: 01.05.2025

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