Bajo el velo de la medianoche

Capítulo 1

El sol se filtraba tímidamente a través de los ventanales del taller de Lía, creando reflejos iridiscentes sobre los tarros de barniz y pigmentos que llenaban las estanterías. El aire olía a trementina y madera vieja, una mezcla reconfortante que siempre lograba tranquilizarla, incluso en los días más complicados. Y aquel, parecía ser uno de esos días.

Lía se inclinó sobre la mesa de trabajo, observando con atención el cuadro que restauraba: una naturaleza muerta del siglo XVIII que un coleccionista privado había encontrado en una casa de campo. Pincel en mano, retiraba con cuidado las capas de suciedad acumulada, revelando los colores vibrantes que el tiempo había ocultado.

El timbre del taller resonó de repente para romper la calma. La chica dejó el pincel a un lado y caminó hacia la puerta mientras se limpiaba las manos con un trapo. Al abrirla, se encontró con un hombre de aspecto solemne, vestido con un impecable traje negro que parecía fuera de lugar bajo el calor sevillano.

—¿Lía Torres? —preguntó, con una voz grave y pausada.

—Sí, soy yo. ¿En qué puedo ayudarle?

El hombre asintió, sacando un portafolios de cuero.

—Mi nombre es Gabriel Núñez. Represento a la Orden de San Telmo. Hemos recuperado un cuadro de gran valor histórico de un monasterio abandonado. Nos han recomendado sus servicios para su restauración.

La joven arqueó una ceja. La Orden de San Telmo era una organización religiosa conocida por su discreción y sus misterios. No solían pedir ayuda externa, y menos para algo tan delicado como la restauración de una obra.

—¿Puedo verlo?

El hombre le entregó una carpeta con varias fotografías. El cuadro mostraba a una figura femenina envuelta en un velo oscuro, con un fondo nebuloso de tonos rojizos y dorados. Los detalles estaban desgastados, y partes de la pintura parecían haber sido arrancadas o corroídas.

—Es impresionante —murmuró Lía, pasando las páginas—. Pero parece muy dañado. Restaurarlo no será fácil.

—Es precisamente por eso que la buscamos a usted —Gabriel deslizó una tarjeta sobre la mesa—. Le entregaremos el cuadro esta misma tarde, si acepta el encargo.

La muchacha observó la tarjeta: "Orden de San Telmo, Archivo Histórico". Algo en su interior le decía que este trabajo era diferente, especial.

—Acepto —dijo, con una ligera sonrisa—. Pero necesitaré más detalles sobre el cuadro: su origen, las condiciones en las que fue encontrado…

Gabriel asintió, aunque su expresión no cambió y contestó:

—Lo discutiremos cuando el cuadro esté aquí. Por ahora, le pediría discreción.

Antes de que ella pudiera responder, el hombre inclinó la cabeza en un gesto formal y se marchó, dejando un aire de misterio tras de sí.

***

Horas después, dos repartidores llegaron al taller con una caja de madera robusta. Lía firmó los documentos que confirmaban la recepción y esperó hasta que los desconocidos se fueron para abrirla. Con sumo cuidado, retiró los sellos y los tornillos de la tapa.

El cuadro estaba envuelto en un paño de lino, y cuando lo desenrolló, sintió que el aire se volvía más pesado. La figura de la mujer bajo el velo parecía mirarla directamente, aunque sus ojos estaban apenas delineados en la pintura desgastada.

—¿Quién eres tú? —susurró, sin esperar una respuesta.

El marco estaba decorado con grabados que parecían palabras, aunque el tiempo los había desdibujado. Una parte del lienzo mostraba un extraño patrón circular que no coincidía con el resto de la composición.

La chica sacó su cámara y tomó varias fotos desde diferentes ángulos. Luego, con su lupa, examinó las marcas del marco. Entre los arabescos, pudo distinguir algo parecido a una inscripción en latín.

—"Osculum noctis revelabit" —leyó en voz baja—. "El beso de la noche revelará".

Un escalofrío recorrió su espalda. No era la primera vez que trabajaba con piezas antiguas llenas de simbolismo religioso, pero había algo distinto en esta obra, algo que no podía explicar.

Encendió su lámpara de luz fría y comenzó a limpiar con sumo cuidado el lienzo con un disolvente suave. Con cada pasada del algodón, los colores ocultos iban saliendo a la luz: tonos dorados y carmesí que parecían vibrar bajo la luz.

Mientras trabajaba, notó que una esquina del marco estaba ligeramente levantada. Al intentar ajustarla, descubrió un compartimento secreto. Dentro había un pequeño rollo de papel, cubierto de polvo y moho.

—¿Qué es esto? —dijo, más para sí misma que para nadie.

Lía desplegó el papel con cuidado. Era un fragmento de diario escrito en una caligrafía elegante pero apresurada. Reconoció algunas palabras en latín y otras en un idioma que no conocía. Sin embargo, al final del texto, una frase en español captó su atención:

"Aquella que lea estas palabras desatará lo oculto. La verdad y la oscuridad caminan de la mano."

De nuevo, el escalofrío. La joven dejó el papel sobre la mesa al sentir cómo la atmósfera del taller cambiaba. Todo parecía más silencioso, más opresivo.




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