Bajo Fuego

Capitulo 04

Aunque me tiemblen las piernas

Narrado por Ángel

La puerta sí tenía llave por dentro.

Lucas no mentía… pero eso no lo hacía menos peligroso.

Me quedé sentado en la cama del cuarto, con la mochila en las piernas y el corazón golpeándome el pecho como si supiera lo que estaba por hacer. Afuera, la cabaña estaba en silencio. Solo se oía el zumbido bajo del generador y, de vez en cuando, el crujido de la madera vieja.

No sabía si él dormía, si estaba sentado en alguna esquina, vigilándome… o si había salido a fumar o matar o lo que sea que hace esa clase de hombre.

Pero no podía quedarme.
No porque me hiciera daño… sino porque algo en mí quería quedarme.
Y eso sí que era peligroso.

Me levanté despacio. Abrí la mochila. Lo esencial ya lo tenía: billetera, celular sin señal, una linterna pequeña, navaja de bolsillo. Nunca pensé que necesitaría esa cosa, pero ahora agradecía haberla llevado en modo "por si acaso".

La ventana tenía barrotes.

Por supuesto que sí.

—Maldito paranoico de mierda —susurré.

No iba a salir por la puerta principal como un idiota, así que exploré con la linterna apagada. Había una rejilla de ventilación baja, junto al suelo. La revisé. Dos tornillos flojos. Tal vez con la navaja…

Diez minutos después, me raspé la muñeca metiéndome en el hueco. No era amplio. Ni limpio. Pero era una salida. El conducto me llevó a un pequeño sótano. Silencioso. Frío.
Tenía que arrastrarme.

Tenía que salir de ahí, aunque me temblaran las piernas.

La trampilla al exterior estaba justo arriba. Un viejo compartimiento que daba al bosque. La empujé con fuerza. Abierta.
Libre.

Me incorporé, la humedad mordiéndome los pulmones. Afuera, la noche era espesa. Árboles, niebla, oscuridad. Nada familiar.
Pero cualquier cosa era mejor que esa casa.

Empecé a correr. No sabía hacia dónde. No tenía señal. No había carretera a la vista. Pero corrí igual. Las ramas me golpeaban la cara. El barro me hacía resbalar. Pero el miedo empujaba más fuerte que el cansancio.

Hasta que escuché su voz.

—¡Ángel!

Me detuve.

¿Cómo demonios me encontró tan rápido?

Giré sobre mis talones. Ahí estaba. A unos metros. Respirando agitado. Sin pistola en la mano. Solo él… y esos ojos que no sabía si odiar o hundirme en ellos.

—¿Me seguiste?

—Te vi por las cámaras —dijo, con esa calma rota—. ¿De verdad pensaste que ibas a irte sin que lo notara?

—No quiero estar contigo.

—Lo sé.

—¡Entonces déjame!

Silencio.

Y luego, la frase que no esperé.

—Ángel… si te vas, no voy a seguirte.

Tragué saliva.
No podía creerle. ¿O sí?

—¿Y si me atrapan?

—Entonces morirás. Pero no por mi culpa.

Sus palabras dolieron más que una amenaza.

Me di cuenta entonces: no quería atraparme. Quería que eligiera quedarme.

Y eso… era peor.

Porque lo miré.

Y supe que parte de mí quería volver a esa maldita casa.

—No vuelvas por mí —le dije.

—No pienso hacerlo.

Me giré. Caminé.

Pero mis pasos eran débiles. Como si el bosque se cerrara detrás de mí. Como si cada metro que me alejaba… doliera más que el anterior.



#5260 en Novela romántica

En el texto hay: gay romance

Editado: 23.06.2025

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