Me fui… pero no te solté
narrada por Ángel
Me fui.
Y cada paso que daba era una victoria.
Hasta que dejó de serlo.
Porque el bosque no tenía caminos. Ni luces. Ni lógica. Solo árboles, barro y una oscuridad tan espesa que parecía tragarse los pensamientos.
Mi celular seguía sin señal.
La linterna… la maldita linterna, la dejé en la cama. Idiota.
Todo estaba en silencio. Excepto mi respiración, descontrolada. Y el eco de las palabras que me había dicho.
"Si te vas, no voy a seguirte."
Y sin embargo, lo sentía.
Como si estuviera detrás de mí, incluso en su ausencia.
¿Por qué me pesa tanto alejarme de alguien que me da miedo?
Tropecé con una raíz. Caí de rodillas. Me raspé la palma. Me levanté con rabia. Seguí avanzando. No iba a ser una historia trágica más en el noticiero.
No iba a morirme por culpa de Luca Moretti.
Ni por estar con él.
Ni por haberlo dejado.
Pero entonces escuché algo.
Pisadas. No las mías.
Me congelé.
—¿Hola? —dije, más por reflejo que por esperanza.
Silencio.
—¿Hay alguien?
Y ahí lo vi. No a Luca.
Al otro.
Uno de ellos.
No llevaba uniforme. Pero esa forma de moverse, de escanearme con la mirada… era igual a la del hombre que murió en la cafetería.
Lo supe en el instante exacto en que me apuntó con el arma.
—Sabía que eras importante para él —dijo, con una sonrisa torcida.
Y ahí entendí que me había ido… demasiado lejos.
narrada por Lucas
Cuando escuché el disparo, no dudé.
Corrí en esa dirección sin pensar.
No me importó si era trampa. Si había más. Si me estaban esperando.
Solo pensé en él.
Y en esa maldita sensación en el pecho.
Lo vi entre los árboles. Arrodillado. Con las manos levantadas. El otro hombre apuntándole. Sonreía como un chacal.
Disparé antes de que se volviera hacia mí.
Una bala. Limpia. Precisa.
El cuerpo del hombre cayó hacia atrás, sin dramatismo.
Ángel se giró. Me vio.
Su rostro era una mezcla de rabia, alivio, y… algo peor.
Culpa.
—Te dije que no volvieras —me escupió.
—Y te dije que si te ibas, morirías.
Me acerqué. Me miraba como si quisiera odiarme. Pero no podía.
—¿Estás herido?
—No. ¿Y tú?
Negué con la cabeza.
Pero dolía. Algo dentro dolía más que cualquier herida.
—No vuelvas a hacer eso —le dije, bajando el arma.
—No vuelvas a seguirme.
—Entonces no me obligues a elegir entre tu vida y tu voluntad.
Se quedó en silencio.
Me acerqué un paso más. Él no retrocedió.
Sus ojos se llenaron de algo que no era miedo.
Era cansancio.
—No sé si confiar en ti —dijo, bajito.
—Yo tampoco confío en mí —le respondí.
Y por primera vez… eso nos igualó.