No hay lugar seguro
Narrado por Ángel
Volvimos a la cabaña sin decir mucho.
Yo iba detrás de Lucas, a una distancia prudente, como si el aire entre nosotros pudiera protegerme. Él no intentó tocarme. No me miró. Solo caminó con esa forma suya de moverse: como si supiera que en cualquier momento podría tener que matar otra vez.
Entramos.
La puerta crujió como antes.
Todo estaba igual… pero distinto.
El miedo ya no venía solo de él.
Venía de lo que había afuera.
De lo que me persiguió en ese bosque.
Me senté en la cama sin sacarme los zapatos. Sentía el barro en la suela y en la garganta.
Lucas revisaba las cámaras. Rápido. Preciso. Algo no le gustó, lo vi en su mandíbula.
—¿Qué pasa?
—Un punto ciego. En la cámara del sur.
—¿Eso es malo?
—Depende. —Pero lo dijo como si ya supiera la respuesta.
Fui a la cocina. Tenía la garganta seca, pero no tomé agua.
Solo necesitaba que mi cuerpo hiciera algo.
Que no pensara.
Que no sintiera.
Y entonces… el ruido.
Un chasquido seco. Como ramas rotas.
Lucas ya se había levantado.
—¿Son animales?
—No —dijo con voz de piedra—. Ellos no se acercan así. Ellos no hacen ruido.
La luz se apagó.
El generador murió.
Y supe que estábamos jodidos.
—¿Eso fue…?
—Sí —interrumpió—. Nos cortaron la energía.
Nos encontraron.
Fui hacia él, por reflejo. Como si su sombra fuera refugio.
Lucas desenfundó su arma. Se la ajustó con frialdad casi dolorosa.
—Ve al cuarto. Tranca la puerta. No salgas.
—No pienso esconderme.
—¡Ángel!
—¡Ya me escondí bastante de ti! No lo haré ahora de ellos.
Nuestros ojos se cruzaron. Estaba furioso. Pero también asustado. Por mí.
—Si te pasa algo —dijo en voz baja—, te juro que no sé qué soy capaz de hacer.
No supe qué responder.
Y no hubo tiempo.
La ventana estalló.
Un cuerpo entró rodando, todo negro, con máscara táctica y rifle. Detrás, otro.
Eran tres.
Lucas se lanzó sin pensar.
Dos disparos. Uno cayó.
Yo me tiré al suelo, instinto puro.
Escuché gritos. El cuerpo de Lucas moviéndose rápido, como una sombra viva.
Vi su espalda. Su fuerza.
Vi a un enemigo levantar el arma, apuntarle.
Y me moví.
Sin pensar.
Con todo el miedo encima.
Me lancé sobre el tipo. Lo empujé, lo distraje lo suficiente. Un golpe me rozó la cabeza. Caí.
Pero Lucas ya estaba encima de él.
Tres segundos.
El tipo no volvió a levantarse.
Solo quedó uno.
El que estaba en la puerta.
El que no disparó.
—Te dije que algún día te alcanzaría, Moretti —escupió, con una voz grave, rota.
Lucas lo miró. Frío. Mortal.
—Pensé que estabas muerto, Dante.
—Y tú pensaste que podías esconder a alguien como él… sin pagar el precio.
¿"Alguien como él"?
Mi cuerpo entero se congeló.
Lucas dio un paso adelante.
Y Dante… sonrió.
—Ahora entiendo. Él es tu debilidad.
Apuntó.
Yo ni siquiera tuve tiempo de gritar.
Solo escuché el disparo.