Lo que no alcancé a decirte
Narrado por Ángel
El silencio entre nosotros era tan espeso que podía cortarse con un suspiro.
Solo el crujir del fuego llenaba el espacio vacío donde deberían estar las palabras.
Luca no me miraba, pero su cuerpo hablaba.
Los puños cerrados. La mandíbula apretada. El pecho subiendo y bajando como si contuviera una tormenta.
—¿Estás bien? —pregunté, sabiendo que no lo estaba.
Él levantó los ojos lentamente. Ojos oscuros, cansados, pero vivos.
—No lo sé —dijo. Y eso fue más honesto que cualquier cosa que hubiera dicho antes.
Me acerqué. Solo un poco. Como si mis pasos pudieran romper algo.
Quería tocarlo. Quería decirle que yo tampoco estaba bien. Que lo odiaba por hacerme sentir esto.
Pero también lo necesitaba.
—Lucas… lo que sea que está pasando entre nosotros, yo…
No terminé. Porque no pude. Porque el cristal de la ventana estalló detrás de él.
Luca me empujó al suelo y desenfundó su arma al mismo tiempo.
Un segundo después, la puerta se abrió con un crujido lento.
Y dos figuras entraron.
Elías fue el primero.
Vestido de negro, sonrisa torcida. Los ojos puestos en mí. Como si Luca no existiera.
—Hola, Ángel. —Su voz era una caricia sucia.
Mi estómago se revolvió.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Vengo a buscar lo que es mío.
Luca se interpuso entre nosotros. Elías apenas se inmutó.
Y entonces, desde la sombra más oscura del marco de la puerta, entró Alessandro Moretti.
Traje impecable. Perfume caro. Rostro muerto.
—Buenas noches, fratellino —dijo, con una sonrisa que no llegaba a los ojos.
Luca bajó el arma solo un centímetro. Lo suficiente para demostrar que no tenía miedo.
Pero yo podía ver la tensión en su cuello. La rabia contenida.
—¿Qué quieres, Alessandro?
—Lo mismo de siempre. Justicia. —Hizo una pausa, luego sus ojos se clavaron en mí—. Y destruir lo que amas.
—¿Esto es por Dante? —espetó Luca, furioso.
—Claro que es por Dante. —La sonrisa de Alessandro se quebró un poco—. Pero no por la razón que crees.
—Él era mi hermano.
—No. Era mi amor —escupió Alessandro con una frialdad venenosa—. Y tú lo tuviste cuando yo solo podía mirarlo arder por dentro.
Me quedé helado. Luca no dijo nada. Ni respiró.
—¿Nunca lo notaste? —continuó Alessandro—. Siempre fuiste tan ciego, tan… querido por todos. Y él... él solo me miraba cuando tú no estabas.
Elías rió bajo.
—Y ahora repites la historia, Luca. ¿Con este? —me señaló—. Siempre tomas lo que no es tuyo.
Luca apuntó el arma directamente al rostro de Elías.
—Tócalo, y te mato aquí mismo.
—Entonces dispara. —Elías dio un paso al frente, como un loco que ya no teme nada.
Y Alessandro alzó una mano, deteniéndolo. Su voz fue calma.
—Tranquilo, Cuervo. No esta noche.
Sus ojos volvieron a mí. No a Luca. A mí.
—Pero pronto, Ángel, tú vas a tener que decidir.
O regresas con tu gente…
O mueres por amar a un asesino.
Y sin más, se giró. Elías lo siguió.
Se marcharon como si nada.
Como si no acabaran de arrancarnos algo entre los dos.
Yo me quedé de pie, sin aire.
Lucas bajó el arma, temblando. Pero no por miedo. Por algo peor.
Y yo solo podía pensar en lo que no alcancé a decirle.