Bajo la luna de Seúl

Proyecto,Risas y Secretos

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Perspectiva de Valentina

El timbre sonó y Valentina suspiró. Hoy era el día en que el club de cultura asiática tenía que preparar un proyecto sobre K-dramas para la feria escolar. Como siempre, ella estaba un poco nerviosa: no quería arruinar nada.

—¡Valentina! —gritó Camila desde el fondo—. ¡Te toca trabajar con Min-jun!

Valentina casi se atraganta con su lápiz.
—¿C-conmigo? —balbuceó, mientras su corazón latía a mil por hora.

—Sí, es tu destino, literalmente —dijo Sofía, guiñándole un ojo—. ¿No escuchaste lo que dijo ayer?

Valentina se sonrojó mientras Min-jun se acercaba con una sonrisa tranquila:
—Hola, Valentina. Listos para hacer magia de K-drama juntos? —dijo, con un tono que mezclaba diversión y misterio.

Mientras caminaban hacia la mesa, algunas chicas no dejaban de mirarlos. Valentina podía sentir sus celos, pero lo que más le sorprendió fue que Min-jun parecía ignorar completamente a las demás, enfocándose solo en ella.

—Ok, necesitamos ideas —dijo Min-jun, sacando una libreta—. ¿Qué tal si hacemos una escena interactiva, como un mini-drama con música de fondo?

—Sí… podría funcionar —Valentina respondió tímidamente—. Pero no sé… No quiero que salga ridículo.

—Confía en mí —dijo él, sonriendo—. Sabía que debía venir aquí por mi destino, y no voy a arruinarlo.

Valentina sintió un calor extraño en el pecho. Justo en ese momento, una chica del club los miró con evidente molestia y murmuró:
—¿En serio? ¿Otra vez tú ocupándote de él?

Min-jun ladeó la cabeza, casi como si pudiera percibir la amenaza sin que ella hablara.
—No te preocupes —susurró a Valentina—. Nadie te va a incomodar mientras yo esté cerca.

Valentina se mordió el labio, sorprendida por lo protectivo que era… y por la forma en que su corazón respondía a su cercanía.

Perspectiva de Min-jun

Cuando me asignaron trabajar con Valentina, algo dentro de mí se activó. No era solo instinto, era mi luna, la que latía con fuerza cada vez que ella estaba cerca.

Mientras planeábamos el proyecto, observé cómo algunas chicas nos miraban con celos. Era gracioso, pero también extraño: sentí una necesidad de protegerla que no podía ignorar.

—Vale, necesitamos algo original —le dije, intentando sonar casual—. Algo que nadie espere.

—¿Como… un drama interactivo? —dijo, insegura.

—Perfecto —sonreí—. Y tranquila, yo me encargo de que nadie la moleste.

Poco después, mientras preparábamos la escena, un pequeño incidente ocurrió: una lámpara se cayó cerca de Valentina. Sin pensarlo, me adelanté, colocando mi mano delante de ella. La lámpara chocó contra la mesa, pero ella no sufrió ni un rasguño.

—¡Gracias! —exclamó, con ojos grandes y brillantes—.

—Siempre —respondí, con una sonrisa que ocultaba el extraño cosquilleo en mi interior. Mi luna estaba tranquila; ella estaba a salvo.

En ese momento, una certeza me recorrió: mi destino estaba claro. Valentina no solo era mi compañera de proyecto, era… ella.

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