Bajo la luz de la luna

Capítulo 2: Ecos de Rechazo

Hace algunos meses, Loki concluyó sus estudios en periodismo y desde entonces se lanzó al escabroso terreno de la búsqueda laboral con premura. No deseaba un año de pausa, sino ejercer de inmediato.

La prisa en su paso se justificaba en parte por la constante admonición que durante toda su vida le señaló un horizonte oscuro laboralmente, sentenciándolo a la inutilidad debido a su condición autista. ¡Basura absoluta! Como si el ser autista le negara la facultad de hallar trabajo, una falacia indignante. Como si el ser autista le restara su humanidad.

Quizás, para ser justos, algo de veracidad guardaban aquellos augurios. Casi un año transcurrió desde el inicio de su búsqueda laboral y aún no hallaba quien confiara en sus habilidades. Tal vez confesar su autismo en las entrevistas incidía en estas negativas, pero su integridad y transparencia le impedían ocultarlo a sus posibles superiores, precaviéndose de futuras dificultades.

En una encrucijada se hallaba Loki, preso entre la necesidad de trabajar y la áspera realidad de la discriminación que afrontaba por su condición autista. A pesar de las sugerencias de ocultar su autismo en las entrevistas, su ética y franqueza le impedían ejecutarlo.

La frustración se avivaba día a día, el rechazo laboral resonaba constante en su mente. A pesar de sus logros académicos, se veía constreñido por una sociedad renuente a comprender o aceptar sus diferencias.

Pero, siendo franca, sus desempeños académicos no fueron sobresalientes, más bien... decentes.

Otro dilema que acosaba a Loki era la reacción de las personas ante su revelación autista. Algunos adoptaban dos posturas: unos lo consideraban incapaz de valerse por sí mismo, necesitado de asistencia para todo; otros lo miraban como un genio intelectual, dueño del saber absoluto sobre lo existente y lo venidero.

Y eso resultaba, francamente, insoportable. Tan desastroso como la peor calamidad.

Lo más doloroso para Loki era lamentar la carencia de contactos durante sus años de estudio. Pero, ¿cómo, alguien como él, habría de tejer lazos en la universidad? A duras penas conversaba con sus compañeros; las escasas veces que intentó una conexión social, fue rechazado.

Una parte de él envidiaba a su hermano Thor, tan... distinto a él. Thor simplemente era Thor, todo en él parecía en orden.

En primer término, su género coincidía con el asignado al nacer.

Maldición.

Quizá la causa de su no contratación también yacía en su identidad de género no convencional.

Pese a haber culminado su transición de género en sus documentos en su adolescencia y haber masculinizado su físico con mastectomía y tratamiento hormonal, conservaba rasgos ligeramente afeminados, algo que, honestamente, apreciaba. Por fin hallaba comodidad en su imagen.

Mas, ello no mitigaba el malestar ante comentarios hirientes.

Un "maricón" susurrado al cruzar la calle era habitual; agradecía que los "maricón" vociferados desde los camiones fueran escasos, al menos, cuatro veces le ha ocurrido.

Loki se cuestionaba si su apariencia de "maricón" le cerraba las puertas laborales.

Había escuchado a uno de los entrevistadores referirse a él con ese término al abandonar la sala hace unos meses.

No bastaba con ser autista, también era un "maricón".

¡Pobre destino el suyo! No era de extrañar su no contratación.

No obstante, para ser sinceros, a Loki le agradaba su semblante de "maricón"; se sentía hermoso con ello. En ocasiones, hasta se maquillaba hasta parecer monstruoso, y aquello le encantaba, sensorial y visualmente. Disfrutaba especialmente el suave roce de las esponjas cubiertas de agua micelar de rosas sobre su piel.

Aquella travesía había comenzado en su adolescencia. Contemplar en las calles el "resiste marika" grafiteado en las paredes lo hacía sentir menos solo.

A Odín, en un inicio, no le complació la idea, mas con el tiempo comenzó a tratarlo como a un hombre. Fue pasajero, hasta que descubrió el tipo de hombre que era Loki. Odín deseaba hijos varoniles y rectos, no "maricones" que se maquillaban y resultaban... ambiguos.

Su madre, en cambio, lo apoyó en todo, aunque se sintiera abandonado en su condición autista. Para Frigga, el autismo parecía un no-ser, como si el diagnóstico no hubiera sido nunca recibido. Lo obligaba a consumir cosas intolerables, a vestir texturas insoportables. A participar en eventos sociales que resultaban insoportables.

Curiosamente, halló más apoyo en Odín respecto a su autismo, aunque de otra índole. Odín consideraba que al ser autista, sería excepcional en todo, capaz de lograrlo todo. Por ende, debía solo ceder a los caprichos de Loki. Ah, sí, Loki olvidaba este punto, para Odín, sus necesidades sensoriales eran solo un capricho.

Thor le brindó mucha ayuda, o mejor dicho, compañía, algo que apreciaba sobremanera. Siempre estuvo allí para acompañarlo, incluso abrazándolo fuertemente cuando a Loki lo invadía alguna crisis.

Con afecto recuerda Loki los almuerzos en el campus. Si bien estudiaban en facultades diferentes, compartían el mismo entorno universitario. En ocasiones, Thor dejaba de lado a sus propios amigos para acompañar a Loki en el almuerzo.

Loki siempre comía en el mismo lugar.

Una sala privada, destinada al estudio, mas Loki, acreditando su diagnóstico de autismo, tenía acceso a estos espacios para usos más flexibles, ya fuera para almorzar, descansar o regularse, balanceándose y haciendo estereotipias.

A Thor le agradaba el sitio; fresco y con una iluminación tenue. Una atmósfera muy distinta al bullicio del patio del campus, un lugar de estridente música, grupos sociales ruidosos, venta de alcohol y, si se buscaba bien, alguna que otra droga.

En su último semestre, Loki se encontró con un grupo del campus llamado "Autistas Autoconvocados". Si hubiera hecho antes este encuentro, no habría padecido cinco años de soledad extrema.




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