Bajo la luz de la luna

Capítulo 3: Hermano

La jornada de Loki comenzó en la penumbra de las cinco de la madrugada, con el estridente grito de su despertador, cortante como una afilada promesa de un día agotador. Ansioso hasta altas horas de la noche, su resistencia sensorial estaba en su punto más bajo, como si cada ruido, cada movimiento, fuera una agresión directa contra su mente inquieta.

Se arrastró fuera de la cama, su cabeza martilleaba con un dolor agudo, un eco de las inquietudes y las tensiones que se acumulaban en su ser. Tras un breve ritual en el pequeño baño, buscó en la ducha un respiro, un momento de alivio, aunque efímero. El agua tibia cayendo sobre su cabeza le brindaba un fugaz consuelo, pero el peso de las dos malditas horas de viaje pendientes empañaba cualquier sensación de calma.

El shampoo le acariciaba el cuero cabelludo, una lucha contra el aceite que le incomodaba, pues un día sin ducharse dejaba su aspecto ligeramente desaliñado, un reflejo que aborrecía ver en el espejo. La ducha, en lugar de liberarlo, lo envolvía en un halo de frustración. No quería someterse a un viaje tan extenuante, pero el imperativo de asegurarse un empleo desgarraba sus resistencias internas.

Al salir del agua, su reflejo en el espejo le devolvió una imagen que avivó su desánimo. Una apariencia que quizás necesitaba un nuevo corte de cabello, tal vez debería considerar adoptar una postura más convencional, una adaptación necesaria para su futuro laboral.

La sensación de verse así, fuera de lugar, socavaba su confianza mientras la urgencia de obtener trabajo chocaba con la necesidad de preservar su autenticidad. Esa dualidad, entre ser aceptado y mantener su esencia, era una batalla constante que acechaba en cada reflejo.

Mientras Loki sopesaba la posibilidad de cortar su cabello, ejecutaba su rutina facial, una necesidad que surgía como consecuencia de su tratamiento hormonal. El acné, una intrusión que no había experimentado antes de este proceso, se sumaba a las pequeñas batallas diarias. Sin embargo, su ritual de cuidado facial, al menos, ofrecía cierto alivio.

La crema hidratante buscaba calmar la irritación de una piel que parecía más seca que el desierto. Las secuelas de beber tan poca agua le recordaban sus problemas de selección alimenticia, una lucha constante que se reflejaba en su bienestar.

De vuelta en su cama, se sentó con pesadez. Sus ojos, marcados por la falta de sueño, reflejaban la carga de un día que se presentaba como pura adversidad. Las 5:30 de la mañana, un recordatorio implacable de las dos horas de viaje que lo aguardaban. La idea de enfrentar tal travesía le hacía desear la liberación de la muerte.

La autocensura se apoderó de sus pensamientos oscuros; sabía que su psicóloga le recriminaría esos momentos de desesperación. Se levantó, se dirigió al espejo de cuerpo entero. Delgado, inquietantemente delgado, aunque no al punto de ser una preocupación médica, sus propias cicatrices de la mastectomía se destacaban en su piel.

Con delicadeza, atendió las cicatrices y las hidrató con una crema especial. Luego, eligió cuidadosamente su atuendo: calzoncillos rojos, calcetines negros, pantalones y camisa negra. La corbata negra tentó su elección, pero un atisbo de prudencia lo llevó a cambiar la camisa por una blanca, sobre la cual ajustó la corbata.

Con su mochila y saco negro en mano, se encaminó a la cocina. La luz tenue resaltaba el silencio de la madrugada, el mismo silencio que acompañaba sus pensamientos en ese despiadado amanecer.

Loki avanzaba por la escasa luz que se filtraba en la cocina. Al abrir los ojos, se encontró con Thor, una presencia inesperada en medio de la madrugada.

"Mierda Thor, ¿qué haces despierto a esta hora?" murmuró, sorprendido por la figura de su hermano en aquel momento incierto.

La sonrisa incómoda de Thor reveló su inquietud. "En realidad, hermano, no pude dormir. Estaba nervioso por el viaje tan largo que harás. ¿Crees que pueda acompañarte?"

La idea de tener a Thor a su lado durante el viaje inundó el corazón de Loki con un anhelo incontenible, pero la fría realidad se impuso en su mente. ¿Quién contrataría a un adulto que necesitaba ser acompañado a una entrevista de trabajo?

La tristeza se reflejó en la voz de Loki. "Oh Thor, no creo que sea prudente que me acompañes..."

Un suspiro de resignación escapó de los labios de Thor mientras bajaba la cabeza. "Sí, eso pensé igualmente", murmuró con pesar, consciente de las limitaciones de la situación.

Thor interrumpió el silencio con una propuesta: "Al menos déjame hacerte el desayuno, hermano", ofreció con un gesto de cuidado.

Loki, para su alivio y el de Thor, aceptó. El desayuno se convirtió en un instante de calma en medio de la tormenta que se cernía sobre ellos.

Después de comer, Loki se dispuso a salir hacia el terminal de buses. Sin embargo, Thor lo detuvo, agarrándolo del brazo con ansiedad.

"Loki, ¡no puedo! Déjame al menos acompañarte al terminal de buses", suplicó Thor, con los nervios a flor de piel.

Loki, incapaz de lidiar con la situación por sí solo, sintió una oleada de emociones abrumadoras. "Oh Thor, por favor, acompáñame", rogó casi al borde de las lágrimas.

La idea de ir tan lejos le resultaba abrumadora, pero la esperanza de conseguir el trabajo lo mantenía decidido. La desesperación y la necesidad de ser aceptado en el ámbito laboral colisionaban con la incomodidad de enfrentar un viaje tan extenso y las limitaciones que su condición imponía.

Ambos abandonaron la casa y se sumergieron en el vaivén del autobús hacia el terminal. Un silencio pesado envolvía el trayecto, y Loki, agotado por las tensiones del día, aprovechó la oportunidad para dormir, apoyando su cabeza en el hombro de Thor.

Thor lo despertó abruptamente en un paradero olvidado. Se había perdido en la contemplación del paisaje, y ahora, Thor tuvo que guiar a un Loki somnoliento fuera del autobús.




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