Bajo la luz de la Luna

01. GOLPES DEL DESTINO

Luna Miller

Es de noche y el viento se siente fresco en el campo, soplando las hojas y haciendo que las ramas golpeen contra las ventanas de mi habitación. Observo mis libros intentando estudiar para mi examen de mañana, cuando escucho un grito sofocado proveniente del salón. Mi corazón da un vuelco, sé lo que eso significa.

No, Dios, por favor, otra vez no.” Ruego en un susurro ahogado.

Me levanto apresurada botando mis libros. Corro hacia el salón y veo a mi madre en el suelo, él está encima de ella sujetando su cuello. El rostro de mi madre está pálido, su mirada llena de terror. La desesperación y la rabia se apoderan de mi frágil cuerpo. No puedo permitir que esto continúe.

—¡Déjala! —grito con todas mis fuerzas y me lanzo encima de él.

Mi padrastro me mira con desdén y suelta a mi madre para lanzarme contra el suelo. Mi madre empieza a toser y trata de recuperar el aliento, mientras de mis labios sale un quejido de dolor.

—¡Tú quédate fuera de esto, mocosa! —ruge Javier, avanzando hacia mí con odio en su mirada.

Retrocedo arrastrándome en el suelo.

—¡No vuelvas a tocarla! A ella no le hagas nada —llora mi madre arrastrándose hacia dónde estoy.

—No vas a decirme que hacer —ataca Javier y sujeta a mi madre de su cabello para darle un golpe en el rostro y volver a ahorcar su cuello.

Estoy desesperada, presa del llanto y del dolor de ver esa escena. Ya estoy cansada de sus maltratos, de sus golpes. Mis ojos empiezan a buscar algo con qué defender a mi madre, veo los maderos de la chimenea que está apagada y sujeto uno con fuerza. Mi mente está nublada, solo quiero salvar a mi madre de esa bestia. Lo levanto y con todas mis fuerzas golpeo la cabeza de Javier.

El sonido del golpe resuena en la habitación y no me detengo, una, dos veces más hasta asegurarme de que soltó a mi madre. Javier gira a mirarme con expresión de sorpresa y dolor antes de caer completamente al suelo, inconsciente. La sangre empieza a correr por su sien.

—¡Luna! —exclama mi madre—. ¿Qué has hecho?

Mi cuerpo tiembla y observo mis manos llenas de sangre, mi ropa está roja y de pronto las manos de Javier sostienen mis brazos, mirándome con su rostro ensangrentado.

Me despierto sobresaltada, empapada en sudor. Las pesadillas no han cesado desde aquella horrible noche, que me obligó a separarme de mi madre y de todo lo que conocía. La imagen de mi padrastro, tendido en el suelo con la cabeza sangrando, no deja de atormentarme. Sin embargo, sé que no tenía otra opción. Aquella era la única manera de salvar a mi madre y a mí misma de su crueldad.

Intento calmar mi respiración agitada y me siento en la cama. Observo el reloj y son las tres de la madrugada. Sé que estás pesadillas nunca van a abandonarme. Me levanto para ir por un vaso con agua y mientras camino por el oscuro pasadizo que me lleva a la cocina, voy pensando en cómo mi vida cambió radicalmente desde esa noche.

Pasan las horas y con dificultad he vuelto a conciliar el sueño, para cuando mi despertador suena indicando que es momento de levantarme, mis pasos se hacen pesados y lentos. Me apresuro a vestirme. Me coloco unos jeans ajustados color negros, una blusa blanca y tacones bajos, arreglo mi larga cabellera castaña y ya estoy lista. Trabajo en una empresa dedicada a la organización de eventos, hoy tenemos un evento importante y no puedo fallar.

Salgo a la cocina y me encuentro con Denisse, su cabellera corta color castaña ya está bien arreglada y lleva puesto un vestido de verano. Ella es mi amiga y compañera de departamento. Le dedico una sonrisa. He aprendido a esconder mis miedos detrás de una sonrisa profesional. Sin embargo, esta mañana en particular me siento más inquieta de lo habitual. Es como si tuviera un mal presentimiento, o como si algo estuviera por suceder.

—¿Estás bien, Luna? —pregunta Denisse al notar mi expresión preocupada.

Dibujo en mi rostro una sonrisa forzada y asiento con la cabeza.

—Sí, solo he tenido una noche difícil. Nada que un buen café no pueda solucionar —respondo y Denisse me mira con empatía.

—Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, ¿verdad?

Vuelvo a asentir suavemente, agradecida por su apoyo. Si supiera de lo que fui capaz de hacer, no sé si me seguiría considerando su amiga.

—Lo sé, eres una buena amiga. También cuentas conmigo para lo que necesites.

—Vamos al trabajo —dice sujetando su bolso mientras levanto la taza de café tomando su contenido apresuradamente.

Salimos de la casa en la que vivimos y subimos a un taxi que nos lleve a las oficinas de “Esplendor Events”. En el camino voy revisando mi teléfono, le envío un mensaje a mi vecina del pueblo y amiga, Evelyn.

Solo puedo comunicarme con mi madre por medio de ella, de lo contrario, los guardias darían con mi paradero y me encerrarían por el asesinato de Javier. Le aviso que ya le deposité el dinero para que le entregue a mi madre para sus gastos del mes y sonrío contenta. Es lo mínimo que puedo hacer por ella, ya que desde hace más de diez años no la he visto en persona ni la he podido abrazar. No tiene idea de cuánto la extraño y lo mucho que me hace falta.




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